CHERRY
Nuevamente mis padres están discutiendo y busco por eso, los auriculares arriba de mi cama y desde el celular, una canción para este tipo de casos con un volumen en alto.
También un segundo auxilio, tomando asiento en el suelo y contra la cama a modo respaldo mientras abro un caramelo de cereza.
Mi favorito en sabor como color.
Cual lo saboreo más que por gusto, por necesidad, ya que hasta la acción de comerlo y que mi lengua juegue con él, ayuda a concentrarme en mis cosas y no en la discusión de mis padres que parece que este, va a durar más que el anterior.
Uno mis rodillas para apoyar mi libreta con anotaciones musicales y aunque las sé de memoria como si fuera siempre la primera vez, las releo bajo la canción que escucho y mis dedos apenas elevados y como si tuviera un teclado de piano frente mío, se mueven al son de las notas en el pentagrama dibujado.
Amo a mis padres, pero...¿Pueden dos personas que se aman, discutir tanto ante cualquier motivo aparente?
¿Se aman en realidad, todavía?
¿Hacerlo y siendo siempre la protagonista, echar la culpa siempre al otro?
La economía, una ropa no lavada, un calcetín sin su compañero, una cuenta por pagar, mi abuela con su pronta visita y la no, menos importante.
Que uno dejó sus sueños o carrera por el otro.
Desde que tengo 5 años o quizás menos, los escucho.
Me saco los auriculares sobre el último sabor de mi caramelo y acompañado de un resoplido.
Pero 20 años después, ya eso cansa.
Solo quiero un poco de tranquilidad.
Bajando los auriculares a mi cuello, me pongo de pie con otro segundo suspiro y en mi trayecto a la puerta de mi habitación, guardando mi móvil en uno de los bolsillos de mi chaqueta y haciendo a un lado mi pelo negro, la abro para salir.
En realidad, escapar.
- ¡Salgo un momento! - Les digo sorteando unas cajas de mudanza y atravesando el pasillo que une las habitaciones con el comedor y solo percibo de reojo los ademanes de ambos, mientras siguen con su pleito muy concentrados en la cocina.
Creo que no se dieron cuenta o tal vez, sí, pero como en su discusión, me han respondido con más ademanes.
Ni idea.
Pero estando en la calle y sin sentir más ese tipo de música, respiro libre sobre la acera antes de hacerme camino a cualquier lado.
Nos mudamos poco más de dos semanas.
Ciudad que ya vivimos cuando era muy niña, pero casa nueva por el trabajo de mi padre con una nueva sucursal, necesitando gerencia de confianza.
La zona es agradable y tengo lindos recuerdos con sus calles diagonales y algunas hasta con adoquines reemplazando el clásico asfalto, cual y por eso con su pequeña pendiente en esta parte nueva como desconocida para mí, llama mi atención para continuar por ahí, sobre la búsqueda de mis auriculares nuevamente de mi cuello y acomodarlos en mi cabeza para poner otra vez mi música.
Y no me lleva mucha distancia para llegar a una bonita manzana con algunas tiendas.
Es otoño y los árboles que adornan las aceras en contraste con los colores alegres de cada comercio, estos con sus hojas ocres y tonos amarillos, me hacen sonreír, porque van a la par de Vivaldi y sus cuatro estaciones que escucho.
Mi nariz inhala.
Al igual que aroma a café recién hecho.
Mi rostro sigue el mismo, ya que soy buena en eso.
De una cafetería ubicada en la esquina y cruzando la calle.
Hojas moras y doradas por la brisa, recorren la calle de adoquines y se arremolinan con suavidad delante mío, como si fueran una frontera entre la cafetería de un lado y yo del otro mirándola, trayéndome vagos recuerdos de mi niñez.
Y por eso elevo mi vista hacia el cielo despejado y a ese sol que aún puede contra este otoño apenas iniciando.
Quedando mis ojos tras recorrer ese azul en un punto fijo que apenas puedo ver por el resplandor, pero ayudada con una de mis manos tipo visera y por sombra, mejoro mi visión.
Arriba de la cafetería y desde su techo, un hombre mira todo.
Es una imagen casual y corriente, pero estúpidamente llama mi atención y hasta me acomodo para ver mejor.
¿Será que y por todo este contraste otoñal, él desde la azotea y llevando lo que parece una especie de gabardina liviana y oscura, totalmente en su mundo?
Su mirada perdida lo dice.
¿Encuadra perfectamente en este escenario?
¿Lo es sin ser él otoño, pero estando en la estación?
Ya que esta, representa el desapego y como sus hojas, el soltar viejas actitudes, comportamiento o personas que no nos hacen felices.
Con cada otoño llegando, es desintoxicar una parte de nuestras vidas, sin embargo él representa todo lo contrario.
No lo puedo afirmar en su totalidad y tampoco puedo seguir con mi análisis, ya que baja su vista y creo que se dio cuenta que está siendo observado y apuro mis pasos, retomando mi caminata como mirando con nostalgia por última vez hacia la cafetería.
Me hubiera gustado entrar y tomar una taza de café.
Palpo mis bolsillos.
Pero, no traje un billete.
Que tonta...
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Cherry Love [COMPLETA]
RomanceSINOPSIS Dicen que la música y una buena taza de café van de la mano en cualquier transición que uno hace en nuestras mudanzas de vida. Ya que a los cambios que somos sometidos o se experimentan y se debe resolver, acompañado de una taza de café y m...