Epílogo

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Se acababan de cumplir dos años desde que conoció al idiota de Rubius, y no podría estar más agradecido con la vida por ese pedazo de subnormal que ahora llamaba mejor amigo. Se habían vuelto prácticamente inseparables y siempre estaban allí para el otro. Como cuando Rubén acompañó a Alejandro hasta Nueva Esperanza en el primer aniversario de la muerte de su madre, o la vez que Alex ayudó a Rubius con su crisis la vez cuando llegaron a una ciudad en la que estaba el circo en el que él solía vivir, o todas las veces que alguno de los dos había tenido que sacar cargando al otro de alguna cantina porque vaya que este par no tenía autocontrol con el alcohol.

Alexby había desarrollado un gusto culposo por la divertida personalidad de Rubius, y este era de las pocas personas capaces de lidiar tranquilamente con el fuerte temperamento de Alex. Eran felices juntos, aunque cada día que pasaba era más notorio el problema que se les avecinaba: el dinero se estaba agotando.

En algunos pueblos conseguían trabajos temporales de minería o agricultura, pero no siempre lograban conseguirlos. Era lógico que tarde o temprano el dinero de Alex se agotara, y lastimosamente seguían tan perdidos como el primer día que comenzaron a buscar.

Ese día estaban cerca de un pequeño mercado del pueblo costero, volvían de hacer unas pequeñas compras cuando notaron en un pequeños callejón como un grupo de hombres acorralaban a un viejo que se aferraba mucho a la bosa que llevaba con él.

—El oro anciano ¡Entrégalo o te lo arrancaremos de los brazos!

Voltearon a verse y sin necesidad de decir nada avanzaron hacia el grupo de rufianes

—Esas no son formas de tratar a un señor mayor —dijo Rubius llamando la atención de los 4 asaltantes

A pesar de que estaban 4 contra 2, la pelea fue corta, todos esos meses de entrenamiento habían servido para algo. El anciano los veía agradecido mientras los 4 asaltantes permanecían en el suelo.

—Muchas gracias jóvenes, es bueno ver que aun hay gente que está dispuesta a ayudar a los demás sin que se los pidan

—No se preocupe señor, y tenga más cuidado con eso —respondió Alex señalando la bolsa

—¿No prefiere que lo acompañemos? Para nosotros no sería problema

—En realidad sí me sería de mucha ayuda, y si me lo permiten, me gustaría invitarlos a un café como muestra de mi agradecimiento, hay una cafetería muy buena a algunas calles de aquí

—No se preocupe señor no hace falta —dijo Alex aunque Rubius estaba asintiendo

—Insisto, por favor —pidió el anciano y Alejandro terminó aceptando.

—Me llamo Merlon por cierto, mucho gusto muchachos

—Alejandro

—Rubén

Caminaron algunas calles hasta llegar al lugar que había mencionado Merlon. Él y Rubius entraron al lugar pero Alexby permaneció congelado en la puerta, viendo hacia el otro lado de la calle.

—Disculpe, busque una mesa ya casi vamos —dijo Rubius al ver que Alex se había quedado afuera. Salió para llamarle la atención y en ese momento se dio cuenta. En el callejón de enfrente había un mural que se parecía demasiado a él, tenía un par de alas y debajo decía "Mi ángel", Alejandro veía aquel mural mientras luchaba con el nudo en su garganta.

—¿Alex? —dijo alternando su vista entre la pintura y su amigo

—Es de Fargan. Está vivo —dijo volteando a ver a Rubius —él está bien —exclamó antes de lanzarse a abrazarlo por la emoción

Nuestra Promesa - FargexbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora