Botella de Vino

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Un día, un mísero día había pasado en esa ciudad olvidada por todos y ya no queríamos más guerra. Sabíamos que iba a ser difícil, era otro universo, todo era más lento.

Elliot nos reconoció a las dos y nos dio la bienvenida con los brazos abiertos. Le presentamos a Pieck como una chica con problemas de salud que vivía en los suburbios de Trost, que al escapar nos habíamos conocido, que tratamos de vivir y buscar trabajo pero a las mujeres de la vida nocturna no se le daba fácil nada. A Pieck la llevaron a realizar trabajo doméstico, Mikasa se fue al trabajo y proceso de los estupefacientes mientras que yo iba acompañar en las reuniones de Elliot con los demás traficantes, ya que se acordaba que yo era la favorita de Harris. Puto asco, cada vez que podía me corría mano ¿Qué podía hacer yo? Mostrar la mejor sonrisa y comportarme como la mujer fría que era.

El cambio de horario nos estaba afectando, la luz artificial me tenía con un dolor de cabeza, Mikasa estaba sufriendo dolor de estómago por tanto químico, y la única que llevaba bien su labor era Pieck, era el nuevo punto de atención de los hombres, literalmente la trataban como una reina con esa sonrisa que tenía. Seguía pensando que Pieck era la apropiada para este trabajo.

-Vamos Annie, iremos a una reunión a la iglesia. -Dijo Elliot tomando su arma encima de la mesa de centro donde los otros idiotas estaban jugando cartas.

-¿A la iglesia? ¿Religioso, señor? -Dije con una sonrisa mientras me acomodaba el abrigo, aunque estuviéramos bajo tierra, el frío era horrible, más que arriba.

-Para nada, pero si Dios nos quiere proveer de riquezas y guardar nuestra mercancía, me vuelvo creyente sin pensarlo. -Dijo mientras caminaba hasta la puerta, lo seguí junto a dos tipos más detrás de mí. Miré de reojo a Pieck quien también me miraba con una sonrisa asintiendo levemente.

La ciudad subterránea no era muy grande pero los edificios hacían parecer que era infinita. Caminamos por unos diez minutos al centro de la ciudad, estaba desolada, era verdad que los tipos de Elliot eran los únicos que vivían aquí.

Al llegar a la famosa iglesia nos dirigimos a la entrada principal.

-¿Qué tipo de culto rendían acá? Si la desgracia se ve por todos lados. -Pregunté mirando la estructura mientras las puertas se abrían y nos dejaban el paso libre.

-Aunque suene ilógico, a las murallas que rodeaban las ciudades antes. Se cuenta la leyenda que los protegían de unos titanes por allá de más de 2.000 años atrás. -Dijo encogiendo los hombros.

-Vaya, mientras en el continente alababan un Dios omnipotente, acá alababan unas murallas, qué cosas ¿No? -Al entrar las luces de la iglesia se encendieron ¿Cómo era posible que tuviera suministros básicos acá? Tampoco era que podía preguntar mucho, Elliot me contestaba porque me "tenía confianza".

Comencé a ver a mis alrededores, en sí la iglesia era una fábrica de paquetes de droga prensada, pero no era lo mismo donde trabajaba Mikasa, no, este lugar era para cosas masivas. Vi a todos los que estaban trabajando ahí, solo hombres, hasta que vi a Zofía.

Una de nuestras cadetes sobresalientes junto a Gabi, ella era nuestra prioridad ahora.

Ella no levantaba la mirada, de seguro ya se había acostumbrado a seguir órdenes. Se veía muy pálida y más delgada de la última vez que la había visto. Claro, falta de vitamina D, de seguro era lo mismo que Gabi, una comida al día y más de 12 horas de trabajo, seguro iba a tener problemas de salud luego de tanto químico, pero esta chica de solo dieciséis años iba a tener un futuro.

-Buenas, he venido a supervisar a mis queridos chicos, también he traído la compañía de una de las mujeres de Harris para alegrar su vista. -Dijo el imbécil de Elliot tocándome los hombros para tomar mi abrigo y sacármelo. Mierda, sabía que esto no iba a ser gratis.- Trabajen y luego pueden jugar un poco con esta rubia espectacular, estaremos arriba. Zofía, tráenos licor.

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora