Una vez fuera de la librería, Erik aseguró la puerta de entrada sin preocuparse por poner un candado, confiando en la tranquilidad de la ciudad, a diferencia del tipo del carro.
—Los invito a cenar. Después de todo, ustedes insistieron en que comiéramos —mirando a los otros dos en busca de una respuesta.
—No perdemos nada. ¿Qué dices, Ed? —respondió Erik, pasando un brazo sobre los hombros de Ed.
—Está bien.
Los tres caminaron por las calles, el sol ocultándose detrás de los pequeños establecimientos, dejando paso a los faroles que iluminaban la ciudad. La atmósfera nocturna envolvía la ciudad mientras Erik y Ed hablaban animadamente sobre el pastel de zanahoria del café. Alejandro, por su parte, miraba hacia arriba, admirando las estrellas.
—Vas a tropezar si no miras hacia dónde vas —advirtió Erik, mirando a Alejandro, quien le respondió con una sonrisa apenada.
—Lo siento. Solía mirarlas cuando subía al techo para evitar que mi padre me golpeara —dijo Alejandro, bajando la voz. Erik y Ed conocían parte de la historia de Alejandro, pero no toda. La mención de su padre los dejó incómodos.
Erik observó a Alejandro mientras Ed caminaba hacia él y lo abrazaba por el hombro.
—Vamos, tenemos que apurarnos. Quiero comer —dijo Ed, mostrando una tranquilidad que contrastaba con la emoción anterior.
—Tienes razón. Estoy seguro de que Sebastián ya llegó —comentó Alejandro, volviendo a su tono habitual. Esto tranquilizó a Erik y Ed.
Los tres aceleraron el paso hacia la casa de Alejandro, ubicada a tres cuadras de la zona de los edificios, rodeada de árboles y senderos de ladrillos. Llegaron a una pequeña casa de madera de dos pisos, iluminada por pequeñas lámparas y un gran árbol frondoso.
Una vez dentro, Alejandro sacó la llave, abrió la puerta y entró. Sebastián estaba ocupado comiendo espagueti.
—Hola —saludó Alejandro, levantando la mano. Sebastián simplemente se limpió la boca con una servilleta.
—Llegan un poco tarde para la cena —comentó Sebastián.
Erik y Ed saludaron cordialmente.
—Alejandro nos invitó a cenar —añadió Ed emocionado, tomando asiento en la mesa.
—Ah, ya veo. Supongo que tendré que ayudar a Alejandro a cocinar, ¿no es así, Ale? —dijo Sebastián, con una sonrisa burlona.
—Sigues sin saber cocinar, Alejandro —declaró Erik desde el sofá, observando a Alejandro.
—¡Ya estoy aprendiendo! —exclamó Alejandro apenado, esta vez con una bandeja en las manos.
—Aprendiste a preparar vasos de agua, ¿verdad? —se escuchó una risa de Ed, quien observaba desde la mesa.
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Entre el bosque y la Realidad
Teen FictionDesesperado por escapar de su tormentoso pasado, un joven emprende un viaje incierto hacia Lankhaster una Residencia Estudiantil , con su leal amigo a su lado. Pero a medida que avanzan, las voces inquietantes que susurran en la oscuridad amenazan...