El olor a mar comienza a hacerse presente con cada galope del caballo. Alexander se encuentra con una sonrisa en su rostro mientras grita de alegría junto a Daymon, el cual solo le mira tratando de esconder una divertida sonrisa al ver a su amigo tan lleno de felicidad.
Debido a toda la situación de Olympia queriendo estar con Rune, pero viéndose obligada a casarse con Alexander y no querer, el chico había dejado de mostrarse tan alegre, por su cabeza solo pasaban malos pensamientos, incluso tormentosos.
Por ello, al verle reír y sonreír como ahora le llena de tranquilidad, confía en que Alexander pueda recuperarse para volver a ser quien siempre ha sido.
Olympia, en cambio, no esconde su sonrisa, sino que acompaña al castaño en su arranque de alegría por visitar el mar, a pesar de su motivo real.
- ¡Mira! - exclama Haeri acercándose a ellos con su caballo - ¡es azul!
- ¿Nunca habías visto el mar? - pregunta Alexander asombrado.
- Los haers no tenemos permitido salir del bosque a menos que sea decisión de Dorian - explica Haeri encongiendose de hombros - mi padre teme que nos maten en uno de sus juegos macabros.
Olympia frunce el ceño.
A pesar de que ya conocía sobre su aislamiento y el motivo por el cual lo hacen, no significa que cada vez que lo escucha no se sienta frustrada y cabreada, porque son su pueblo y no merecen ser asesinados o torturados por antiguas decisiones basadas en el temor y el rencor.
- Se acabaron las cacerías, seréis libres de ir a donde queráis.
Haeri sonríe al escuchar las palabras de su reina.
Sabe que Olympia no promete nada a menos que sepa que va a poder realizarlo con completa seguridad, por ello no hay ninguna promesa en sus palabras.
Aunque también sabe que no habla por hablar, por lo que si ha decidido decir esas palabras, es porque en su interior quiere prometerlo, ella va a hacer lo posible para cumplirlo.
Es una promesa no formulada.
- Allí están los soldados de Rune - habla esta vez Daymon señalando a dos hombres en armadura.
- ¿Donde está el princesito? - pregunta Alexander.
Olympia trata de ocultar su risa cuando escucha el mote que el castaño le ha dado al rey. Solo Daymon logra vislumbrar la sonrisa en el rostro de su amiga, pero decide no delatarla.
Hace tiempo Alexander dejó atrás sus celos con respecto a los sentimientos de Olympia y Rune, por muy notables que estos sean, ya que se ha dado cuenta de que ha perdido todo derecho de hacerlo.
Sigue enamorado, pero por fin ha comprendido que su batalla por el amor de la castaña ha finalizado, y él claramente ha perdido.
Ahora es un mero espectador de lo que ocurre entre los dos reyes. En el fondo de su corazón espera que Olympia sea feliz y si es feliz estando junto a Rune, por supuesto que lo aceptará sin meterse más de por medio.
Ha decidido ponerse de lado de Olympia, su propia felicidad llegará eventualmente cuando logre pasar página, sabe que sucederá.
No está seguro si le llevará tiempo, ya que ha sido así prácticamente desde que eran niños, pero sabe que en algún momento, cuando ni siquiera se de cuenta, esos sentimientos que le han torturado van a desaparecer y Olympia seguirá siendo tan especial para él, sin necesidad de tratarse de amor.
Un amor más allá de una amistad o una hermandad.
- Bienvenidos - saluda Rune cuando todos llegan hasta el campamento de los soldados del reino Deinn.
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Lucha de coronas
FantasyA veces aquellos en los que más confiamos, son los primeros en traicionarnos. Eso es algo que aprendió Olympia cuando menos lo esperaba y eso le marcó todo su futuro. Su vida entera. Odiada por el rey de su reino, su propio hermano, tiene que tomar...