Capítulo 21

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Gulf volvió a la habitación, pero no podía dormir. Mew debería estar en esos momentos reunido con Yang Yang.

Se levanto y miro por la ventana a la oscuridad de la noche. Oro por ellos y camino por la habitación un buen rato, hasta que recordó el iPod de música que le había prestado Mew y escuchando un concierto logro conciliar el sueño casi al amanecer. Ni siquiera se cambio de ropa.

Lo despertaron unas voces, se levanto enseguida, salió de la habitación. Mientras bajaba la escalera, escucho las voces de Tul y Leo maldiciendo y hablando de un tiroteo.

El omega interrumpió su charla.

—¿Dónde está Mew? —atino a preguntar en un murmullo. Apenas escuchaba su propia voz en medio de palpitaciones aceleradas.

Los hombres lo miraron sorprendidos.

—¡Vamos! —Leo aferró del brazo al omega, llevándolo hasta la puerta.

—¿A dónde vamos? —El rostro aterrorizado del omega le causó gracia al maldito.

Se negó a responder y ni siquiera le dejó cambiarse. Lo llevó con furia al auto, y lo sentó a su lado mientras otro de los hombres manejaba con celeridad.

—¿A dónde me llevas? ¿Cómo está Mew? ¿Yang Yang?

Leo le dirigió una mirada fría y letal. Lo iba a matar, a lo mejor todo había salido mal, si Mew había muerto, el siguiente era Gulf. Se llevo un puño a la boca, no, Dios mío, Mew no podía estar muerto. Un nudo de angustia ascendió por su garganta y se alojó allí impidiéndole modular palabra.

Se miro las manos que temblaban sin control; nunca le perdonaría a Yang Yang si había matado a Mew, renegaría de él toda su vida.

Esto no podía estar pasando, era una pesadilla a la que no se le veía el final. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Te lo ruego, Leo, necesito saber cómo está Mew, te lo suplico, por favor.

—Ruega lo que quieras, no me importa —respondió el delta furioso—, toda la mierda que ha llovido estos días es culpa de ese maldito alfa. Quiero matarlos a todos, empezando por ti, dicen que, muerto el perro, muerta la rabia. Se acabarían gran parte de nuestros problemas. 

—Pues, entonces, mátame de una vez —dijo retador, pero por su omega estaba muerto de susto.

Leo estaba a punto de perder el control, lo notaba en su semblante, en la manera en que lo miraba y en cómo jugueteaba con la pistola que había sacado de la funda que llevaba pegada al cuerpo. A pesar de su desolación por Mew, por Yang Yang y por su futuro, se negó a demostrarle miedo, se echó hacia atrás en la silla, trato de controlar el llanto y lo miro despectivo

—Haz lo que quieras.

La respuesta del omega sorprendió a Leo y elevó las comisuras de los labios, antes de prestarle atención a su móvil. Le habría creído su seguridad si su olor no hubiera delatado que tan asustado estaba. 

Con la preocupación por la reunión de ambos alfas el omega olvido tomar los supresores.

¿Lo mataría?  se pregunto Gulf. Observo que lo llevaba de vuelta a Bangkok, a lo mejor lo llevaría al club y lo encerraría en alguna de las mazmorras donde Tim, su antiguo guardaespaldas, había pasado días siendo torturado. El pulso se le aceleró y se dificultó el paso de aire a sus pulmones; si tenía suerte, moriría asfixiado antes de que Leo o alguno de los hombres que lo miraban con odio probaran a torturar su cuerpo.

Se sorprendió al ver que llegaban a la mansión. Quiso preguntarle a Leo qué hacían allí, pero desistió, no le contestaría y si lo hacía, estaba seguro de que sería una arenga de odio y venganza.

Amor Honor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora