Capítulo 4

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Alessandra

 
Me muevo entre las sábanas sofocada por el calor, me destapo y me muevo incómoda buscando una posición que me ayude a conciliar el sueño, estoy empapada de sudor y me cuesta respirar. Entre abro los ojos y me doy cuenta de que Jayden no está a mi lado y la puerta de la habitación está semi abierta.

Fijo mi vista en el cajón de la mesita de noche que también está abierta: todo desordenado como si buscaban algo con rapidez.
Salgo de la cama y me calzo rápido.  El calor aumenta y se empieza a ver humo,  y resplandor amarillo subiendo por la ventana.

De súbito me asomo al pasillo encontrándome con los hombres de la mansión tan alarmados como yo, corren de un lugar a otro, hay fuego, la mansión está sumida en una llama voraz y el humo me dificulta la visión. Toso sofocada mientras trato de llegar hacia la habitación de mi hija. De repente alguien toma mi mano y desvía mi trayecto guiándome en dirección contraria.

—¡Ven! —exige Mateo obligándome a ir hacia la salida. Tiene a Eleonora en los brazos. Mateo está herido o manchado de la sangre de alguien más—. ¡Vamos al coche! Son órdenes. ¡Rápido!

Corro a su lado obligándome a obedecer, pero no dejo de mirar atrás.

—¿¡Dónde está Jayden!? —chillo en medio del caos.

—Te explicaré en el auto ahora mi prioridad es que ustedes suban y estén bien —asegura—. Él se encarga de Anastasia, luego se encontrarán.

Salimos al jardín directo hacia el estacionamiento, el color amarillo de las llamas dan luz al lugar, cada vez más fuerte, cada vez más corrosiva. Antes de subir al coche me encargo de tener a mi pequeña entre mis brazos, ella a horcajadas sobre mi, abrazándome con fuerza.

El coche se pone en movimiento y percibo alboroto a mi espalda, todos se mueven como una manada de abejas. Medio giro la cabeza cuando consigo escuchar desde la distancia que vociferan mi nombre, pero no estoy segura. Mateo nota mi interés por lo que dejamos atrás y mueve mi cabeza para que lo mire a él.

—Todo va a estar bien —promete sosteniendo me la cara con firmeza.

—Escuché mi nombre —enfatizo volviendo a mirar hacia atrás, pero a cambio sujeta con más fuerza mi mentón.

—Habrás escuchado mal —revira—. Tengo órdenes claras de a donde debo de llevarte a ti y a la niña ¿entiendes? Órdenes de Jayden, el sabrá lo que hace.

No respondo a sus palabras y me echo hacia atrás soltando mi cara de su sujeción. Él se queda en su lugar mirándome; percibo un destello de fastidio ante mi actitud, y se me queda viendo por unos segundos con demasiada insistencia.

Nos incorporamos a la vía dejando atrás el desastre, hacía tiempo que no presenciaba una escena como esta, los problemas se habían calmado bastante desde que nació la niña, creo que de alguna forma Jayden disminuyó su sadismo al menos frente a nosotras, una que otra vez lo vi llegar manchado de sangre, con rastro de que estuvo resolviendo algunos negocios ilícitos, pero esas escenas fueron disminuyendo considerablemente cada vez eran menos, «al menos que él tratara de escurrirse de mi presencia cuando estaba así», pero llegué a creer que incluso ya no teníamos de que preocuparnos. Aparte de que estaba demasiada ocupada con mis negocios, él en los suyos y Eleonora en sus clases y entrenamientos.

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