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Llegamos a la estación casi corriendo, retrasados debido a que no vivíamos cerca de ella

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Llegamos a la estación casi corriendo, retrasados debido a que no vivíamos cerca de ella. No teníamos carro y no queríamos dejar las bicicletas en cualquier lugar, así que nos adentramos en la zona transitada para pedir un taxi.

Al llegar apurados, vimos a Erik mirando su reloj con una expresión de desesperación notoria, pero al vernos, su rostro cambió por completo.

—¡Qué hacen, depresiva! —nos agarró de nuestras ropas y nos arrastró rápidamente hacia el interior del tren. La puerta se cerró de inmediato, y escuchamos el silbido que anunciaba la salida del tren.

—¡Gracias! —Erik se asomó por la ventanilla para despedirse del guarda que nos ayudó—. Casi nos deja el tren.

Volvió su mirada hacia nosotros —Vamos a nuestros asientos, Ed ya está allí.

Nos guio a través del pasillo, pasando por varias puertas, hasta que se detuvo frente a una y la abrió, revelando a Ed que estaba dormido, recargado en la ventana. Erik se sentó junto a él en el asiento contiguo.

Nosotros nos sentamos en los asientos frente a ellos. Erik solo habló —A mediodía, si el clima se mantiene bien, llegaremos en dos horas. Si no, es posible que haya retrasos. Es solo cuestión de tiempo.

Como si invocáramos la mala suerte, comenzó a caer un aguacero desde las grandes nubes oscuras. Los cuatro empezamos a jugar con las palabras, era eso o aburrirnos de ver tanta lluvia. Las risas reflejaban la leve ansiedad de Alejandro, quien intentaba hacer crujir sus dedos una y otra vez, incluso si ya lo había logrado.

Una cosa buena durante el trayecto era poder mirar por la ventana. No importaba que solo viéramos lluvia; de todos modos, era espectacular.

Así transcurrió el viaje, casi como estaba predicho. El tren se detuvo en una de las pequeñas estaciones para que más gente subiera.

Ed se levantó de su asiento por un momento y comentó—Saldré un momento a traer algo para comer —cerró la puerta tras de sí.

− Les dijiste a tus padres ¿acerca del viaje? — preguntó Erik de manera casual, mientras Sebastián respondía con calma:

— No, estuve ocupado con algunas cosas, no tuve tiempo — dijo Sebastián. — Podría enviarles una carta cuando lleguemos para avisarles — concluyó Erik. Luego, fue Sebastián quien preguntó:

— ¿Y tus padres, ¿qué opinan acerca de esto?

— Mis padres, como siempre, dicen que debo ser el mejor y que quieren que consiga una novia para casarme — su tono denotaba fastidio mientras hablaba de ello. — Y tú, ¿qué harás? ¿Conseguirás pareja? ¿Le propondrás matrimonio? ¿Seguirás lo que tus padres quieren? — cuestionó Alejandro.

— ¿Tú seguirías lo que ellos quieren? ¿Incluso si eso significa hacerlos felices? — su tono era neutro mientras me miraba fijamente, con las cejas fruncidas, esperando una respuesta. Por su parte, Sebastián solo los observaba en silencio.

Entre el bosque y la RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora