19. Me gusta tu miedo

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Un jadeo escapó de mi boca cuando apretó mi cuello y tiró de mí, haciéndome dar un traspiés para acabar pegada a él

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Un jadeo escapó de mi boca cuando apretó mi cuello y tiró de mí, haciéndome dar un traspiés para acabar pegada a él.

—No puedes ofrecerme algo que ya me pertenece —masculló serio. Cuando me repuse por el sobresalto de su gesto brusco una sonrisa me salió sola. Aquello no podía ser real.

—Yo no te pertenezco —repuse con una calma forzada que sonaba bastante creíble. Su mano seguía sobre mi cuello, pero se aflojó lo suficiente como para que la sangre dejase de acumularse en mi cabeza. Matthew ladeó la cabeza y me dio una sonrisa ladina antes de liberarme y encaminarse a mi cama.

—Deja de fingir, Mad, es patético. Te estás haciendo la valiente, pero puedo ver cómo te tiemblan las piernas desde lejos —comentó con una sonora risa—. Aunque ha sido un buen intento.

—Eres un monstruo —escupí asqueada mientras me frotaba el cuello de forma inconsciente. Por un instante temí una respuesta agresiva por su parte, pero él tan solo rio.

—La culpa de esto es tuya, pequeña loca. Si colaborases seríamos un gran equipo, pero sigues pensando que yo soy el enemigo.

—Estoy colaborando, ¡joder! —chillé dejando salir la frustración, pero callé cuando se llevó el dedo índice a los labios en una señal de silencio.

—Hoy estás diciendo demasiadas mentiras.

—No te he delatado ni...

—Porque no has podido —me replicó con una sonrisita maliciosa.

—Podría haberlo hecho hoy en clase, haberle dicho a cualquiera que el responsable de las muertes de todas las chicas es Matthew Drey —dije sin detenerme siquiera a respirar. Él ladeó ligeramente la cabeza cuando pronuncié cómo se llamaba supuestamente, y me hizo dudar—. Si es que ese es tu verdadero nombre, claro —bufé. Me lo estaba apostando todo en un juego de cartas cuando tenía la mano vacía.

—Es mi nombre —afirmó con un tono tranquilo—. ¿Y cómo puedo saber que no me has delatado, Mad?

Su pregunta me dejó estática, estaba a punto de pillarme los dedos yo sola.

—Se supone que confías en mí —respondí tratando de sonar segura. Su sonrisa se ensanchó y asintió.

—Lo hago.

—Bien... —me mordí el labio inferior sin saber cómo proceder, no entendía en qué nos dejaba eso.

—Pero la confianza es algo que se gana, y tú ya has intentado jugármela más de una vez —comentó con una sonrisa torcida.

—¡Pero eso fue antes!

Titubeé. Supe al instante en lo que estaba pensando, y lo confirmó.

—¿Antes de qué, Mad?

—Antes de matar a Carmen —admití en un susurro. Queriendo o no, era cómplice de asesinato, estaba condenada injustamente y tenía miedo. Había preferido morir a acarrear con las consecuencias o sufrir.

La Locura Que Provocas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora