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Cosas de amigos

Cordillera Mieming, 1934

Aprendí algo hoy. Aunque en realidad, creo que lo supe desde siempre.

El egoísmo humano es cruel y violento, se empeña en vivir en sociedad, pero al mismo tiempo solo busca beneficiarse a sí mismo abusando de otros. La historia de la humanidad fue escrita con sangre, ha habido guerras para conquistar y someter a los que se opongan a los ideales del gobernante del pueblo más fuerte. Los leales guerreros sacrifican sus vidas en cada batalla por órdenes de aquellos que no se atreven a enfrentarse, pero quienes se adjudican un poder que no tienen en verdad. Nosotros, el pueblo, somos mayoría y aun así permitimos que solo una parte de la sociedad se beneficie, ¿por qué? No lo sé pero, a pesar de que la vida que conocía estaba sufriendo un cambio, jamás imaginaría que, por lo que estaba pasando en ese momento, sería una nada comparado con lo que me esperaba dentro de unos cuantos años.

Con la llegada del Partido Nacionalsocialista al poder por medio de Hitler como canciller, los cambios se hicieron más evidentes. Lentamente comenzaron a destituir a todos aquellos funcionarios que fueran en contra de la visión del canciller, además de que comenzó a colocar a su gente en puestos estratégicos y a someter a los estados independientes bajo un mismo régimen. Lentamente nuestro imperio comenzaba a convertirse en una dictadura totalitaria.

Mis padres trataban de mantenernos a mi hermano Ike y a mí en la ignorancia para que no nos asustáramos, pero en las noches yo robaba el periódico de mi padre y leía las noticias iluminando torpemente el diario con un cutre bombillo al que yo mismo le había hecho las conexiones.

¿Cómo no iba a hacerlo si el rechazo hacia mi gente comenzó a hacerse más notorio? A estas alturas el hombre de la leche le negaba el producto a mi madre, luego siguió el vendedor de queso y más tarde el del pan. A veces solo teníamos frijoles para comer y no tenía idea de cómo le hacía mi madre para obtener algunos víveres de vez en cuando.

En la escuela, yo cursaba ya el cuarto grado en el hauptschule y me empecé a dar cuenta de que el profesor Garrison me ignoraba en clase. Se negaba a revisar mis trabajos y a veces no respondía a mis preguntas. Algunos chicos me molestaban y, aunque Stan y Kenny me defendían, estaba casi seguro de que ninguno de ellos sabía la razón de los rechazos a mi persona y como no quise que mis amigos se perjudicaran por ayudarme, comencé a faltar a la escuela un día o dos a la semana, fingiendo enfermedad para que mis amigos no sintieran lástima de mí.

Creo que solamente por ellos era que no me dejaba caer. Por mucho que Cartman se negara a aceptarlo, ellos siempre estaban conmigo y yo se los agradecía de todas las maneras posibles. Dejamos de frecuentar el cementerio también, al haber crecido el pueblo, este ya no se encontraba tan apartado del bullicio como nos gustaba y los chicos mayores solían ir a molestarnos más fácilmente. Por eso ahora nos reuníamos en el lago, al estar adentrado en el bosque, difícilmente las personas solían deambular por ese lugar.

Por ese tiempo Stan estaba aprendiendo a tocar la guitarra, mientras que Kenny practicaba sus habilidades de buceo esperando encontrar alguna perla que pudiera regalarle a su hermanita Karen. Cartman solía pescar sobre una roca y se enfadaba porque decía que nuestro amigo le espantaba a los peces. Por mi parte, yo permanecía cerca de Stan leyendo mientras él entonaba torpemente canciones que le dedicaría a Wendy cuando le pidiera ser su novia porque todavía no era capaz de hacerlo. A veces no sabía si debía sentir pena por él.

Aquella tarde los cuatro nos reunimos frente a una fogata que había hecho Kenny cerca de la orilla del lago, pues lo que le faltaba de parlanchín a ese chico, le sobraba en habilidades. Él era bueno en los deportes, aunque prefería no esforzarse mucho haciendo ejercicio, y era apto para el trabajo duro -era el único que podía soportar una jornada completa cuando Stan nos pedía ayuda en la granja de su padre- además de que sobresalía en deberes como la cocina, tejiendo y, sobre todo, había obtenido un carisma tal, que difícilmente pasaba desapercibido para las chicas.