Hijo de papá II final

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Cada uno de ellos escuchó la historia de Alejandro con atención, conociendo ya algunos detalles, pero ahora viendo lo que había estado oculto en su relato

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Cada uno de ellos escuchó la historia de Alejandro con atención, conociendo ya algunos detalles, pero ahora viendo lo que había estado oculto en su relato. Nikolas, aunque no podía ver las marcas que Alejandro describía, podía sentir la tristeza en su voz, y comprendía que no era nada agradable. Él mismo no tenía cicatrices físicas por parte de su padre, pero había sufrido en su infancia por haber nacido diferente, siendo ridiculizado y señalado como "deforme" por otros niños.

Sebastián, por su parte, conocía a la perfección todo lo que Alejandro había pasado. Sabía exactamente lo que había hecho y que necesitaba apresurarse para llevar a cabo su plan.

—En algún momento mamá se fue, ni siquiera recuerdo cuándo fue —comenzó Alejandro, su tono nostálgico—. A veces los recuerdos vienen y se van. Lo único bueno de todo esto fue conocer a Sebastián y que sus padres me dejaran vivir con él.

Aunque su relato era duro, lo contaba con un toque de carisma, y sus amigos lo escuchaban con respeto, pero sin lástima.

—¡No te olvides de nosotros, eh! —agregó Eder, frunciendo las cejas y esbozando una mueca.

—¡Oye! Lo bueno es que ya no tienes que verlo, y aquí estás en un lugar mucho mejor —afirmó Andreas, lanzando una mirada seria pero alentadora a Sebastián.

Alejandro les habló de sus cicatrices y marcas, pero ninguno de ellos insistió en verlas, sabiendo que no era ni el lugar ni el momento. Ed, que por un instante sintió la urgencia de observarlas, fue silenciado con un leve golpe de Erik. Nikolas y Andreas escuchaban con empatía, y cuando Alejandro terminó, sintieron que era el momento de compartir sus propias historias.

Andreas fue el primero en hablar, narrando cómo él y Nikolas dejaron su hogar en Utqiagvik, Alaska, cuando eran lo suficientemente grandes. La ciudad ya no les agradaba, así que se mudaron a un pueblo a las afueras de Edimburgo. Andreas contó la historia con una mezcla de nostalgia y seriedad, explicando cómo sus padres, uno de Malasia y la otra de Alaska, se habían conocido. Su tono se suavizó al mencionar que fue en Utqiagvik donde conoció a Nikolas.

—Algo increíble de nuestra antigua casa es que se oscurecía por meses cada año —continuó Andreas—. Era como si alguien soplara al sol y apagara su luz. Lo único que quedaba era la luna y su noche, la llamaban la noche polar. Era como tener todos los días de noche. Suena loco, pero también es increíble.

Ninguno de los presentes había oído hablar de algo así, y todos escuchaban con atención, incluso Nikolas, aunque él ya conocía esa historia. Andreas, sin embargo, evitó entrar en detalles sobre algunos aspectos más oscuros de su pasado.

—Andreas, he escuchado a la gente hablar de esas historias de la noche polar —comentó Nikolas, con un tono irónico.

Andreas esbozó una leve sonrisa, comprendiendo la ironía y el trasfondo de lo que Nikolas insinuaba.

Nikolas, con su expresión tranquila, pero determinada, ajustó sus lentes antes de hablar.

—¿Sabían? Cuando era más joven, estos lentes solían atraer bastante atención —comenzó—. No porque no me gustaran, sino porque destacaban mi diferencia. Nací ciego, así que estos lentes no son solo para el estilo; también me ayudan a manejar la sensibilidad a la luz.

Georgie, que escuchaba con atención, sintió una mezcla de tristeza y orgullo al escuchar a su hermano hablar de esto abiertamente. Nikolas, notando la tensión en el ambiente, decidió continuar con su relato.

—Recuerdo que cuando era niño, mucha gente parecía sentir lástima por mí o actuaba como si fuera frágil. Incluso mi madre, al principio, aunque después aprendió a aceptar y comprender mi forma de vivir. Pero en la escuela y en la calle, solía recibir miradas y comentarios, como si mi ceguera fuera todo lo que era. Eso me molestaba.

Su tono no era de amargura, sino de fortaleza. Nikolas continuó contando cómo Andreas y su hermana siempre lo habían apoyado, y cómo Andreas fue quien le regaló sus primeros lentes oscuros, como un pequeño gesto para protegerlo de las miradas curiosas. Al principio, Nikolas dudó en usarlos, pero luego entendió que era una forma de tomar control sobre su situación.

—Así que decidí usarlos, no solo para lidiar con la luz, sino también como una forma de establecer un límite.

El grupo escuchaba, impresionado por la profundidad de la historia de Nikolas. Era raro que él compartiera tanto, pero Alejandro había abierto la puerta para que todos se sintieran cómodos contando sus verdades.

—Mi falta de visión no me impidió hacer otras cosas —continuó Nikolas—. Al principio, fue difícil, pero con el apoyo de Andreas y mi hermana, aprendí a manejarlo. Mis otros sentidos se agudizaron, y aunque a veces era abrumador, aprendí a enfocarme en lo que realmente importaba. Decidí no usar bastón para evitar las burlas y también porque no lo necesitaba. Puedo andar como cualquiera.

Andreas añadió con un toque de ironía:

—A veces escuchaba a la gente hablar de esas historias de la noche polar... Decían que Nikolas era ciego porque fue maldecido por eso.

Nikolas respondió con una sonrisa tranquila.

—Es curioso cómo los rumores pueden tomar vida propia, ¿verdad? Pero la verdad es que mi ceguera no es el resultado de ninguna maldición o leyenda. Mi madre me tuvo en una noche polar, eso es cierto. Pero la ceguera simplemente es una parte de mí, no algo que necesite explicación mística.

En ese momento, Nikolas, sintiendo que era el momento adecuado, se quitó los lentes oscuros, revelando sus ojos grises. Aunque no podía verlos, miró directamente a sus amigos con una mezcla de determinación y vulnerabilidad.

—Quería mostrarles esto, para que vean que no hay nada místico ni maldecido en mis ojos. Son solo una parte de mí, y los uso para manejar la luz. Las historias pueden ser interesantes, pero al final del día, lo que importa es cómo elegimos vivir nuestras vidas. Y yo elijo vivir con fuerza y sin sentirme limitado por lo que otros dicen o creen.

Los demás asintieron, algunos intercambiando miradas de aprecio. Este gesto de Nikolas era una muestra de confianza y una invitación a sus amigos para verlo tal como era.

—Nikolas, tu actitud es inspiradora —comentó Rivers, con un gesto de admiración. Todos en el grupo lo habían aceptado, y Sebastián lo miraba con orgullo.

—Yo no iba a hablar sobre mi hermano, era un tema que no me correspondía —dijo Georgie, bajando la cabeza en disculpa, pero Orion negó con comprensión, y Sebastián intervino.

—No te disculpes —dijo Sebastián, entendiendo su posición.

—¡Ey! Espera, entonces la directora, ¿sabe que eres ciego? —exclamó Eder, sorprendido, mirando a Nikolas y Andreas.

Nikolas, con una sonrisa irónica, se colocó de nuevo los lentes.

—Sí, Eder. Fuimos especialmente a hablar con ella, y ella dijo que no era necesario que todos supieran sobre mis ojos, si así lo quería.

—Me cae bien la directora —confesó Nikolas con una sonrisa—. Ella no se opuso a que no usara bastón o que todo el mundo supiera sobre mis ojos. Lo comprendió al instante. Soy ciego, no idiota.

Sebastián pensó para sí mismo: "No creí que hablaras tan rápido, Nikolas. Supongo que la historia de Alejandro te ayudó un poco". Sabía que su plan estaba en marcha, y que Alejandro no tendría que preocuparse más por su padre, porque él había hecho lo necesario para que su amigo estuviera a salvo, aunque eso implicara mancharse las manos.

Entre el bosque y la RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora