Pelea Interna III final

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Sebastian

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Sebastian

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró en un cuarto completamente blanco, despojado de cualquier característica distintiva, excepto por una cama sencilla en el centro. La habitación estaba iluminada por una luz blanca y fría, que hacía que el lugar pareciera aún más aséptico y estéril.

 Molesto, Sebastian se levantó de la cama y salió de la habitación estando en aquellas instalaciones  con pasillos interminables de paredes blancas y brillantes, mientras caminaba en busca de alguien pasando aquellas paredes con  cristales transparentes que dejaban entrever el interior de algunas salas. En estas, se podían observar doctores  inmersos en sus tareas.

Cada paso que daba resonaba en el suelo de baldosas blancas, y su enojo crecía con cada segundo que pasaba. Sabía que tenía que encontrar a su padre y confrontarlo. Las instalaciones parecían interminables, con corredores que se extendían en todas direcciones, cada uno más laberíntico que el anterior. Pasó por varias habitaciones llenas de dispositivos extraños y experimentos en marcha, pero no se detuvo a observar nada con detalle.

Finalmente, se encontró con un grupo de doctores vestidos con batas blancas, inmersos en sus tareas. Al ver a Sebastian, levantaron la vista con sorpresa.

¡Quiero ver a  padre! ¡Necesito hablar con él ahora mismo!gritó Sebastian, su voz resonando en el pasillo. La furia y la desesperación eran evidentes en su tono.

Uno de los doctores, un hombre mayor con gafas gruesas, levantó las manos en un intento de calmarlo. Por favor, Sebastian, cálmate.  Está en una reunión importante. No podemos interrumpirlo ahora.

Sebastian avanzó un paso, su mirada acerada clavándose en el doctor. No me importa lo que esté haciendo. Esto no puede esperar. Necesito hablar con él ya.

Los demás doctores miraron nerviosos a su compañero, sin saber cómo manejar la situación. El doctor mayor asintió lentamente, viendo la determinación y el enojo en los ojos de Sebastian. Está bien, lo llevaremos con él, pero por favor, compórtate.

Sebastian siguió al grupo de doctores a través de más pasillos y puertas blancas, su enojo apenas contenido. Cada paso lo acercaba más a la confrontación que había estado esperando. Las instalaciones del laboratorio eran vastas y tecnológicamente avanzadas, un contraste marcado con la oscuridad y la antigüedad de la academia residencial.

Finalmente, llegaron a una puerta grande y reforzada. Uno de los doctores ingresó un código en el panel de control y la puerta se abrió con un suave silbido. Detrás de ella, una sala de reuniones amplia y moderna se reveló, con una mesa de cristal en el centro y varias pantallas en las paredes.

Dentro, encontró a Padre revisando documentos en una mesa larga y blanca. Mientras hablaba con otras personas, La figura imponente y serena de Padre no mostró sorpresa al verlo. Levantó la vista lentamente, sus ojos oscuros y penetrantes fijándose en Sebastian.

Sebastian dijo Padre con una voz tranquila pero autoritaria. ¿Qué es lo que te trae aquí con tanta urgencia?

Necesito hablar contigo. Ahora, respondió Sebastian, su voz firme y decidida. Los doctores cerraron la puerta detrás de él, dejándolos a solas en la sala.

La confrontación que tanto había esperado estaba a punto de comenzar.

Sebastian estaba parado firmemente viendo aquel  hombre de mediana edad,  tan similares aquel  cabello oscuro cuidadosamente peinado hacia atrás. Lo miraba serio, pero él no  mostraría debilidad delante de el mientras lo miraba sentado cruzado de pierna  Siempre impecablemente vestido con trajes oscuros y elegantes, su presencia imponía respeto y miedo en igual medida.

Padrecomenzó Sebastian, su voz cargada de enojo mientras entraba en la sala de reuniones. Me dijeron que no experimentarían con nadie  ¡Me prometiste que no lo harían!

Padre levantó la vista con aquellos  ojos penetrantes que parecen ver a través de las personas y dejo de ver  los documentos que revisaba mientras estaba sentado en su escritorio, su expresión inicialmente tranquila se tornó en una mezcla de irritación y desdén. Sebastian, no tienes derecho a cuestionar mis decisiones. Lo que hago es por el bien mayor.

¿Bien mayor dices? ¿El bien  mayor de quién? ¿De ti, de nosotros? — su mirada estaba en padre mientras  estaba parado observándolo.

¿El bien mayor? ¡Están experimentando con Alejandro! ¡Él no consintió a esto! ¡Le estás haciendo lo mismo que me hiciste a mí  Sebastian avanzó un paso, su rabia evidente en cada palabra.

¡Habíamos hecho un trato! ¡Era yo a cambio de los demás!—Exclamo enojado llegando a de frente de él.

Padre se levantó de su asiento, su figura alta y dominante eclipsando momentáneamente a Sebastian. Alejandro es un caso especial respondió fríamente. Su resistencia a las pruebas es excepcional. Estamos cerca de crear el niño perfecto, el que cualquier padre querría adoptar.

Sebastian dio un paso adelante, su rabia evidente en cada palabra. ¡No puedes justificarlo con un propósito mayor! ¡Estás manipulando y destruyendo vidas! Les haces olvidar quiénes son, los reduces a simples marionetas que siguen tus órdenes.

¿A qué precio? replicó Sebastian, sus manos temblando de furia. Alejandro no merece esto. ¡Nadie lo merece! ¡Estás jugando a ser Dios y destruyendo vidas en el proceso!

Padre se acercó a Sebastian, escuchando su caminar por el piso,  su sonrisa llena de desdén. Olvidas, quién soy, hijo. Yo te creé, te enseñé y te guie. Pero recuerda, siempre estarás un paso detrás de mí.

La puerta de la sala se abrió de golpe, y un grupo de doctores entró apresuradamente. Padre hizo un gesto sutil, y los doctores se acercaron a Sebastian con intenciones claras.

Sebastian intentó resistirse, pero los doctores lo sujetaron con fuerza. ¡No puedes hacer esto! ¡Gritó, luchando contra el agarre de los doctores.¡Tú te olvidas de algo muy importante  padre,  soy tu hijo  y por eso perderás!

Padre observó la escena con una calma inquietante. Sebastian, tu rol es seguir mis órdenes. Siempre has sido mi creación, mi proyecto. Ahora, es hora de que descanses.

Sebastian luchaba desesperadamente, pero los doctores lo dominaban. Sintió un pinchazo en el brazo, y el mundo comenzó a desvanecerse a su alrededor. Su visión se nubló y sus fuerzas flaquearon.

¡Padre, no puedes hacer esto! fue lo último que logró gritar antes de que todo se volviera negro.

Mientras los doctores llevaban a Sebastian a otra habitación para sedarlo, Padre permaneció impasible. Sabía que Sebastian era fuerte, pero también sabía que su voluntad era inquebrantable.



Entre el bosque y la RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora