CAPITULO 8

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CESAR

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CESAR

Ok.

Comprendo que no tuvimos y por mi culpa, la mejor presentación y que, quedé como el bastardo más hijo de perra con mi actitud.

Y creo que de ahí viene este y digamos acosamiento, pero ahora y tras salir de la farmacia la titulo al verla a metro de distancia comiendo algo, cargo de conciencia y siendo bien pendejo en vez de aclarar y pedir de una, disculpas.

Me encuentro.

Debí comprar curitas, también.

Ante su cortada de rostro por ignorarme, siguiéndola pasos atrás como en el principio sin saber mucho que hacer, sobre los suyos indignada y sin dejar de masticar su chocolate, pero con más énfasis.

Algo así, como ingiriera bloques de cemento por los gestos que logro notar.

Casi llegando a la cafetería, se detiene y yo la imito.

Sus hombros bajando y subiendo, me dicen que mantenga cierta distancia o que hubiera sido mejor idea, haber hecho mi regreso del otro lado de la acera.

Sin embargo, heroicamente y antes de que ella gesticule alguna palabra.

O mandada a la mierda.

Me atrevo a ser el primero.

- No soy una mierda de persona, aunque la brusquedad de mi trato hacia ti hoy a la tarde lo demostró y te pido disculpas por eso...

- No soy una mierda de persona, aunque la brusquedad de mi trato hacia ti hoy a la tarde lo demostró y te pido disculpas por eso

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CHERRY

- ...pero créeme que y aunque tuvo una justificación, no fue la intensión. - Al detenerme, es el primero que habla.

Era entendible que compartíamos el mismo trayecto, si él regresaba a la cafetería y yo a mi casa.

Pero saberlo atrás mío y prácticamente a la misma velocidad de mis pasos, juro que sentía una especie de aire nebuloso de su parte que me hizo detener.

En un principio con la idea para que siguiera su camino y yo luego, en libertad y sin su presencia a mis espaldas terminando odiosa mi chocolate y mi bolsa de caramelos hasta que mi hígado me diga basta.

Pero, ahora ese aire de segundos antes nebuloso, estaba pasando y por más lobreguez, a su clima.

Ese famoso otoño sin ser otoño y que todo él emana como bien dije hoy cuando lo vi por primera vez en la azotea, por sus palabras pidiendo disculpas y cual percibo que es sincero, pero preguntándome.

¿Qué es lo que no suelta o mejor dicho, por qué, tanta tristeza?

No lo pregunto y él tampoco me lo ilumina.

Sin embargo, se limita a mostrarme una bolsita que lleva en una de sus manos.

Sin embargo, se limita a mostrarme una bolsita que lleva en una de sus manos

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CESAR

El sonido de la máquina espresso se intensifica por el silencio en el interior de la cafetería y por la hora de la noche, para luego el aroma a café terminar de coronar todo por colmar, cuando se vierte lentamente en dos tazas que yo mismo pongo.

Tanto ella como yo, no sabemos que decir, pero lo importante que aceptó la taza de café en la acera y eso es ya un progreso.

Llevo las dos tazas de humeante café hasta la mesa que eligió cuando entramos y reconozco que el silencio de los dos se hace más incómodo mientras tomo también asiento.

- Analgésico. - Lo dice bajo y mirando la tableta que saca de la bolsa que yo tenía.

Sí.

En mi seguimiento y viendo la farmacia de turno fue lo primero que se me ocurrió comprar.

En un principio por la migraña que me acechaba de hoy a la tarde y su castigo fue culpable de no poder dormir.

Pero, milagrosamente y dándome cuenta una vez dentro del local, la misma había desaparecido.

Ese martilleo se había esfumado cuando la divisé, siendo más bien, dolor de culpa y no de cabeza.

Y extraño o no, como olvidando eso, terminé pidiendo algún tipo de analgésico para ella.

No saca ningún comprimido, aunque lo deja a un lado para aceptar la taza que le acerco y puedo ver como disfruta su visual antes de darle un sorbo como yo, ya lo hice, para luego abrir el paquete de chocolate, cual creía vacío.

Pero no, aún hay dos cuadraditos que los saca con cuidado.

De pronto y lejos del aturdimiento de antes en cuanto a comerlo con ganas.

Muchas ganas.

Acomoda su taza y su cuchara, para luego partir el dulce y solo depositar un cuadradito sobre su plato, mirando ese conjunto como si fuera la obra maestra más excepcional del mundo.

Y cuando creí por eso, que hasta había olvidado mi presencia, el segundo pedacito de chocolate lo deja en mi plato y junto a mi taza de café.

- No soy de los dulces... - Le quiero explicar.

- ...no se trata de eso. - Corta mi poco fanatismo al azúcar. - El café. - Acomoda mejor la taza todavía sin beber. - Es como un protagonista de nuestros días y nos adentramos en él, solos o en compañía, donde su color como aroma sea el momento, nos da consuelo o aliento. Cuando toma uno en la cafetería va por una de esas cosas, aumenta lo alerta y la autoconfianza... - Prosigue y comprendo su punto, ya que soy testigo de ver clientes tras y beberlo, disfrutando de ese rato en la cafetería, su apariencia tiene otra connotación.

Tiene razón.

Y sonrío levemente, recordando los clientes.

Si vienen solos, su efecto de salida es más de confianza y determinación para retomar o proseguir con su día.

Y si lo hacen acompañados, el humor prevalece entre amigos por distenderse en las charlas que surgen y hasta risas que con Raquel a veces escuchamos desde nuestro puestos.

Y sin son de pareja, ese aire cómplice como romántico, nace entre ellos y con sus tazas como cupido entre ambos.

- ...a veces viene acompañado de una masa, pero cuando se hace con un chocolate. - Continúa. - Esa tranquilidad o disfrute, se trasforma en felicidad por la combinación perfecta y si esa persona necesitaba sonreír... - Bebe al fin su café, seguido a mostrarme su cuadradito. - lo va hacer. - Finaliza mientras la escucho atento y cruzados de brazos, metiendo el dulce a su boca.

Y sonreírme, tal como su explicación dijo.

Guau...

Cherry Love [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora