Pelea interna II

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El ambiente en la enfermería era tenso, cargado de preocupación, mientras la doctora y los chicos se apresuraban a actuar

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El ambiente en la enfermería era tenso, cargado de preocupación, mientras la doctora y los chicos se apresuraban a actuar. La temperatura de Alejandro se había disparado peligrosamente, y su piel estaba enrojecida, cubierta de sudor frío. Su respiración era irregular, y su pulso, acelerado, latía con fuerza en sus sienes. Con cuidado, lo cargaron, sintiendo el calor abrasador de su cuerpo mientras lo llevaban hasta la tina. Sus movimientos eran rápidos, pero medidos, conscientes de la gravedad de la situación.

Con movimientos coordinados, lo sumergieron con precaución en el agua fría, esperando que su temperatura corporal descendiera. Al instante, Alejandro despertó sobresaltado, sus ojos se abrieron desorbitados al sentir el contacto gélido del agua contra su piel ardiente. Su cuerpo, en estado de alarma, reaccionó instintivamente, y comenzó a luchar por salir de la tina. Su respiración se volvió más rápida, y su corazón latía desbocado, como si fuera a salirse de su pecho.

—¡Déjenme! —gritó con voz entrecortada, llena de pánico—. ¡Quiero salir!

Sus manos temblorosas intentaban apartar las manos que lo mantenían en el agua, y sus piernas pateaban con fuerza, chapoteando en un intento desesperado por escapar. Cada gota que salpicaba resonaba en la enfermería, creando un caos de sonidos que aumentaba la tensión.

Los chicos, conscientes de la necesidad de mantenerlo bajo el agua, luchaban por contenerlo, sintiendo la fuerza de sus movimientos desesperados. Era una situación crítica, donde el control se deslizaba entre las salpicaduras y el forcejeo. Eder, con el corazón encogido al ver a su amigo en ese estado, murmuró con voz trémula:

—Alejandro, tranquilo, somos nosotros...

Nikolas, por su parte, intentaba sujetarlo sin hacer demasiada fuerza, temeroso de lastimarlo. Podía sentir los músculos tensos de Alejandro bajo sus manos, y cada movimiento errático hacía que el agua salpicara aún más.

—Tranquilo, ya falta poco, tenemos que bajarte la temperatura —dijo la doctora con voz firme pero calmada, tratando de estabilizar la situación junto a los chicos.

Sebastián, con una determinación férrea, lo sostuvo con más fuerza, sus palabras fueron claras y tranquilizadoras:

—Alejandro, necesitas quedarte aquí un momento más. La doctora dijo que es importante bajar tu temperatura. Estamos contigo, no te dejaremos solo.

Pero el miedo de Alejandro persistía, y su angustia se reflejaba en su voz temblorosa:

—¡No puedo soportarlo más! ¡Por favor, sáquenme de aquí! —Sus ojos mostraban un terror visceral, y su cuerpo comenzaba a agotarse, cada vez más débil.

Sebastián, recordando un momento similar en el pasado, sintió que su mente se disociaba. Revivió la noche en la que Alejandro llegó a su casa, con la misma fiebre delirante, y tuvo que bañarlo para calmarlo. Esa experiencia lo golpeó con una fuerza abrumadora, recordándole lo frágil que su amigo podía ser en momentos como este.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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