Condenada.

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-Esther... - Me tomó la mano. - ¿Te... te puedes quedar ésta noche aquí? - Me preguntó, parecía no creerse lo que acaba de pedir.

Ésto se estaba poniendo difícil.

Me incliné a él para besarlo, pero no como tantas noches pasadas, que lo besaba apresurada, desesperada, no... ésta vez fui tierna y dulce, como aquella vez hace años, cuando descubrí la verdad de todo.

-Hoy no Jon. - Dije intentando disimular el gran nudo en mi garganta.

Sabía que deseaba quedarme allí con él, entre sus brazos.

Salí apresurada antes de que cambiara de opinión, entré a mi habitación cerrando la puerta a mi espalda y me dejé caer en mi cama.

No podía quedarme, sabía que si lo hacía, me perjudicaría a mí y también a él... todo se estaba poniendo muy complicado, habían florecido en mí sentimientos que por muchos años intenté esconder.

Creí que largandome de éste lugar podría hacerlo pero... quizá fue peor, el estudiar en el extranjero me ayudó a superar muchas cosas pero no ésto... mucho menos después de saber toda la verdad sobre quien era yo realmente.

¡Dios! odie tanto a mi madre por guardar ese secreto por tantos años, 6 años alejada de ella, alejada de todo... no sirvieron para poder perdonarla. Ella sabía perfectamente que era lo que yo sentía y no me dijo nunca nada... si no ya muy tarde, por eso tuve que irme y dejarlo todo, dejarlo a él...

¡Maldito el día que me fui! Talvez si me hubiera quedado, si le hubiese dicho la verdad... no hubiese tenido que pasar todo lo que pasé. Aunque por otro lado, lo sucedido me volvió más fuerte, me ayudó a cambiar, a convertirme en lo que soy ahora, pero esa Esther se está tambaleando, está en una cuerda floja, dividida entre dos caminos: seguir con la promesa que firmemente me hice o... aceptar lo que siento y confesar la verdad.

¡NO! ¡Eso no podía hacer! No podía fallarme a mí misma., romper con MÍ promesa.. No puedo cometer el mismo error dos veces, ya lo había hecho y me fue muy mal...

Tomé mi celular decidida.

-Hola Marcos ¿Cómo estás? Soy Esther, ¿recuerdas? 

-Ah, hola Esther ¿Cómo has estado? 

-Excelente... ¿Oye, te parece si nos vemos mañana en la tarde? 

-Claro, perfecto. ¿Paso por ti en casa de tu tía? 

-No, no, mejor... nos vemos en el parque ¿te parece? 

-No hay problema Esther, Nos vemos. 

-Adiós. - Y colgué.

Él me ayudará a distraerme lo sé, a recordar quien era antes de llegar aquí, ayudará a traer de vuelta a esa Esther que no ama, la que juega con los hombres, la que nada ni nadie detiene, lo sé, tendrá que funcionar.

El día siguiente, en la tarde, me arreglé para verme con Marcos. Unos jeans negros ajustados, una blusa camisera color salmón y unos zapatos altos negros, me solté el cabello ondulado y me maquillé, resaltando cada detalle de mi rostro, desde mi regreso no había utilizado éste tipo de maquillaje tan sobresaliente, pero hoy, estaba dispuesta a todo por volver a tener la vida de hace unos meses.

-Tía, iré a dar una vuelta por el parque. 

-Está bien, cuidate querida.

Tomé un taxi a las afueras de la casa, el chofer no dejaba de mirarme por el retrovisor, me crucé de piernas mostrando un poco mi trasero para provocarlo un poco.

Muy bien Esther, estás volviendo. - Me dije.

Minutos después llegamos al parque, vi a Marcos sentado en una banca, me acerqué a él.

El juego de Esther Donde viven las historias. Descúbrelo ahora