Capítulo 7

731 65 33
                                    

  
 
Alessandra
 
 

Chipre.
 
—Mamma tengo hambre —murmura Eleonora ansiosa sentada  en mis piernas.

Hemos aterrizado hace más de dos horas en una pista clandestina en el culo de la nada, bueno, la verdad es que creo que es una construcción abandonada, estaban pavimentando una carretera, al parecer no la terminaron, es una especie de campo solitario.  Quizás intentaban que vivan personas aquí.

—¡¡Mamma!!

—No tenemos comida cielo  ¿Puedes esperar un poquito? —contesto, revisándole las manos.

—Comámonos al piloto —comenta Eleonora con tanta seriedad y naturalidad que él hombre me mira con los ojos casi fuera de sus cuencas.

—Solo está bromeando —suelto una risita tranquilizadora—. Ya sabes como son los niños a veces no saben lo que dicen.

Él se queda callado y baja la vista a sus pies.

—Es tímido —cuestiona Eleonora señalándolo.

—Cielo… —susurro muy bajo—. Deja de acosar al pobre hombre.

Se encoje de hombros y le sigue mirando de una forma bastante intimidante. El piloto se queda mirando todo de forma superficial y termina entrando a la cabina a pesar de que hace nada parecía no querer estar solo. Sin duda voy hacer de las madres que tienen que ir todos los días al colegio por que su hija se está portando mal.

—¿Por qué papi tarda tanto? —se recuesta en mi costado mirando hacia la ventana.

—Porque encontrarnos toma tiempo cielo.

—Pero Chipre es una isla pequeña —cuestiona.

Y como si lo hubiese llamado con el pensamiento se escucha un fuerte silbido,  el ruido va adquiriendo más claridad, ¡un avión, es un avión! Con mi nena en los brazos procedo a bajar las escaleras y efectivamente veo como un jet negro está terminando el recorrido de un perfecto aterrizaje. Me acerco  a una distancia que puedan verme.
La fuerte ráfaga de aire me obliga a retroceder cuando se acerca demasiado. El jet se detiene a pocos metros de donde estoy; casi al instante se abre la puerta, y lo veo salir. Apenas nos ve, corre tan rápido que no me da tiempo a reaccionar ni ir en su dirección y  ya lo tengo a mi lado. Me abraza, me aprieta, me hace daño por la brusquedad, y Eleonora tiene que alzar la cabeza para no asfixiarse en nuestro intenso abrazo grupal.

—Te amo —le escucho susurrarme mientras me zarandea como una muñeca de trapo apretándome con fuerza—. ¿Me has escuchado? Te amo joder, mil veces te amo. Te amo, te amo ¡¡TE AMO!!

Mi corazón da un vuelco. No he podido ni hablar por que me llena de besos e incluso estoy aturdida.

—¿Qué pasa? —pregunta al ver el laberinto de emociones  que debo reflejar en mi rostro confuso.

—Fuiste el primero en decirlo.

Me coge la cara con firmeza y me vuelve a besar apretándome de la cintura.

—Es lo que siento —confiesa pegando su frente a la mía—. Eres mi final, ¿me escuchas? Si te pasa algo, si os pasa algo a ambas se acabó, mi vida se terminaría ese día. No las volveré a descuidar jamás.

Desenfreno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora