Caminaban hacia la casa de Alejandro. El señor García le había horneado un pastel como regalo por su cumpleaños y Fargan había ido a recogerlo a la panadería. Estaba muy emocionado por todo lo que pasaría ese fin de semana. Esa tarde celebrarían su cumpleaños junto a Jesús y Elías, amigos a quienes por cierto tenía bastante de no ver.
Como Alex siempre insistía en que su madre no hiciera nada, y tampoco le emocionaba cocinar tanto en su cumpleaños decidió aceptar la propuesta de Fargan sobre sus tortillas de patatas. Después de todo el insistía ser muy bueno en la cocina y casi no había tenido oportunidad de cocinarle algo decente además de la pasta del aniversario.
La tarde se pasó volando, hace mucho que Alejandro no se divertía así, y como siempre Fargan se había llevado de maravilla con los chicos, pareciera que no había nadie en la tierra con quien Fargan no pudiera llevarse bien.
Luego de la fiesta, se habían quedado hablando sobre el viaje del día siguiente. Fargan y Alex irían a Lucero. Los mensajeros no habían llevado el tratamiento la última vez que visitaron el pueblo así que tendría que conseguirlo por su cuenta.
Entre sus ahorros y algunas cosas de la casa que habían vendido apenas le alcanzaba para el tratamiento de un mes, pero sabía que las pastillas estaban a punto de acabarse así que prefería no arriesgarse a esperar más.
—Alonso —lo llamó su suegra aprovechando un momento en el que estaban solos —quiero pedirte un favor —dijo poniendo algo en su mano. Volteó a verlo y notó que eran un par de billetes —Quiero que distraigas a Alejandro, que se divierta. Tú conoces la ciudad, llévalo a algún lugar lindo. Quiero que aunque sea por un día se comporte como el adolescente que aún es y no como el adulto que por mi culpa se ha obligado a ser —añadió bastante triste.
Fargan la abrazó, Alex y su madre tenían la misma mirada y para cualquiera sería difícil negarle algo a esos ojos de cachorrito. —Voy a hacerlo no te preocupes, pero esto te lo quedas tú —dijo intentando devolverle el dinero —Además acaba de cumplir 18, si quieres que se porte como alguien de su edad significa que quieres que gaste todo eso en alcohol —Con ello le sacó una risa a Catalina
—Llévatelo de todos modos, por si les hiciera falta —respondió con una sonrisa
—¿Llevarse qué? —preguntó Alejandro llegando a la sala
—Nada cariño. Creo que ya me iré a dormir, y ustedes también deberían, el bus sale bastante temprano —cambió de tema levantándose del sillón para darle un beso de buenas noches a su hijo.
Al día siguiente salieron temprano hacia la parada del bus. Fargan jamás había disfrutado tanto un viaje como ese día, Alejandro había salido muy pocas veces de aquel pueblo y pasó todo el recorrido viendo por la ventana, maravillado por algunos de los paisajes. Unas horas estaban ya en Lucero, se dirigieron de inmediato al hospital general que era dónde el mayor había conseguido el tratamiento varios meses atrás.
Fargan conocía perfectamente el lugar, así que el trayecto fue sencillo. En cuanto entraron a aquel gran hospital la cara de Alex comenzó a mostrar su preocupación y nerviosismo. No había pensado si tal vez la medicina era más cara en aquel lado y apenas traía dinero suficiente para un mes.
Fargan no soportaba ver a Alex así, tenía una idea de lo que el chico estaba pensando y lo odiaba. Sabía que cada mes tenían que escarbar cada alternativa para ver de dónde obtenían algo más de dinero. Dos ideas vinieron a su mente, así que haciendo una locura decidió aprovechar que había traído bastante plata, entre esos ahorros y lo que le había dado Catalina podría completar lo necesario para otro mes más.
No hace falta decir que Alex intentó negarse, aunque terminó aceptándolo como "su regalo de cumpleaños" Luego de la compra fueron hacia una posada en la que se quedarían a dormir esa noche. No era el mejor lugar de la ciudad, pero por lo menos tampoco era el peor.
—Bueno, ¿qué quieres hacer cariño? Lucero cada vez tiene más lugares a dónde ir
—No lo sé... ¿A dónde ibas tú cuando vivías aquí?
—Bueno... —Fargan desvió un poco la mirada recordando todos los clubes, bares y stripclubs dónde solía pasar cada fin de semana, no eran exactamente los lugares donde quisiera llevar a Alexby —Tal vez podríamos ir a alguna discoteca —dijo pensando en cuál sería el lugar más decente para llevarlo
Al final se decidió por el Estrella Plateada, era uno de los lugares a los que más iba con Braxxter y estaba cerca del hostal. Llegaron relativamente temprano para evitar las horas en las que los clubes están infestados de personas. Pidieron unas cervezas y bailaron un rato, a decir verdad, ambos se lo estaban pasando mejor de lo que esperaban.
Estaban en la barra decidiendo qué coctel probar cuando Fargan creyó ver a alguien bastante conocido, volteó a ver para cerciorarse y en ese momento el muchacho lo saludó desde lejos, definitivamente era él. En su mente empezaron a vagar las ideas que había pensado hace algunas horas, decidió que era mejor aprovechar.
—Cariño, recuerdas que te hable de mi mejor amigo Braxxter —preguntó y Alex solo asintió con la cabeza sin despegar su vista del menú —¿Te importaría quedarte aquí un momento? Él está allá y quisiera ir a saludarlo
—Claro, no te preocupes —respondió aun fascinado por todas las bebidas que tenían en aquel lugar
Le hizo una seña a su amigo para que salieran un momento, después de todo no podrían hablar tranquilos con aquella música.
—Ey Braxxter
—Pero bueno Fargan que haces aquí otra vez
—Estoy acompañando a alguien en realidad, pero quería pedirte un favor, necesito hacer algo, pero fuera de los asuntos de la hermandad
—Te escucho
Duró un poco más de lo pensado, pero dejaron acordado algo para esa noche. Regreso al interior del club en busca de Alex, quien seguía en la barra, aunque ahora rodeado por algunas copas vacías
—Disculpa no pensé tardar tanto —dijo sentándose a su lado
—Oleeeeeeeeeeeeee —dijo poniendo una de sus manos en el cuello de la camisa del mayor para halarlo y estamparle un beso —Cmon Honey I wanna dance —se puso de pie y lo arrastró hacia la pista de baile. Se tambaleaba un poco, pero teniendo en cuenta lo mucho que había bebido era normal
—Creo que no fue buena idea dejarte en la barra —dijo riendo un poco mientras comenzaban a bailar
Bailaron un rato, pero cada vez había menos baile y más tropezones, hasta el punto en que Fargan decidió que era mejor regresar a la habitación, si seguían así tendría que cargarlo de regreso y aunque Alex no fuera muy pesado tampoco le emocionaba la idea.
—Que yo no me quería iiiiiiiiiiiir —dijo por enésima vez. La posada estaba a 5 minutos del club y aun así habían durado una eternidad en regresar
—Anda cariño que apenas puedes caminar como nos íbamos a quedar allá —respondió con algo de gracia
—Al menos dime que vamos a continuar la fiesta en la habitación —dijo colgándose del cuello del mayor para lanzarse hacia tu cuello
—¡Pero Alejandro! —rio un poco ante la acción del otro, aunque sí trató de ignorarlo, no planeaba montar una escena triple x en medio del pasillo
Por fin llegaron a la habitación y Fargan dejó a Alex sobre un lado de la cama mientras se encargaba de cerrar bien la puerta y bajar las mochilas que solo habían tirado por ahí. Estaba guardando la llave cuando escuchó un fuerte ronquido.
Esta vez no se contuvo y dejo salir una carcajada, Alejandro estaba profundamente dormido ahí donde él lo había dejado. Lo acomodó mejor y lo cubrió con la sábana para que durmiera tranquilo.
Aun faltaban algunas horas para lo que habían acordado con Braxxter, pero decidió que era mejor salir de una vez ya que tenía que buscar algún lugar donde pudiera conseguir una máscara para esa noche.
—Hago esto porque te amo Alesby, te prometo que si no lo necesitaras no volvería a hacerlo —susurró antes de darle un beso en la frente, cogió las llaves y salió de nuevo a la ciudad.
***
Agradecimiento salvaje a @Locachanguitapor avisarme que soy idiota y que había publicado esta parte en otro libro XD
ESTÁS LEYENDO
Nuestra Promesa - Fargexby
Fiksi PenggemarAlejandro había aprendido a vivir evitando a las asquerosas ratas de la hermandad oscura, no eran más que viles ladrones, delincuentes desalmados que no dudaban en destruir la vida de los demás. O eso era lo que creía hasta que uno de ellos le salvó...