15.

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Salí buscando a la morra esa.

Puras mamadas. Se emputó de que no le hablé chido, pero que no mamen, yo ni quería venir.

La ví intentando echar a andar un carro peor y más culero que el que había visto al principio. Estaba tan desmadrado y puerco que hasta creo que un cara de niño salió de entre el cofre.

—¿De dónde sacaste esta madre? Creo que tiene insectos.

—No mames, si tuviera insectos no estaría aquí. Me dan cosa —respondió con el celo fruncido y algo de asco.

—¿De dónde-

—Wey, nomás súbete y ya.

Abrí la puerta de los asientos traseros y ví que faltaban. Me tuve que ir adelante, de copiloto, en un cojín mugriento, con un olor culerísimo y sin media ventana para ventilar chido.

Brenda, creo, seguía intentando encender el carro.

—¿Si sabes conducir?

Ella me miró, ofendida por la pregunta al parecer.

—Obvio que sí, la Pinchi Morra recién terminó de enseñarme.

No quise responder, una oleada de mal humor de pronto llegó a mí.

Y cuando por fin arrancó, me dí un momento para dirigirle la vista, y sí, no era la luz, su cabello había cambiado a un morado casi negro.

Pero ni pregunté, no es la primera mamada rara que me pasa últimamente.

Quitó el freno de mano, cambió a reversa para salir y entonces yo miré al frente.

Un jalón de gravedad me puso bien en el asiento, no tenía cinturón de seguridad el carro, así que me agarré con las uñas donde estaba.

Y la morra iba conduciendo como persona indestructible e inmortal.

Daba vueltas derrapando, desmadraba más el carro, no bajaba la velocidad en los topes y a veces una o las dos llantas de un solo lado quedaban en la banqueta.

—¡Mames! ¿Qué pedo contigo? ¡Baja la velocidad! —alcé mucho la voz, el sonido de la rapidez y los metales oxidados de ésta carcacha eran muy altos.

—¡Creí que tenías prisa por volver a tu casa! —gritó para responderme, pero mantenía su vista al frente.

O sea, sí, pero que no mame.

—¡Detente! ¡Déjame a mí conducir!

—¿Qué? ¡No! ¡No, y no me distraigas! ¡Guarda silencio!

Entre todo el traqueteo varías cosas salieron volando; basura del carro, un celular, encendedor, varias monedas, unas llaves, todo eso iba dando rebotes por todos lados, pero la morra ni se inmutaba.

Varias veces alguna mamada me golpeó en la cabeza, incluso el llavero se quedó enredado por unos segundos entre mi pelo, antes de salir volando hacia otra dirección.

En una curva hacia la izquierda, golpeé accidentalmente mi cuerpo hacia la puerta de mi lado, la fuerza y rapidez supongo que hicieron que se abriera. Y por instinto para no caer, me aferré a lo que tenía en el lado contrario; el brazo de la morra y parte del volante.

Ella gritó por el repentino descontrol de la situación, el carro en cuestión de un segundo siseó un poco (bastante en realidad), y creí que saldría volando. Pero ella fué más rápida, o quizá más ansiosa, y pisó el freno hasta el fondo.

Las llantas chillaron contra el pavimento, el coche tembló, mi otra mano ahora estaba en el tablero frontal y había pequeñas marcas del desplace de mis uñas.

A Causa Del Estrés.【Negas×Pinchimono】 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora