Capítulo 9

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Alessandra
 


Muevo mis dedos con rapidez sobre el teclado, tengo mucho trabajo atrasado, y los ojos me pesan no he dormido nada. Son las dos y media de la madrugada, y Jayden no llega.

Alzo la vista hacia la cama que está en el otro extremo de la habitación las niñas duermen desde hace horas, las he traído a las dos aquí. «Sí, ya están comenzando mis paranoias».
Salgo demasiado rápido cuando tocan a la puerta queriendo evitar que hagan ruido.

—¿Qué pasa? —murmuro al ver a la hermana Carmen sujetando una linterna, y cara de tragedia—. Tienes que ver esto.

Me coloco el albornoz y salgo precavida de no hacer mucho ruido. Ambas nos movemos con rapidez por el pasillo hasta llegar al jardín central. Mis pies hundiéndose en la nieve.

—Es aquí —Nos detenemos frente al portón de hierro.

Unas de las monjas colgada, una sábana entorno a su cuello, y una cartulina colgada de su cuello con un mensaje: 

Los vi, él quería besarla y yo los interrumpí, no me iré prefiero morir.

La frase no me dice nada, pero está claro que es un suicidio.

—Era la hermana Rosa, hace unos días hizo sus primeros votos —explica Carmen—. Sé que parece un suicidio pero, ella tenía muchas ganas de vivir, amaba esto.

Se persigna.

—Le quise avisar por si el mensaje tenía algo que ver con ustedes, quiero decir, sé que cuando vienen aquí es por que las cosas se complican haya fuera —comenta con cuidado—. Si el mensaje era para ustedes o algo así. Quizás una amenaza.

La miro de reojo ante su comentario, ya que ella parece esperar que le de información extra.

—Gracias por avisar lo tendré en cuenta. Que le hagan algunas fotos tal y como está —murmuro—. Y archívenlo entre los documentos de la puerta cuatro. Que bajen el cuerpo cuanto antes, hay niños aquí. Y por supuesto que se investigue qué pasó, que velen sus restos y avisen a sus familiares. Es una pena…

La mujer debía tener unos 40 años, pero supongo que no lo estaba pasando muy bien.
Carmen asiente en todo momento mientras le doy mis recomendaciones. Me alejo a pasos rápido hacia la habitación, el cansancio es demasiado así que recojo todas mis cosas y me dispongo a no esperar mas a Jayden y dormir. 

    
        El movimiento incesante del colchón rebotando como gelatina me obliga abrir los ojos. Tengo a alguien abrazado a mi y a mi vista Eleonora brincando en la cama sin cortarse ni un poquito ¡Dios!, esta niña es un huracán no para de darme guerra. «Ya sé a quien salió y definitivamente no fue a mí». Parece que la unica que tiene jet lag soy yo.

—Tengo hambre, tengo hambre —canturrea Eleonora brincando con euforia—. ¡Aaah!

—¡¡Eleonora!! —chillo consiguiendo que deje de saltar por unos segundos.

Dos segundos después continúa sus brincos. Me siento en la cama. Jayden está a mi lado, luce recién duchado. Casi estoy segura de que no ha dormido aquí.

—Buenos días —susurra.

—¿Dónde estabas? —Inquiero echándome el pelo hacia atrás con una mano.

—Resolviendo problemas —se limita a responder, sin embargo, siento que me oculta algo—. El desayuno está por llegar, he pedido tu plato favorito.

Dice y siento que quiere desviar el tema.

—¿El mio también? —se entromete Eleonora sentándose al fin.

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