Parte once

1.4K 169 75
                                    


LAS CALLES de Londres estaban repletas, las bocinas de los coches retumbaban por todas partes. Apenas quedaban veinte minutos para que empezara el trabajo y la gente iba de un lado a otro para acudir a éste. Esa misma mañana, tanto Annelisse como Albert empezaban su primer día en el Ministerio.

Al igual que muchos otros magos, usaban algún método mágico para acceder a él. Aquella mañana, usaron la cabina de teléfono, por la cuál accedieron rápidamente a la planta principal del Ministerio de Magia. Justo al llegar, Annelisse observó su alrededor, tomando una gran bocanada de aire. Tenía claro que iba a tener que enfrentarse a mucha gente, quienes también creyeron que había muerto o simplemente ido. Y sobre todas aquellas personas: Draco.

—Hey, ¿Estás bien? —Preguntó Albert, al ver que se había quedado quieta, como si estuviera ausente, sumida en un pensamiento profundo.

Annelisse parpadeó algunas veces, volviendo en sí y dirigió la mirada hacia él.

 —Sí —Exhaló y comenzó a andar de nuevo junto a él—. Es sólo.... Ya sabes, trabajar de nuevo aquí. Todavía no me he encontrado con nadie y no cabe duda de que van a atosigarme a preguntas.

—Bueno, para eso tienes un compañero excepcional que te ayudará a lidiar con eso —Respondió divertido, rodando sus ojos. Annelisse soltó una pequeña risa, algo que le sorprendió incluso a él—. Por fin te ríes. Llevabas varios días sin hacerlo.

—Lo sé —Dijo llevando las manos sus bolsillos de la chaqueta—. No pensé que fuera tan abrumador volver a Londres.

La rodeó con su brazo por los hombros, atrayéndola a él.

—Trata de relajarte. Venga, que luego vamos a celebrar nuestro primer día de trabajo con unas copas —Le sonrió, a lo que ella le respondió de la misma manera.

Ambos anduvieron hasta la oficina de Kingsley, como habían acordado días atrás. Él les explicaría cómo trabajarían en el Ministerio, ya que las cosas habían cambiado bastante tras cinco años. Llegaron a su puerta y tras llamar, esperaron pacientes hasta que una voz les dijo que entraran.

Cuando lo hicieron, lo que se encontraron les sorprendió. Sobre todo a ella.

El corazón de ambos se aceleró tontamente al reencontrarse una vez más, incluso por un segundo olvidando que no estaban solos. Con ellos también estaban el Ministro y Albert. Draco y Annelisse no dejaban de mirarse, como si sus miradas hablaran entre ellas. Ninguno de los dos se habían visto desde que Draco descubrió lo de su cicatriz, lo cual él encontró extraño al descender la mirada y comprobar que volvía a llevarlos. Él tampoco se había atrevido a visitarla tras su charla con Mittie y estaba nervioso por el día de hoy.

—...nelisse —Susurró Albert suavemente, dándole un pequeño golpe en el hombro con el suyo y haciéndola volver a la realidad.

—Perdón —Dirigió su mirada hacia el ministro de Magia—. Mala noche a causa de los nervios del primer día, no he podido descansar muy bien —Mintió y carraspeó, poniéndose recta y prestando atención completa al Ministro.

—Me gusta ese entusiasmo —Rió el ministro—. Bueno, ahora que los tengo a todos aquí, quería comentarles algo. Dado que el Señor Malfoy tomó su puesto años atrás, él podría ponerle al día hasta que empiecen a trabajar ustedes dos con algunos casos como Aurores la semana que viene —Explicó el ministro, señalando a Draco mientras hablaba.

Sus miradas, tímidas esta vez, volvieron a coincidir por un segundo antes de volver a prestar atención al Ministro.

—Claro, no hay problema —Puso Annelisse su mejor sonrisa. Sí había un problema. Por mucho que deseara estar junto a Draco, no había peor tortura que esa, tener que trabajar con él y no sólo él. Junto a Albert también.

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora