Familia

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Sentí un leve movimiento bajo mi brazo... abrí mis ojos aperesadamente y el verla entre mis brazos... fue la mejor sensación del mundo.

Besé su cabello, aspirando aquel dulce aroma, luego el lóbulo de su oreja y después su cuello. La sentí retorcerse y reír.

-Me haces cosquillas. - Dijo entre risas.

¡Dios aquella hermosa risa que tanta falta me hacía!

-¿Quieres... algo... de comer? - Pregunté entre besos. 

-Sí, muero de hambre.  

-Perfecto, - me puse de pie y tomé el jeans que yacía en el suelo. - ¿Algo en especial? - Pregunté mientras me los ponía. 

-No lo sé, lo que se te haga más fácil. - Dijo y bostezó aún metida entre las sábanas. 

-Bueno, los spaguetis no me quedan tan mal. 

-¿Ah sí? Pues entonces quiero spaguetis. - Me sonrió. 

-Así será. - Le guiñé un ojo y salí de la habitación para empezar preparar la comida.

Minutos más tarde ya había acabado así que comencé a servir un poco en cada plato, cuando me volteé al desayunador para dejar allí la comida, vi salir a Esther de la habitación con la camisa que yo llevaba puesta anteriormente, la cual, llegaba apenas un poco más abajo de sus glúteos y dejaba entrever sus pechos, dándole un aire realmente sexy.

Pasó la mano por su despeinado cabello que la hacía lucir mucho más sensual aún y me miró sonriente.

¿¡Cómo puede existir alguien tan jodidamente perfecta!? Tanta belleza debe de ser un pecado...

-Huele bien. - Dijo acercándose al desayunador y sentándose en uno de los bancos. 

-Veremos si te gusta como sabe. - Sonreí y coloqué uno de los platos con spagueti frente a ella. Tomó el tenedor, lo hundió en los fideos y se llevo un poco a la boca. Me miró y volvió a sonreír. 

-¡Están realmente buenos! - Comió un poco más. - ¿Desde cuando eres chef? 

-Bueno, he aprendido mucho de el Sr Carlos, mi jefe, es un gran chef y estoy muy agradecido por darme la oportunidad de trabajar con él. - Le expliqué sentándome frente a ella, comiendo también. 

-Sí, se ve una gran persona. - Dijo y me sorprendí de ello, ¿de dónde lo conoce? 

-¿Lo conoces?

Ella me miró detenidamente unos segundos para luego explicar.

-Bueno, he llegado hoy y la única información que tenía sobre tí, era en donde trabajabas, así que fui a buscarte allí y me encontré con ese dulce señor, fue él quien me dijo dónde estabas. 

-Pues creo que ahora estoy doblemente agradecido con él. - Reí y ella también. -¿Te hospedaste en algún hotel?  

-Sí, en uno cerca de aquí. 

-¿Por qué no te quedas aquí... con migo? - Pregunté. 

-No lo sé, Jon. 

-Vamos Esther, tanto tiempo lejos de ti y ahora que estás aquí... no quiero que te vayas.

Me sonrió calidamente.

-No me iré. - Dijo tomando mi mano.  

-Entonces, ¿qué problema hay con que te quedes aquí?

Suspiró y clavó la mirada en su plato.  

Me miró minutos más tarde.

-Jon... ¿qué pasará ahora? 

El juego de Esther Donde viven las historias. Descúbrelo ahora