Capítulo 22

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Unos días después, Mew estaba terminando de revisar unos documentos en la oficina del club, cuando la puerta se abrió y Samantha entró cerrando la puerta tras ella.

—Sammy... —Dejo los documentos en el escritorio y la miro.

—¿Sammy? Hace semanas no contestas mis llamadas ni mis mensajes, hace semanas que no sé de ti ¿Qué está pasando, Mew?

—¿Qué crees que está pasando?

—Si lo supiera, no estaría aquí, pensé que estábamos bien.

—Pensaste mal, no tengo tiempo para ti.

—Puedo venir otro día.

El alfa negó con la cabeza.

—No, Samantha, no me refería a ahora, me refiero a que no tengo tiempo para lo que sucedía entre nosotros.

—¿Sucedía? ¿De qué diablos hablas? ¿Acaso hay otra?

—Por favor...

—¡Es eso! Te conozco, tú no le dices que no al sexo, siempre haces tiempo, y hace semanas que no estamos juntos.

—No tengo que darte explicaciones, Samantha, esto se acabó, punto. Cierra la puerta cuando salgas.

El alfa tomo el bolígrafo dispuesto a seguir trabajando.

—¡Esto no se acaba cuando tú lo dices! —gritó ella golpeando el escritorio—. Vendrás a mí, Mew, siempre vuelves.

Mew estiro la mano y tomo un cigarro, lo encendió y miro a la omega de arriba abajo. Luego le dio su sonrisa de medio lado.

—Quizá en el pasado —Mew rió—, pero ahora estoy completamente seguro de mi decisión, no pienso volver a follar contigo. —Ella se acercó a Mew, su mano a punto de golpearlo—. Piénsalo bien —dijo el alfa con frialdad aferrando su muñeca.

—¡Arg...!

—Vete... No te rebajes más, Samantha, recoge la poca dignidad que te queda y sal de aquí ahora mismo.

—¡Te vas a arrepentir! —gritó sulfurada—. Conozco todos los secretos de tu vida en las sombras, todos y cada uno de ellos.

El alfa respiro profundamente y se levantó de la silla, sus nudillos haciendo presión en la madera de cedro del escritorio.

—No me amenaces. —La voz del alfa salió baja y ronca—. Si yo caigo, tu marido cae, tus amistades caen, la puta ciudad se va a pique... No olvides con quién estás hablando, Samantha, porque estas manos que te brindaron placer también pueden causar mucho dolor.

—Eres un imbécil...

—Y tú una jodida puta que no entiende que ya cumplió su ciclo. —Salió de detrás del escritorio y se acerco a ella susurrando suavemente en su oído—. Ya no te deseo, Samantha, ya no me gustas, no me voy a volver a acostar contigo y mejor te vas haciendo a la idea. ¡Pirapat! —El hombre inmediatamente abrió la puerta—. ¡Sácala de aquí!

—¡Esto me lo pagarás! —gritó al tiempo que Earth la tomaba del brazo. Ella se lo sacudió—. ¡No te atrevas a tocarme!

Mew se dejo caer en la silla una vez la puerta se cerró. Tenía tanto trabajo que no sabía cuándo acabaría, además, estaba pendiente el asunto de la traición. Tul seguía buscando pruebas y el Purgatory había abierto sus puertas nuevamente, por lo que las peleas volvían a ser la mayor fuente de ingresos.

El contador estaba revisando las cifras con el alfa cuando Gulf entró en la oficina, con ropa de deporte ajustada al cuerpo. Sabía que Kao, quien no se le despegaba ni a sol ni a sombra, lo había traído al gimnasio. 

Amor Honor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora