Capitulo 26

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Se ajusta la tela de pelo que usa para apartárselo del rostro mientras entrena, se encuentra tan agotada físicamente que comienzan a dolerle todos los huesos posibles del cuerpo, pero aun así no suelta la espada que tiene sujeta con ambas manos.

El muñeco de paja que usa para entrenarse se encuentra roto desde hace un buen rato, lleva entrenando demasiadas horas sin detenerse ni un minuto para tomar un descanso que le permita tomar una bocana de aire.

No cree necesitarlo.

Aunque no debería dejarse guiar por sentimientos tan devastadores como es la ira, la furia o incluso el odio, no ha podido evitarlo. En aquel muñeco de paja ve reflejado a su hermano, con espada en mano y aquella malvada sonrisa que parece acompañarle últimamente.

Aprieta la mandíbula.

El rostro de Eitan sigue apareciendo cada vez que empuña la espada incluso en sus peores pesadillas, la risa y aquella expresión de autosuficiencia y felicidad cada vez que consigue herirla, como la última vez con aquella joven haer.

Le parece despreciable.

Puede comprender el retorcido pensamiento de su hermano, el hecho de que quiera herirla puesto que le ha supuesto un desafío, probablemente solo deseaba verla a su lado siguiendo todas sus peticiones como una princesa leal, o peor, deseaba verla muerta, pero no pudo llevarlo a cabo a tiempo.

No pudo utilizarla.

No pudo matarla.

Olympia es mucho más fuerte de lo que él creía.

Sea la razón que sea, lo único que no logra entender es ese pensamiento tan cruel para traer devastación a todo el reino, si tanto ansiaba reinar como para acabar con sus padres, debería estar cuidando a su gente, no masacrándola.

Incluso hace tiempo dejo de intentar de hallar la respuesta a la mayor de todas esas incógnitas.

¿A pesar de todos los años que hemos pasado juntos nunca me quiso?

Achica sus ojos contemplando fijamente el muñeco destrozado, cierra sus ojos y se concentra en sentir todo lo que está ocurriendo a su alrededor, desde el ligero ruido provocado por los animales del bosque hasta los silenciosos pasos de alguien que se acerca a ella.

Los abre abruptamente mas no se gira para averiguar de quien se trata, tan solo se mantiene inmóvil contemplando el muñeco con el rostro de su hermano.

- No des ni un paso más – sugiere aun sin mirarle.

Vuelve a cerrar sus ojos creyendo que van a respetar su decisión por tratarse de la reina. Para su desgracia eso no ocurre.

- Creo que deberías tomar un descanso – Daymon sujeta con fuerza el brazo de la reina, que al darse cuenta de quien se trata, intenta alejarse de su agarre – Oly... detente.

- Tengo que seguir practicando.

De un tirón logra arrebatarle la espada, del mismo modo logra que Olympia se gire a mirarle completamente molesta, no le hace gracia la actitud del moreno, no entiende por qué está interrumpiendo su entrenamiento cuando es algo que todo el mundo debería estar haciendo si quieren ganarle a Eitan.

Daymon baja su mirada a la camisa que lleva Olympia, se encuentra completamente empapada en sudor y la tela está adherida a su pequeño cuerpo logrando que parte de este se entrevea.

Su rostro no se encuentra en mejor estado, sus mejillas están tan enrojecidas que de inmediato le recuerdan al color de las cerezas, pequeños cabellos rebeldes se pegan a su frente y mejillas, incluso su respiración es irregular por el ejercicio.

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora