16.

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—Bájense ya weyes —dijo la morra rapada, aparcando el carro en la acera culera de la casa aún más culera.

Afuera agarró en brazo del vato del gorro en cuanto salió y apuntaron al auto con el llavero, abriendo la cajuela, nomás eso, porque ya felices se metieron a la casa.

—Corre Pinko, ayúdame a llevar esas madres —dijo el punk abriendo la puerta y saliendo para alzar bien la puerta de la cajuela.

—Voy —se giró para hablarme— tú ve con la Brenda y la Pinchi Morra, quédate con ellas eh. Y no mames, ya bájale de huevos, la Brenda está chiquita, hay que cuidarla.

—¿Ora qué mamadas hablas?

Se levantó un poco, y sacó del bolsillo trasero de su pantalón su teléfono madreado, lo desbloqueó y lo puso en mi cara, enseñándome una conversación con 'Punky Brenda'.

En resumen, el vato este le pregunto que cómo estaba, y ps la morra le contó todo, incluyendo cómo se había sentido.

—Ya no te hagas pendejo —me zapeó, pero sin tanta fuerza como acostumbraba—. No vuelvas a pasarte de bruto ¿y qué es eso de andar chillando por ir rápido en un carro? Wey, de todas formas te puedes morir de cualquier pendejada, y también tú siempre te andas quejando de todo. Ni que estuviera tan chida la vida, menos la que nos tocó.

—Si, si, si. Ya wey —lo empujé para que se saliera ya.

Ya afuera, me tropecé al segundo paso que dí, tenía una pierna medio dormida y yo ni en cuenta, y pues los tenis impares tampoco ayudaban.

Caminando como pendejo me metí pa la casa, por los cuartos culeros hasta donde estaban las morras.

Y ahí seguían, en la misma esquina, hechas bolita en una manta cada quien y recargadas juntas riendo, también tenían un reguero de madres como vendas, gazas, algodón y desinfectante en el suelo. La morra del moño seguía pálida, ahora con ojeras de un gris oscuro antinatural, pero al menos se veía más consiente que hace rato.

Apenas entré y la morra, pelirosa nuevamente, agachó la mirada al verme. Me senté como si nada en la zona más limpia que ví del suelo, cerca de la pared contigua, enfrente de ellas pero no tan cerca.

La morra del moño se quedó mirándome, no enojada, pero tampoco tan tranquila.

Incómodo, lo veía venir.

¿Tenía que disculparme?... Pues, si. Bájarle.

Bueno, todos fuimos adolescentes pendejos.

Sí, mamada, todos. Todos te incluye a tí.

—Oye —dije.

La pelirosa me vió levemente.

—Si, tú. Eh, bueno, nomás pa decirle que, al chile si me pasé de culero, y que, no ps perdón por haberte dicho esas mamadas, estaba enojado y no sabía que pedo con nada. Lo siento, no te conozco y pues está muy pendejo asumir cosas que ni sé y ni me incumben. No eres una, eh, inútil, y por lo que oí, si eres importante para todos, aquí.

Tenía ya la cara alzada, con una expresión que no supe identificar. Después de terminar de oírme, clavó su vista al suelo.

Y la otra morra también estaba expectante por la reacción de la pelirosa.

Pero ni se movió.

Y ví que de su cara gotas salpicaban el suelo.

Oh, quelaverga.

Me levanté para acercarme más y le removí el pelo, como Pinko había hecho antes.

—O-oye, ya ¿qué pasó? No-no llores. A ver. No pasa nada —alzó la vista a mí, seguía con esa cara indescifrable, casi calmada si no fuera por la cantidad de lágrimas que soltaban sus ojos— ¿Por qué lloras?

A Causa Del Estrés.【Negas×Pinchimono】 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora