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-No te entiendo Annie, si tanto te gustaba ese chico no debiste tratarlo tan mal, él solo quería ayudarte, quería sacarte de ahí. -Dijo Colt mientras organizaba la documentación legal del caso de Harris.

-¿Y? -Dije con indiferencia mientras sellaba los sobres con las pruebas ya entregadas a fiscalía.

-No te hagas la que no sabes, se te nota en la cara que te preocupa ese chico, primera vez que te veía de esa manera desesperada cuando Arlert se estaba desangrando en el suelo. -Dijo metiendo las carpetas listas en unas cajas plásticas.- Ni cuando ayudaste a Mikasa a levantar a Jaeger para llevarlo fuera de esa fábrica en Marley.

-Entonces debes ir a verte la vista, la tienes mal. -Dije rápidamente tomando los sobres ya sellados.- Iré a dejar esto a las bodegas y aprovecho de comer algo, cierras cuando te vayas.

-Hey, Annie, no te lo tomes a mal, solo te lo dec-...

-Nos vemos mañana Colt, salúdame a Falco. -Dije saliendo de la oficina pegando un portazo.

No quería seguir escuchando a otras personas. No quería recordar ese día cuando pensaba que un aparecido muy preciado en su vida se estaba muriendo frente a ella; la verdad es que muchos compañeros vio morir en redadas y emboscadas a sus cortos 26 años, pero con Armin había sido distintos, más allá de compartir cama por gusto, era ese sentimiento de confort y seguridad que sentía con él, tanto así que cuando Harris le había mordido varias partes del cuerpo y Armin la consoló con un fuerte abrazo y besos sobre una de las marcas que más le dolían, sintió que todo se derrumbaba, que esos seis meses que llevaba en ese burdel ya la estaban superando, se sentía asqueada con ella misma, pero Armin jamás la miro mal, menos cuando se enteró que eran compañeros de misión y él solo quería arreglar las cosas. Pero no podía, ese chico no servía para ser policía, era muy suave, no iba a progresar y eso se dio por seguro cuando le dispararon.

Ella había entrado a la academia de criminología por su padre, el único hombre en la vida que admiraba, siempre le dio todo, le dio cariño, un hogar aunque no fueran parientes biológicos, ya que su madre biológica la había abandonado en el hospital donde nació. Y el padre de Annie la adoptó cuando tuvo un accidente en una misión de alto riesgo con las fuerzas militares de Marley. Por lo tanto, ella quería ser el orgullo de su padre, y ya lo estaba haciendo, siempre que hablaban por teléfono él le decía que se cuidara, que si en cualquier momento ella quisiera abandonar ese trabajo tan riesgoso de ser detective diamante que lo hiciera, ya que él la quería de vuelta en casa, viva, no en un cajón o en una urna.

Y esa era su meta, volver con honores a casa, y viva.

Así que no podía desviarse de su meta porque su corazón latió más de una vez muy fuerte al ver a ese rubio un par de veces o cuando se revolcaban en la cama, la forma como cambiaba cuando todo comenzaba. La primera vez fue tan vainilla, nunca mentiría, lo había disfrutado, pero ya luego de esas dos semanas que no se vieron, las cosas cambiaron. La tomaba con fuerza, la recorría con detalle único, sus manos eran inquietas, la apretaba por todas partes, le gustaba enredar sus manos en su cabello y que ella gimiera su nombre como si la vida dependiera de eso. Y a ella le encantaba, por completo. Pero más allá de lo carnal, su corazón volvía a traicionarla cuando lo vio un día traer una bolsa en sus manos.

Dulces, pasteles, chocolates.

El muy hijo de puta sabía que moría por el dulce, los pastelitos rellenos y el chocolate.

Y otro punto que la hacía palpitar el corazón más fuerte fue su preocupación latente por sus persona, pocas personas se preocupaban seriamente por ella ya que no era muy empática o sociable, pero este rubio la hacía sentir que valía la pena esperar las noches para verlo y hablar de cosas triviales y olvidar la misión de mierda que había sido hacerse pasar por concubina.

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora