Las camas de agua de Crusty

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En medio de Las Vegas, Annabeth los hizo subir a un taxi como si realmente tuviéran dinero y le dijo al conductor:
-A Los Angeles, por favor.
El taxista mordisqueó su puro y les dio un buen repaso.
-Eso son quinientos kilómetros. Tendrán que pagarme por adelantado.
-¿Acepta tarjetas de débito de los casinos? -preguntó Annabeth.
Se encogió de hombros.
-Algunas. Lo mismo que con las tarjetas de crédito. Primero tengo que comprobarlas.
Annabeth le tendió su tarjeta verde LotusCash. El taxista la miró con escepticismo.
-Pásela -le animó Annabeth.
Lo hizo.
El taxímetro se encendió y las luces parpadearon. Marcó el precio del viaje y, al final, junto al signo del dólar apareció el símbolo de infinito. Al hombre se le cayó el puro de la boca. Volvió a mirarlos, esta vez con los ojos como platos.
-¿A qué parte de Los Ángeles... esto, alteza?
-Al embarcadero de Santa Mónica. -Annabeth se irguió en el asiento, muy ufana con lo de "alteza"-. Si nos lleva rápido, puede quedarse el cambio.
El cuentakilómetros del coche no bajó en ningún momento de ciento cincuenta por el desierto del Mojave.
En la carretera tuvieron tiempo de sobra para hablar. Percy les contó su último sueño, pero los detalles se volvieron borrosos al intentar recordarlos. El Casino Loto parecía haber provocado un cortocircuito en su memoria. No recordaba de quién era la voz del sirviente invisible, aunque estaba seguro de que era alguien que conocía. El sirviente había llamado al monstruo del foso algo más aparte de "mi señor".
Había usado un nombre o título especial...
-¿El Silencioso? -sugirió Annabeth-. ¿Plutón? Ambos son apodos para Hades.
-A lo mejor.
-Ese salón del trono se asemeja al de Hades -intervino Grover-. Así suelen describirlo.
Percy meneó la cabeza.
-Aquí falla algo. El salón del trono no era la parte principal del sueño. Y la voz del foso... No sé. Es que no sonaba como la voz de un dios.
Los ojos de Annabeth se abrieron como platos.
-¿Qué piensas?
-Eh... nada. Sólo que... No, tiene que ser Hades. Quizá envió al ladrón, esa persona invisible, por el rayo maestro y algo salió mal...
-¿Como qué?
-No... no lo sé -dijo-. Pero si robó el símbolo de poder de Zeus del Olimpo y los dioses estaban buscándolo... Me refiero a que pudieron salir mal muchas cosas. Así que el ladrón tuvo que esconder el rayo, o lo perdió. En cualquier caso, no consiguió llevárselo a Hades. Eso es lo que la voz dijo en tu sueño, ¿no? El tipo fracasó. Eso explicaría por qué las Furias lo estaban buscando en el autobús. Tal vez pensaron que nosotros lo habíamos recuperado. -Annabeth había palidecido.
-Pero si ya hubieran recuperado el rayo -contestó Percy-, ¿Por qué habrían de enviarme al inframundo?
-Para amenazar a Hades -sugirió Grover-. Para hacerle chantaje o sobornarlo para que te devuelva a tu madre.
-Menudos pensamientos malos tienes para ser una cabra.
-Vaya, gracias.
-Pero la cosa del foso dijo que esperaba dos objetos -recordó Charlie-. Si el rayo maestro es uno, ¿cuál es el otro?
Grover meneó la cabeza. Annabeth miraba a Charlie como si supiera su próxima pregunta y deseara que no la hiciese.
-Tú sabes lo que hay en el foso, ¿verdad? -preguntó-. Vamos, si no es Hades.
-Charlie... no hablemos de ello. Porque si no es Hades... No; tiene que ser Hades.
Dejában atrás eriales. Cruzaron una señal que ponía: "FRONTERA ESTATAL DE CALIFORNIA, 20 KILÓMETROS."
-La respuesta está en el inframundo -aseguró Annabeth-. Has visto espíritus de muertos, Percy. Sólo hay un lugar posible para eso. Estamos en el buen camino.
Intentó subirles la moral sugiriendo estrategias inteligentes para entrar en la tierra de los muertos, pero Charlie no lograba concentrarse. No podía dejar de pensar en que el haberse retrasado era su culpa. En ese momento se dirigian al inframundo a ciento cincuenta kilómetros por hora, convencidos de que Hades tenía el rayo maestro. Si llegaban allí y descubrian que no era así, no tendrían tiempo de corregirse. La fecha límite del solsticio había concluido y la guerra empezaría. Si tan solo no se hubiera distraido con Nico y Bianca, tal vez se hubiera dado cuenta de la trampa y hubieran salido antes...
Un momento.
Nico y Bianca.
-Oh no -soltó en voz alta, golpeando su cabeza con la palma de la mano.
-¿Qué? -preguntó Annabeth
-Soy una estupida. Me olvidé de Nico y Bianca.
-¿Qué? -repitió Percy
-En el casino, había dos hermanos. Nico y Bianca. Al principio creí que eran mortales, pero después pude sentir el poder que irradiaban. Eran semidioses y muy poderosos. Cuando salimos, tendríamos que haberlos traido con nosotros. Zeus sabrá cuando lograran salir de ahí.
-¿Podías sentir su poder? -preguntó Grover
-Pues claro. Tal como puedo sentir el poder de Percy...
Grover tragó saliva.
-¿No estarás pensando que..?
-No importa. -urgió Grover-. Volveremos a recogerlos luego.
Al anochecer, el taxi los dejó en la playa de Santa Mónica. Tenía el mismo aspecto que tienen las playas de Los Ángeles en las películas, aunque olía peor. Había atracciones en el embarcadero, palmeras junto a las aceras, vagabundos durmiendo en las dunas y surferos esperando la ola perfecta.
Charlie, Grover, Annabeth y Percy caminaron hasta la orilla.
-¿Y ahora qué? -preguntó Annabeth.
Percy se metió en las olas.
-¡Percy! -llamó Annabeth-. ¿Qué estás haciendo?
Siguió caminando hasta que el agua le llegó a la cintura, después hasta el pecho.
Annabeth seguía gritando:
-¿No sabes lo contaminada que está el agua? ¡Hay todo tipo de sustancias tóxicas!
En ese momento metió la cabeza bajo el agua.

La Protectora del Olimpo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora