Capitulo 30 (Primera parte)

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Daymon, la persona que no cree que sea bueno dejarle ver a la gente sus sentimientos y emociones, en este momento y sin poder evitarlo, está mostrando un montón de ellos, sin descanso.

Nervioso, como jamás se había sentido en la vida, se encuentra mirando al barco desde lo alto del acantilado esperando poder ver una señal que le permita saber el paradero de sus amigos. El sol ha salido inaugurando un nuevo día y sigue sin tener noticias de sus amigos, eso le asusta al mismo tiempo que le hace perder la cabeza.

No pudo dormir en toda la noche porque su cabeza estaba nublada por los rostros de Olympia y Alexander. Desde que ambos entraron al barco, el pelinegro no ha abandonado lo alto de la colina, se mantiene alerta observando lo que sucede.

Confía en que Olympia sabe hacer aliados y no es nada impulsiva en el mal sentido, sabe ver cuando es su mejor momento para reaccionar y, de equivocarse, confía en que Alexander puede protegerla y protegerse a si mismo al mismo tiempo.

De ir algo mal ya se habrían enterado.

Pero, aun sabiendo todo eso y teniendo la confianza plena que tiene en sus amigos, no puede evitar sentirse agitado y ansioso, casi desesperado. Ha respetado la petición de Olympia, ha estado cuidando de Haeri puesto que ella no abandona su lado, también preocupada y aun así continua martirizándose por no haberla acompañado.

Incluso el rey de Deinn, Rune, no ha pegado ojo en toda la noche por estar pensando en los ojos y la boca de la castaña.

Al joven rey le carcome haberla dejado marchar sin haber puesto más resistencia, quiere ir con calma para no asustarla con sus sentimientos ya que la primera vez no salió como planeaba, pero no puede evitar tener miedo de que por haber tenido paciencia, esa haya sido su última vez con ella.

Le conoce, lo único que pasa por su cabeza es su reino y su hermano mayor, es en tan pocas ocasiones cuando Rune aparece en su cabeza, que le atormenta pensar que algún día, por nunca haber sido una de sus prioridades, acabe quedando en el olvido.

Eso le destruiría.

No sabe ni como ni porqué, pero en cuanto vio a Olympia correr hacia su reino, mientras huía de aquellos soldados de Peirl, algo en su interior se agitó, un deseo completamente desconocido floreció en su interior.

Lo primero que hizo fue mirarla al rostro, unos ojos tan diferentes pero hermosos le robaron el aliento, lo siguiente que vio fue unos atractivos labios en forma de corazón que le hizo relamerse los suyos propios. Y después pudo dar un vistazo a la belleza que tenía frente a él, casi como si fuese alguien de un mundo de fantasía.

Ella, a pesar de estar tan sucia y cansada, seguía portando el porte de una princesa, de una reina, de una líder. Casi la confundió con una diosa.

Sonríe ante aquel pensamiento.

Si no hubiese vivido aquella extraña experiencia junto a Olympia, aquella donde entraron a un templo en ruinas y no solo se cruzaron con la antepasada de la reina, sino también con una estatua que hablaba diciendo ser una diosa, jamás habría creído que su imagen de diosa no era tan descabellada como parecía al principio.

Y a estas alturas no puede negar todo lo que esa chica le produce, le enloquece y vive enamorado solo con su recuerdo, cuando la tiene delante hasta siente su corazón latir desbocado y sin descanso.

     Con calma camina hasta colocarse al lado de Daymon cuando le encuentra pensativo y solo en lo alto de la colina. Él se gira a mirarle en cuanto siente la presencia de Rune acercándose a él desde su espalda. Ninguno parece querer hablar, se quedan en silencio mirando al mismo lugar, pensativos.

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⏰ Última actualización: May 29, 2021 ⏰

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