Era una presentación de baile, ahora era capaz de recordarlo, donde Eloísa Marzak era la estrella principal debido a que iniciaba su último año escolar.
La joven de rizos castaños había pasado trece semanas practicando para ese momento y Agustín estaba ahí, justo en la butaca número seis de la primera fila. No se perdería ni un solo momento del fulgor que Eloísa desprendería, aunque ya había sido testigo previo del espectáculo que la joven había ensayado.
No obstante, la escenografía, el vestuario y la misma Eloísa diferían de aquellos lapsos atesorados bajo la luz de una bombilla, la oscuridad nocturna y la ausencia de adultos.
— ¿Cuándo se supone que es? —Solía cuestionarle para molestarla al fingir que había olvidado una fecha tan importante.
— Te lo he dicho ya, Gusy —le respondía con un mohín bastante exótico en aquel rostro adornado con viejos anteojos y aparatos dentales que se asomaban al mundo cada vez que ella sonreía—. El dieciocho de octubre.
— El dieciocho de octubre —repetía junto a ella para fastidiarla de la manera en que lo fastidió en su infancia—. ¿Ves que no lo he olvidado?
Eloísa lo sabía, por eso le permitió obsequiarle un brazalete que lució en aquella presentación a pesar de que se molestó en el instante que Agustín rechazó la beca y cambió Inglaterra por un poblado refundido en el norte del continente americano.
— Debiste ir —le dijo la noche que creó una lista de reproducción especialmente para Agustín y su errada posición en el mundo—. Ahora estarías en pubs conociendo a vedettes famosas.
— ¿Piensas estudiar danza para ser vedette?
— No —aseguró con una sonrisa entrañable; de esas que parecen infantiles y llenas de conocimiento a la vez—. Yo quiero formar parte de una compañía de danza y presentarme en teatros importantes. Tú, ¿qué quieres ser, Gusy?
— Yo quiero ser el novio de una famosa bailarina que sea parte de una prestigiosa compañía de danza —decía con una mofa delicada, cuidando la mesura con que se expresaba.
Todo saldría bien.
Agustín trabajaba en el banco. Eloísa cursaba su último año.
Semanas antes, Agustín habló con Sabira y le exigió que fungiera como la persona al mando que el Estado había dicho que era. Eso significó que Hassan se viera obligado a mejorar su comportamiento debido a que era una pésima influencia para su hermana menor y si se le acusaba con el gobierno, Eloísa ganaría el apoyo debido a todo lo que tuvo que soportar. Además, el padre de Eloya pronto quedaría en libertad y él sabría cómo lidiar con su hijo mejor que otros. Únicamente tenían que esperar un poco.
— Casi no me habla —le contó Eloya días antes de su presentación—. Cuando quiero ir a su habitación para preguntarle cómo está, me cierra la puerta y me pide que me vaya.
— Está molesto —expresó Agustín sin conocer los verdaderos alcances que los sentimientos negativos pueden suscitar—. Ya se le pasará.
Pero no se le pasó.
Mientras Eloísa daba los últimos arreglos a su vestuario y Agustín resolvía la furia de su padre por haber rechazado la beca, Hassan planeaba un método de venganza bastante nocivo.
Quizás iba dirigido a los adultos que no lo comprendieron en su infancia. Tal vez era contra su extraña hermana que no compartía rasgos con él. Incluso podía estar desquitándose de Agustín. Los motivos eran algo que no lograba comprender del todo.
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El lado equivocado del mundo
ContoAgustín Hessler confía en que las brújulas lo llevarán al destino correcto que debe ocupar en el mundo. Primero parece ser que Inglaterra es el lugar idóneo. Sin embargo, a veces te encuentras en un lugar provechoso del que reniegas incansablemente...