45. Culpa

58 4 0
                                    

La cena con mis padres fue tranquila

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La cena con mis padres fue tranquila. Matthew se comportaba como un chico ejemplar y ya no solo mi madre lo adoraba, sino que mi padre también. Mi vecino tenía un don para engañar a la gente, aquello de la manipulación se le daba demasiado bien, y no era lo único, porque mentir se le daba de lujo. Cuando mi padre le preguntó qué pensaba hacer a futuro, Matthew se inventó todo un plan de vida en Olsten que incluía estudios universitarios. Aquello sonaba tan bien que no pude evitar ilusionarme incluso sabiendo que eso no era cierto y que en algún momento abandonaría el pueblo.

Matthew se fue a casa después de cenar y llamó a mi ventana a las tres y media de la madrugada. No dormí absolutamente nada.

Busqué un trapo con el que limpiar la ventana y me detuve más de la cuenta mirando el sangriento corazón en el cristal, mi pulso se aceleró.

No quise perder aquello que Matthew había hecho para mí, aquellas iniciales que nos representaban como equipo y el corazón que podía significar algo más. Pero era una prueba incriminatoria, tenía que limpiarlo y, aunque le tomé una foto con el móvil para guardar el recuerdo, no me pareció suficiente. Me arriesgaba, cuantas más pruebas guardásemos, más nos arriesgábamos a ser atrapados.

Pero no me importó.

Busqué un folio en blanco y abrí la ventana para poder ponerlo sobre la sangre. La mancha roja se traspasó al folio, invertida, y eso fue lo que guardé. Lo dejé en lo alto de la estantería para que secase sin correr el riesgo de que mi madre lo viese, y después limpié el cristal a conciencia.

Matthew dejó el vaso con la sangre en mi habitación, así que tuve que encargarme de cogerlo cuando salí por la ventana cuando mi vecino arrojó una piedrecilla contra el cristal.

Antes de cenar habíamos estado practicando cómo hacer la firma, porque debíamos hacerla de forma similar para no crear sospechas; nadie debía saber que éramos dos personas diferentes.

Así que cuando llegamos al cementerio, nos pusimos los guantes y trazamos las iniciales casi idénticas usando el dedo índice y la sangre del vaso.

Matthew se acordaba de todas las víctimas e incluso había averiguado el nombre de las chicas que mató la noche de Halloween.

Estaba claro que había recorrido el cementerio varias veces, porque sabía bien dónde estaba ubicada cada persona.

—Esta es tuya —dijo deteniéndose frente a una lápida y tendiéndome el vaso. Miré el nombre y las fechas de nacimiento y defunción, comprendiendo que debía tener entorno a los cuarenta años, y que debía tratarse de la mujer del perro a la que yo había matado.

Boqueé procesando aquello y grabando su nombre en mi memoria antes de meter el dedo enguantado en la sangre ya fría y deslizarlo sobre la lápida.

Matthew me dio una mirada aprobatoria.

Hicimos aquello con prisa porque, aunque no había cámaras en el cementerio, nada nos aseguraba que no fuese a haber alguna visita indeseada.

Después de aquello seguramente pondrían cámaras. Olsten era un pueblo pequeño y tranquilo donde nadie profanaba las tumbas, pero eso había cambiado. Matthew había firmado el último cuerpo del cual había obtenido la sangre, y sería relacionado con las lápidas firmadas. Contábamos con que la policía fuese lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que no habían sido firmadas las lápidas de todas las muertes, pero sabíamos que eran demasiado estúpidos como para sospechar de dos asesinos independientes. Aquello solo los confundiría.

La Locura Que Provocas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora