CAPÍTULO 1

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Abro mis ojos de golpe, sintiendo cómo el aire llenaba mis pulmones de una forma muy necesitada. Tenía la sensación de haber estado debajo del agua mucho tiempo, pues las bocanadas de aire que daba eran algo violentas y bruscas. 

Un pitido inundó mis oídos haciendo que vuelva a cerrar mis ojos, intenté llevar mis manos a mis orejas, pero algo me impedía alzarlas. Abrí mis ojos nuevamente dirigiendo mi vista hacia mis manos, viendo que una cuerda blanca las inmovilizaba. 

Estaba atada. 

Recorrí mi cuerpo con mis ojos, viendo que un montón de parches con cables estaban adheridos a él. A un lado de mi, había una máquina que monitoreaba mis latidos. 

Mis ojos desesperados empezaron a recorrer la habitación en dónde estaba; era completamente blanca y con solo una pintura en una pared. Esta era de un paisaje lleno de flores de todos colores, al fondo, se veía un lago.  Tragué saliva la darme cuenta que el lugar estaba muy silencioso. 

¿Dónde están todos?

"Estás sola, pequeña borreguita". 

Negué con la cabeza mientras la enfermiza sensación del miedo empezaba a picarme en la nuca.  Intenté soltar mis manos de las ataduras, pero no tenía mucha fuerza. Me sentía enferma.

¿Dónde estoy?. 

La puerta de la habitación fue abierta, revelando a una persona usando un traje blanco que la cubría de pies a cabeza. Entró de espaldas, mientras su cuerpo se movía ligeramente cómo si estuviera bailando. Se hizo a un lado dejando ver que traía equipo de limpieza. 

—Oye...—dije en un susurro, mi voz salió demasiado rasposa. La persona me ignoró—¡Ey!—dije más alto, pero la persona seguía sin escucharme. 

Justo cuándo estaba a punto de volver a llamarle la persona se volteó a mi dirección, dejándome ver su cara a través del casco que la cubría. Era un chico que parecía ser ligeramente más grande que yo. Podía leer el miedo en sus ojos al momento de hacer contacto con los míos. 

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?—pregunté intentando que mi voz fuera lo más clara posible, pues me dolía la garganta al hablar. El chico no respondió—¿Sí me escuchas? ¿Hablas español?—volví a preguntar creyendo que, tal vez, él no hablaba el mismo idioma que el mío.

Pero él lo único que hizo fue que, de forma muy disimulada, empezó a caminar hacia atrás. Sus ojos no se separaban de los míos ni de mis ataduras. 

"Te tiene miedo..."

—¡Respóndeme!—grité desesperada mientras empezaba a forcejar con las ataduras—¡¿Dónde estoy?!—una mano logré zafar de la cuerda blanca, haciendo que el chico corriera asustado dejando la puerta abierta. 

Rápidamente empecé a desatar el nudo de mi mano sobrante, quitando después todos los cables que estaban rodeando mi cuerpo.  Me levanté de la cama abruptamente, haciendo que casi caiga al suelo debido a un mareo. Caminé procurando no tropezar hasta la puerta, apoyándome del marco de ésta una vez que llegué. 

"Corre". 

Voltee a ambos lados verificando que no haya nadie, pero cuando voltee hacia mi izquierda vi a un grupo de hombres con uniforme venir hacia a mi. Sin pensarlo dos veces salí corriendo en dirección contraria a ellos. 

—¡Detente!—escuché a uno de ellos gritar atrás de mi, pero eso sólo hizo que apretara mi paso—¡Es una orden!—volvió a gritar la misma voz. 

Cómo si le fuera a hacer caso. 

Doblé en una esquina viendo que era un pasillo con más habitaciones de puertas blancas. Enfrente de mi venía otro grupo de personas: hombres vestidos de uniformes con armas en mano, encabezándolos, estaba una mujer de bata blanca. 

SOLA | BELLAMY B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora