La Llegada

45 1 0
                                    

Alejandro yacía en la cama, abrazando la cobija mientras la brisa nocturna entraba por la ventana entreabierta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alejandro yacía en la cama, abrazando la cobija mientras la brisa nocturna entraba por la ventana entreabierta. El frío lo hizo estremecer, apenas logró sacar una mano de su refugio de mantas antes de cerrar rápidamente la ventana.

—Abrir la ventana fue una mala idea —murmuró consigo mismo, sintiendo el cansancio en sus ojos por haberse acostado tarde. Con esfuerzo, los abrió lentamente, estirándose mientras escuchaba los latidos de su corazón. Finalmente se levantó, sintiendo el frío del piso en sus pies descalzos, recordando que se había acostado con los zapatos puestos.

En la cocina, el sonido de utensilios indicaba que Sebastián preparaba el desayuno, mientras Erik estaba ya sentado en la mesa del comedor. Ed aún dormía en la colchoneta.

—¿Crees que Alejandro ya está despierto? —preguntó Erik, mirando a Ed que seguía profundamente dormido.

—No lo sé.con el insomnio le cuesta dormir , así que no lo  molesto en su día libre —respondió Sebastián desde la cocina, donde preparaba croissants de huevo con tocino.

—¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Erik, acercándose a la cocina mientras observaba a Sebastián montar los croissants.

—Claro, solo deja de preguntar. Puedes ayudar en lo que quieras —respondió Sebastián con un tono burlón. —Ed no es tan curioso...

—Entendido, entendido —respondió Erik mientras se dirigía hacia la mesa del centro, seleccionando algunas frutas de la canasta. Luego se encaminó al refrigerador, optando por fresas y arándanos para preparar un plato de frutas.

—Suena bien, no había pensado en eso antes —comentó, llevando los platos al comedor.

Erik lavó cuidadosamente las frutas en el fregadero, consciente de la importancia de la higiene para evitar problemas estomacales. Mientras lo hacía, Sebastián, apoyado en la barra, susurró:

—¿Quién se encarga de despertar a Ed, tú o yo?

—Yo lo haré. Quizás se ponga de mal humor si lo despiertas tú —respondió Erik, volcando el agua del lavado de frutas y tomando una tabla. Luego dispuso las frutas en la tabla, llevándolas al comedor donde las dispuso.

—Falta algo —admitió Sebastián repentinamente, escuchando un quejido. Ambos voltearon para ver a Ed estirándose somnoliento y bostezando. —Algo huele delicioso —comentó, su cabello despeinado en contraste con su habitual peinado hacia atrás.

—Tu cabello parece gracioso, Edy —bromeó Erik rápidamente, ganándose una mueca de disgusto de parte de Ed. —Apostaría a que el tuyo, cuando te levantas, es peor que un nido de pájaros —añadió señalando a Sebastián con una sonrisa.

—Es verdad —murmuró Erik, mientras Ed sonreía con orgullo—. Bueno, iré a preparar el café para el desayuno.

Terminé de cambiarme a pantalones negros y un suéter verde oscuro, con algunos mechones húmedos por la ducha. Solo me faltaba ponerme los zapatos para salir por la puerta y bajar las escaleras, escuchando su conversación.

Entre el bosque y la RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora