34. La primera vez

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Me duché mientras Matthew me buscaba algo de ropa y se encargaba de aquel desastre, había sangre en cada superficie, incluso en la pared donde él me había estampado para besarme con vehemencia.

Me permití mirarme al espejo algunos segundos y no me asusté al ver mis mejillas manchadas de sangre. A Matthew le parecía algo hermoso y yo intenté verlo del mismo modo, aunque sentí asco. A pesar de la repugnancia a la sangre ajena, me invadió una plena sensación de orgullo, Matthew estaba orgulloso de mí.

Dejé que el agua caliente destensase mis músculos; el vecino había dicho que podía tomarme todo el tiempo que fuese necesario así que no tuve ninguna prisa. Vi el agua caer teñida de rojo, llevándose parte de la sangre ya casi seca. Froté bastante y me lavé varias veces para sentirme limpia. Disfruté del aroma del champú que despejó el olor a hierro y tierra húmeda que parecía haberse instalado en mis fosas nasales. Mientras me enjabonaba una vez más pasé la mano con lentitud sobre las marcas de los dientes de Matthew que habían quedado en mi cuello; las había visto en el espejo. Mi corazón se desbocó, la idea de estar marcada por él y que él lo estuviera por mí me hacía sentir cosquillas en el vientre. Mis uñas aún estarían clavadas en sus hombros como recordatorio de lo que había ocurrido esa noche.

Matthew entró al baño para dejarme una toalla y algo de ropa suya. Cuando el agua por fin salió completamente cristalina, decidí que ya había sido suficiente. La ropa de Matthew olía a él, era algo demasiado agradable y reconfortante. Me puse el jersey grueso negro y el chándal del mismo color que Matthew me había dejado, aquello se sintió como un abrazo suyo, pero sin ese miedo que volvía nuestro contacto emocionante.

Me saqué el pelo húmedo del jersey y tras escurrirlo un poco con la toalla y cepillármelo con los dedos, salí del baño y fui directa a la habitación. Ya no había sangre en la pared, la piedra y el cuchillo que Matthew había dejado sobre el mueble ya no estaban ahí y la ropa sucia tampoco. En lugar de esto, había un par de algodones y un pequeño bote de antiséptico en una superficie completamente limpia. La cama estaba hecha con sábanas limpias y todo rastro físico de nuestra unión había desaparecido.

Matthew entró y se detuvo por un segundo al verme, una sonrisa tironeó de sus comisuras mientras retomaba su camino y se acercaba al armario.

—Empezaba a pensar que te habías ahogado ahí dentro —comentó. Di por hecho que era una broma, aunque su tono fue neutral.

Le di una sonrisa ladeada como respuesta y me senté en la cama. Ahí estuve mientras Matthew se duchaba. Miré mi móvil por si mi madre me había escrito algo mientras estábamos fuera, pero después de darme las buenas noches cuando le avisé de que pasaría la noche en casa del vecino, no hubo más mensajes suyos. Para mi sorpresa, quién sí me había escrito era Evan. Decía que estaba muy agobiado y que necesitaba despejarse, seguido de eso me invitaba a tomar café. Evan me caía bien, se le veía un buen chico y no quería que acabase mal parado, Matthew ya se lo había planteado como objetivo, aunque lo de que no tuviese intención de matar hombres me había dejado bastante más tranquila.

La Locura Que Provocas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora