35. Preguntas

67 5 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ante mi silencio, Matthew estiró la mano y acunó mi mejilla para pasar su pulgar sobre mis pecas presionando, como si estuviese comprobando que no se borrarían.

Me sentí mal porque aquello no me horrorizaba, sino todo lo contrario.

—Tengo preguntas —musité sin apartar mis pupilas de las suyas. Deslizó la mano y su pulgar acabó sobre mi labio inferior; siseé cuando presionó la herida que me había hecho y eso le causó una sonrisa. Hacerme daño le daba placer y a mí me lo daba dárselo. Aquello era retorcido, pero para mí estaba bien. Después de todo, yo le gustaba a Matthew y tenía su atención. Yo estaba viva y era su cómplice.

Sus finos labios se curvaron hacia arriba. Apartó la mano de mí y se acomodó manteniendo la distancia.

—¿No quieres que te cuente cómo le vacié los ojos con un palo? —preguntó divertido y alzó las cejas cuando me encontró asintiendo. Hasta yo me sorprendí—. Me dejé llevar —dijo con una fina sonrisa—. Era mi primera víctima y merecía que fuese creativo con ella. Se veía demasiado hermosa salpicada de sangre y con él horror clavado en la mirada. —Una sonrisa tenue marcaba sus labios, como si el recuerdo fuese demasiado bueno y le tuviese demasiado apego. No podía tenerle envidia a una muerta, pero no pude evitar preguntarme si Matthew hubiese pensado lo mismo de mí si hubiese acabado con mi vida—. Hasta que le saqué los ojos —concluyó sonriente y yo no me alteré—. Tuve que apañarme con lo que tenía a mano sin dejar huellas, aunque pensaba que la policía sería un poco más lista. —Se encogió de hombros y estiró la mano para apretar mi pierna por encima del pantalón—. ¿Qué dudas pasan por esa cabecita loca?

Intenté organizar mis pensamientos para expresarme con claridad. Sabía que Matthew acabó internado en un psiquiátrico porque intentó matar a alguien, pero no sabía nada sobre eso, y sus inicios me causaban curiosidad. Ya sabía que le gustaba matar animalillos blancos, pero matar a una persona era completamente diferente.

—¿A quién intentaste matar? —cuestioné cautelosa. Si la pregunta le sorprendió, no me lo hizo notar; pero sí que le fastidió. Resopló y se acomodó abriendo un poco más las piernas.

—A un compañero de clase —respondió sin mucho entusiasmo y yo fruncí el ceño. Que no quisiera dar detalles era extraño.

—¿Y qué pasó? ¿Qué salió mal? —Estaba intrigada y él no tuvo más remedio que resignarse a contármelo. Volvió los ojos y apretó los labios. Tras un suspiro pesado en el cual temí que se le saliese el alma por la boca, habló.

—Me llevé un cuchillo a clase e intenté clavárselo a un cabrón que me tocó los huevos. Fin de la historia —respondió hosco. Por un instante me quedé perpleja, después se me escapó la carcajada y, aunque intenté evitarlo, acabé riéndome de él. Me miró con el ceño fruncido.

—Perdón, perdón —dije entre risas—. Es que no me puedo creer que te llevases un cuchillo al instituto.

Un atisbo de sonrisa apareció en sus labios.

La Locura Que Provocas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora