Quidditch

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PARTE EDITADA ✔   

Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. 

Después de semanas de planificación, Charlie, Lyra, Petra y Teddy estaban listos para recuperar el Mapa del Merodeador. 

Era Viernes por la mañana, el castillo todavía estaba en silencio, aún no era la hora de desayunar. Charlie, Lyra y Petra se levantaron y salieron de la habitación sin hacer ruido. Teddy ya las esperaba en la Sala Común.

—Bien, repasemos el plan —dijoel chico—. Petra, tú te encargaras de hacer ruido en el primer piso, para que la señora Norris aparezca con Filch, después los llevaras por todo el castillo para alejarlos. Cuando Filch este lejos, ustedes dos —Señaló a Charlie y Lyra— entran al despacho de Filch y buscan el mapa. Yo me voy a quedar en la puerta y, cuando Petra vuelva, les aviso y volvemos a las habitaciones y esperamos hasta la hora del desayuno para volver a salir. ¿Entendido?

Los cuatro salieron por el retrato de la Dama Gorda y bajaron seis pisos sigilosamanete. Petra se metió en un aula vacía y comenzó a hacer ruido con todo lo que encontraba, mientras Charlie, Lyra y Teddy bajaban un piso más. Se escondieron en el escobero que estaba al lado del Gran Comedor.

Aguardaron y escucharon cuando Filch gritó: 

—¡PEEVES!

A continuación escucharon los pasos apresurados del celador. Abrieron un pequeño espacio en la puerta y lo vieron (aún en pijama) correr hacía las escaleras, seguido de cerca por la señora Norris.

—¡Vamos! —susurró Teddy y empujó la puerta. Los tres corrieron silenciosamente hasta el despacho de Filch.

Era un lugar que evitaban la mayoría de los estudiantes, una habitación lóbrega y desprovista de ventanas, iluminada por una solitaria lámpara de aceite que colgaba del techo, y en la cual persistía un vago olor a pescado frito. En las paredes había archivadores de madera. Por las etiquetas, Charlie imaginó que contenían detalles de cada uno de los alumnos que Filch había castigado en alguna ocasión. Fred y George Weasley tenían para ellos solos un cajón entero. Detrás de la mesa de Filch, en la pared, colgaba una colección de cadenas y esposas relucientes. Todos sabían que él siempre pedía a Dumbledore que le dejara colgar del techo por los tobillos a los alumnos.

—¡Allí! —Lyra señaló un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».

Las dos se abalanzaron sobre el cajón y lo revolvieron.

—Vamos.. es un pedazo de pergamino.. ya tendríamos que haberlo encontrado —murmuraba Lyra.

Encontraron todo tipo de cosas, pero todas estaban rotas, nada servía.

—Espero que no lo haya hecho desaparecer...

—Pudo haberlo partido en dos... —Lyra adoptó una expresión de terror—. ¿Crees que siga funcionando?

—Cállate, no pienses en lo peor.

Afuera, Teddy esperaba en la puerta. Petra llegó corriendo.

—¡Teddy! ¡Filch...está bajando! —dijo, recuperando el aire—. Esa maldita gata me vio... tenemos que irnos.

Entraron al despacho.

—Vamos, Filch viene. ¿Lo encontraron? 

Las dos negaron.

—Filch no lo tiene —se lamentó Charlie—. Voy a entrar en pánico, vamonos. Tengo que escribirle a mi padre.

La Protectora del Olimpo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora