Parte seis

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21 de Abril, 2005.




ANNELISSE había tomado la decisión aquella mañana. Había decidido ir a hablar con él, como le había pedido por carta. Se vio sorprendida al llegar a la casa, abrumada incluso. Era la casa que ella había elegido. A pesar de encontrar encantador que Draco hubiera decidido vivir aquí también le dolió pensar que ese hubiera sido el hogar de los dos. Ese que ahora compartía con otra mujer.

Tomó una gran bocanada de aire, sintiendo que le faltaba. Tras unos segundos, todavía insegura en si llamar a la puerta o no, finalmente se acercó y tocó la puerta con sus nudillos.

Al igual que Annelisse, Draco desde el otro lado de la puerta sintió su corazón darle un vuelco al oír los golpes en la puerta. Se levantó inquieto del sofá, sintiendo el sudor en la palma de sus manos y fue hacia la puerta. Casi tomando el pomo de la puerta, respiró hondo, preparándose una vez más para lo que estaba a punto de suceder. No se habían visto desde el funeral.

Tras lo que pareció una eternidad para Annelisse, finalmente Draco abrió la puerta. Tras esta, estaba ella, que lo miró con una apenas visible sonrisa, algo nerviosa. Él la observó casi embelesado. Todavía no conseguía procesar el hecho de que ella estuviera realmente ahí.

Observó una vez más su rostro, cada arruga que había salido en ella, cómo sus facciones ahora eran las de toda una mujer, hermosa pensó él de nuevo. Divisó en su cuello un colgante que creyó que jamás volvería a ver, el colgante que él le regaló aquellas navidades cuando se conocieron. Eso, le hizo sentir un pequeño cosquilleo en el estómago, algo que no sentía desde su partida.

—¿Puedo? —Dijo ella suavemente señalando con su mano al ver que Draco no decía nada, parado frente a la puerta.

Draco, parpadeó volviendo en sí y carraspeó.

—Sí, claro. Perdón —Se apartó de la puerta para que ella pudiera pasar.

Annelisse entró y tras ella iba Draco. Él, nervioso, la guió hacia la cocina mientras ellas observaba el interior de la casa con cierta maravilla, sorprendida. Había ciertas cosas que ella reconocía, cosas que estaban exactamente colocadas como ellos habían hablado y eso, de nuevo, le pareció hermoso y a la vez doloroso. Había cumplido su palabra.

Se sentó en la mesa de la cocina mientras Draco se dirigía hacia la encimera 

—¿Café? —Preguntó con la voz algo temblorosa.

—Sí, por favor —Respondió ella en el mismo tono. 

Para ambos la situación era realmente extraña y no sabían qué decirse el uno al otro. Era como si no se conocieran en absoluto, como si hubieran olvidado el pasado que tenían en común. Draco, tembloroso, terminó de preparar el café. Lo sirvió en dos tazas y se sentó frente a ella. Annelisse reconoció la taza que él estaba usando y no pudo evitar soltar una pequeña risa ahogada.

—¿Qué? —Preguntó nervioso.

Ella sacudió la cabeza.

—Nada. La taza —Movió levemente su cabeza, señalándola con ésta.

Draco carraspeó y se movió ligeramente en su sitio.

—Era demasiado bonita como para tirarla —Respondió sin saber muy bien por qué, frunciendo el ceño.

—Sí... —Alargó ella un poco aquella respuesta, dando pequeños toques en su taza algo incómoda. No sabía cómo empezar la conversación. Las palabras no eran capaces de salir, porque, ¿Qué le dices al hombre que amas después de haber desaparecido cinco años?

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora