Zero

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Era el torneo de los tres magos. Por fin después de tanto esfuerzo, Cedric Diggory habia conseguido superar con éxito las 2 pruebas. A petición de cierta azabache, en esos momentos se encontraba junto a ella minutos antes de iniciar con el laberinto.

—Por favor, júrame que saldrás sin ningún rasguño.

—Lo prometo, cariño.

Seguido de algunos besos y un abrazo de varios segundos, el joven castaño bajo de aquellas gradas para encaminarse a la entrada. Con una sonrisa de oreja a oreja; su padre lo esperaba de brazos abiertos para encaminarlo a la entrada de dicho laberinto. Leonor, por su parte, se dedicaba a observar cada parte de su anatomía a lo lejos. Ella ya sabía lo que iba a suceder, tenía aquel vago presentimiento y aquello le preocupaba de sobremanera. Pero, un pequeño rayo de esperanza le decía que sus suposiciones eran erróneas pese a ser de las mejores en la clase de adivinación. Tenía esa vaga idea dentro de su cabeza, la cual le costaría la vida de su amado.

De un momento a otro, aquella canción característica de ese día se detuvo, dejó de ver la anatomía de su pareja para después observar a todos lados al percatarse que lentamente el escenario comenzaba a cambiar. Se exaltó enormemente al ver a su amor frente a ella, con aquellos orbes perdidos y sin brillo. Tal como lo había visto por última vez cuando Harry Potter salió de Aquel catastrófico laberinto con su cuerpo.

—Todo fue tu culpa. Sabías lo que me sucedería Leonor; ¿No se supone que querías protegerme? ¿No iríamos a Dinamarca a vivir juntos después de la graduación? ¿Porqué? ¿¡Porqué no me detuviste!?

Un grito ahogado fue lo que despertó a la persona que dormía en aquella habitación; aquella joven azabache había vuelto a soñar con ese día, ese mísero día el cual hizo que un enorme vacío se instalara en su pecho.

—¡Leonor! -Hermione se acercó de inmediato medio adormilada a procurar a su mejor amiga. Pese a ser de cursos completamente distintos, se habían vuelto bastante cercanas, ya que aquella tierna ojiazul fue la primera persona en hablarle cuando entró al colegio a la corta edad de once años.-

—No puedo, fue mi culpa. Fue completamente mi culpa. —Balbuceaba silenciosa mientras lágrimas salían inconscientes de sus orbes, correspondiendo al sincero abrazo que la castaña le estaba brindando.—

Desde aquel suceso los días de la bruja ya no eran iguales; vivía con la culpabilidad de saber que si hubiera confiado más en su intuición, habría podido salvar a una persona, a su pareja; a su Cedric.

—Tranquila... Fue solo un sueño —murmuró como único consuelo, seguido de una caricia en la frágil espalda de la joven estudiante.—

¿Cómo iba a ser solo un sueño si Cedric Diggory estaba muerto?

Los ojos de la chica se opacaron aún más al escuchar las palabras de apoyo de su compañera; se sentía completamente vacía sin el. Se separó suavemente de Hermione para después darse cuenta de la cruel realidad; vio el rostro preocupado de su amiga debajo de una grandes ojeras y ojos completamente cansados. Ya no se veía a la Hermione risueña que había conocido, si no las migajas de su pasado. Se veía totalmente hecha añicos al ver a su mejor amiga mal emocionalmente. Además, se notaba a kilómetros que indirectamente la muerte de Cedric Diggory le había afectado a mas personas además de a la azabache. Bajó suavemente la mirada.

Se sentía culpable. Inconscientemente estaba dañando a la gente que quería por su estado anímico. Incluso hizo que la castaña no pudiera visitar a su familia en las vacaciones de navidad con tal de estar al pendiente de ella durante las noches. Necesitaba hacer algo si es que acaso valoraba a la pobre chica que se desvivía por ella.

𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀. -ᴇᴅᴡᴀʀᴅ ᴄᴜʟʟᴇɴ-.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora