One

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Y ahí estaba; sentada en una de las cabinas del tren con una serie de pensamientos sobre su cabeza. Era exactamente el 3 de enero. 20 días habían pasado desde la charla que tuvo con Albus y, en ese tiempo, aprovechó para despedirse de la manera más adecuada de hogwarts y sus amigos. Recuerda la pijamada que había tenido con el trío de oro un día antes de que ella partiera lejos de Inglaterra, fue la mejor despedida que pudo tener. Un suspiro salió de sus labios al notar cada vez más y más cerca la estación. Comenzó a tomar sus cosas con algo de pereza; realmente no quería irse, pero era algo que necesitaba para despejarse y completar su luto sin afectar tanto a su bienestar mental.

Salió de la cabina perdida en sus pensamientos. Todavía recordaba la primera vez que conoció a su amado. Había acontecido en el último vagón (el cual ella había aguardado todo el viaje) y fue a la corta edad de 11 años.

Disculpa, chica, ¿Puedo sentarme aquí? Es que no hay más lugares en los asientos de adelante. -Un niño con mirada dulce y alegre apareció como por arte de magia en la entrada de la cabina; La única niña que estaba ahí se asustó de sobremanera, se encontraba comiendo uno de los dulces que su padre le había mandado para el camino y casi se atraganta con el.-

—A-ah, claro...¿Eres...?

—Cedric, Cedric Diggory -sonriente, aquel niño de mirada tierna se sentó como Juan en su casa mientras extendía su manita con furor, sin quitar aquella dulce sonrisa de oreja a oreja-.

Aquella felicidad fue contagiada de inmediato, por lo que la dulce niña pelinegra correspondió al gesto.

—Me llamo Leonor, Leonor Somerset

—Que lindo nombre tienes Leonor. Y dime, ¿Cuándo recibiste tu carta?

Aquel dulce niño era sumamente curioso y extrovertido, cosa que no paso por alto Leonor; eran como dos polos completamente opuestos, ya que, si se hubieran invertido los papeles, ella simplemente se hubiera sentado sin decirle nada en todo el camino, sacando a la luz su personalidad discreta e introvertida.

Lo que nunca le pasó por la cabeza a esa tímida niña, era que aquel vagón sería hasta el final de sus días su punto de encuentro cada regreso a clases de aquella escuela de magia, y aquel niño tan curioso y dulce, sería más que un simple amigo de vagón.

Una pequeña lágrima traicionera salió de sus ojos. Dolía saber que cada rincón de aquel sitio le recordaba a el.

Pero ya no lo permitiría más, no podía vivir en el recuerdo.

Encaminandose a la salida del tren, tomó fuertemente el soporte de su baúl y, acompañada de la jaula donde tenía a su lechuza, fue a tomar uno de los carritos que estaban apilados al rincón de la estación 9¾. Sin más rodeos, atravesó aquella pared de ladrillos, con la esperanza de que su madre muggle se encontrara esperándola.

Sinceramente ella nunca conoció a su madre, por lo que no sabría a ciencia cierta cómo era físicamente. Desde el momento de la separación de sus padres, Nicolás decidió quedarse con la niña de tan solo 2 años al primer indicio de que era una bruja por lo que, casi de inmediato dejando a su madre, Luz nunca supo realmente el motivo de la partida de su esposo, y por lo tanto, el secreto de su sangre mágica.

Obviamente ese era un problema algo grande, ya que Leonor aún no sabía cómo diablos tomaría las clases con normalidad sin que su progenitora muggle se diera cuenta.

—¡Leonor, eres tú! -una voz dulce la sacó de sus pensamientos. Consternada volteo a ver su paradero; Una señora pelinegra corrió a abrazarla, cosa que la sorprendió un poco ya que pensaba que después de todo lo acontecido con su padre no querría ni mirarla, pero estaba completamente equivocada. Correspondió el abrazo con inseguridad, mientras escuchaba como la mujer comenzaba a sollozar suavemente en los hombros de la chica.-

𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀. -ᴇᴅᴡᴀʀᴅ ᴄᴜʟʟᴇɴ-.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora