Nicolás Flamel

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PARTE EDITADA

1992

Dumbledore había convencido a Charlie de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo del baúl de Harry. Charlie deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo. Comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez, soñaba que monstruos aparecían en el castillo, intentando matarla.

—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loca —dijo Ron, cuando Charlie les contó sus sueños.

Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de ellos vagando por el colegio tres noches seguidas ("¡Si Filch los hubiera atrapado!") y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel.

Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry estaba seguro de haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Harry y Charlie tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.

Oliver los hacia trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Oliver se había convertido en un fanático, pero Charlie estaba de acuerdo con Oliver. Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años.

Además de que deseaba ganar; Charlie descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansada por el ejercicio.

Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Oliver les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

—¡Dejen de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

George, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo fue árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

—No es culpa mía —dijo Oliver—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

Todo aquello estaba muy bien, pensaron Harry y Charlie; pero ellos tenía otra razón para no querer estar cerca de Snape mientras jugaban al quidditch.

Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero los hermanos se dirigieron directamente a la sala común de Gryffindor; donde encontraron a Ron y Hermione jugando al ajedrez. Lyra y Teddy alentaban a Ron, mientras Petra alentaba a Hermione. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que consideraban muy beneficioso para ella.

—No me hablen durante un momento —dijo Ron, cuando Harry se sentó al lado—. Necesito concen... —Vio el rostro de Harry—. ¿Qué te sucede? Tienes una cara terrible.

En tono bajo, para que nadie más los oyera, Harry les explicó el súbito y siniestro deseo de Snape de ser árbitro de quidditch.

—No juegues —dijo de inmediato Hermione.

La Protectora del Olimpo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora