6. Confesión

132 9 1
                                    

Sentí el sabor salado cuando una de mis lágrimas quedó atrapada en la comisura de mis labios

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentí el sabor salado cuando una de mis lágrimas quedó atrapada en la comisura de mis labios. Estaba colapsando y no sabía qué hacer porque el miedo me tenía tan aterrada, que ni siquiera era capaz de moverme porque mi cerebro no estaba dispuesto a emitir órdenes.

Su mano se movió y el pico del cuchillo se clavó ligeramente justo donde estaba mi nuez. No estaba presionando, simplemente lo había dejado sobre esta, pero tenía miedo de tragar y degollarme.

—No lo entiendo —susurré, ni siquiera estaba segura de haber logrado emitir algún sonido. Su boca se convirtió en una sonrisa siniestra, realmente se estaba divirtiendo.

—Aquella noche, iba a matarte —susurró, mi corazón se detuvo, el vello de todo mi cuerpo se erizó ante aquella confesión—. Pero entonces vi la locura, y te volviste interesante. No podía matarte sin más, ¿sabes?

—Pensaste que sería divertido jugar con la loca, de una forma u otra, me ibas a matar —intervine con voz temblorosa. Aquello no podía ser real, era demasiado enrevesado como para serlo; pero fui yo quien pensó de primeras que él no era real.

—Gracias a tu locura estás con vida, y de ti depende conservarla —retiró el cuchillo de mi cuello y comenzó a juguetear habilidosamente con él, pensé que se cortaría.

¿Me iba a dejar vivir? ¿Por qué lo haría? Ya se había divertido y ahora yo era una pieza suelta que podía hacer peligrar su plan fuera cual fuese.

—Mientes —susurré con voz temblorosa. No estaba lista para morir, me aterraba la imagen que mi propia mente había creado del cuchillo enterrándose en mi piel una y otra vez, la sangre corriendo y mis gritos retumbando en las paredes. ¿Llegarían mis padres a tiempo? ¿Acabaría como aquellas chicas?

El chico frente a mí chasqueó a lengua y alzó el rostro hasta que su mirada dio con el techo, una sonrisa ensanchándose en su rostro, su mandíbula marcándose.

—Me lo he pasado muy bien contigo y no quiero que el juego acabe todavía —dio media vuelta, dándome la espalda sin preocupación, y se alejó de mí. Yo no era capaz de moverme, y él sabía que el miedo me tenía paralizada—. Cierra la boca, y no tendré motivos para matarte.

No podía creerle después de haber visto aquel cadáver en el bosque, la palabra de alguien que puede cometer semejante atrocidad no valía nada. Seguro que tan solo esperaba a que bajase la guardia para poder matarme sin que armase un escándalo. ¿Qué harían mis padres al ver el charco de mi sangre? Sin mí sus vidas serían más tranquilas.

—¿Podrás guardar nuestro secreto?

Se acercó de nuevo a mí con paso seguro, su atuendo oscuro le hacía ver como una gran sombra. Estiró la mano hacia mí y me tomó del mentón apretando. Ahogué un quejido, las lágrimas brotaron de mis ojos cuando asentí. No tenía otra alternativa, aunque en el fondo pensé que no sería capaz de guardar ese secreto que me hacía cómplice de algo tan espeluznante. Debía ser cautelosa al delatarlo, porque debía delatarlo, ¿verdad? Mi moral me obligaría a hacerlo, aunque él parecía entenderme y conocerme mejor que yo misma. Era un embaucador, no podía intentar ver lo bueno en él; tan solo era un asesino.

La Locura Que Provocas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora