Parte treinta y uno

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Draco permaneció en St. Mungos. Tras convencer a todo el mundo para irse a casa y descansar, el permaneció junto a Annelisse; quedándose aquella noche en el hospital. No quería pasar un segundo alejado de ella, y menos tras saber que incluso la vida de su futuro hijo dependía de que ella aceptara bien el tratamiento y despertara.

Estaba en la cafetería con insomnio en el cuerpo, tomando un café como inútil remedio frente a éste. Pensativo, al igual que las horas anteriores. No podía dejar de darle vueltas a la misma idea.

Annelisse llevaba su hijo, su futuro hijo.

Ante la idea, mil posibles escenarios atravesaban la mente de Draco, deseoso por todos ellos y cada cuál, mejor incluso.

Imaginaba aquella vida junto a Annelisse, con su bebé, en ese futuro que tanto tiempo atrás habían tratado de tener y ahora parecía tener alguna posibilidad.

Era mucho que asumir, pero era la mayor felicidad que podía sentir Draco. Además de algo que había deseado desde siempre junto a ella. Una familia.

Ya no era tan sólo un deseo. Era una realidad y aunque difícil de asumir, feliz ante tal acontecimiento. Más que nunca deseando que Annelisse despertara y se recuperara para poder compartirlo con ella.

Mezclado entre la preocupación y la alegría frente a todos los acontecimientos recientes, Draco daba un sorbo de su café en aquella solitaria cafetería, dada la hora que era.

Algo llamó su atención por su vista periférica, alguien.

Cuando alzó su cabeza, pudo ver a Mittie viniendo hacia él, con una pequeña sonrisa en el rostro. En silencio, ella tomó asiento frente a Draco, todavía sonriendo.

Soltó un leve jadeo entre una ahogada risa, pensando en la noticia.

—No podía dormir y he venido. Sabía que te encontraría despierto —explicó ella y luego miró a Draco directamente a los ojos—. Su madre me lo ha contado cuando volvimos a casa. Enhorabuena, supongo —le sonrió todavía más.

Él, entendiéndolo, soltó una pequeña risa ante la idea una vez más.

—Todavía suena imposible —habló tras varios segundos.

—Ella saldrá de esta, Draco. No tienes de qué preocuparte. Y el bebé estará bien.

—¿Tu crees?

—Claro que sí —lo miró con alegría—. Papá.

Aquello provocó una risa en él, feliz ante el concepto. Papá, repitió en su cabeza, haciéndole sonreír todavía más.

—Sé que no habéis tenido una relación fácil. Habéis pasado por un montón de cosas y definitivamente lo que hizo tu padre fue lo peor que pudo haberos hecho a los dos. A pesar de luego redimirse, cosa que siento mucho, Draco. De verdad —habló su amiga—. En cuestión de un mes, Annelisse volvió, lo puso todo patas arriba y una vez más todo se ha torcido a nuestro alrededor. Pero no para mal esta vez. Así que no te rindas.

—No debí haberle insistido en contármelo, Mittie. Es mi culpa que esté donde está —habló Draco—. Podría estar ahora conmigo en casa tras un día perfecto, juntos, pero no. Por mi culpa y mi insistencia, yo la traje aquí.

—No lo es, basta —le reprendió—. Tú no podías saberlo. Si alguien tiene la culpa es ella, por mucho que me duela decirlo. Ella debió habérnoslo contado desde un principio que podría suceder esto —tragó saliva—. Albert me ha contado todo lo que él sabía.

Aquello hizo que Draco volviera a fijar sus ojos en los de Mittie.

—Ahora entiendo por todo lo que ella pasó e incluso me siento mala amiga por haberla juzgado... pero ninguno lo sabíamos, Draco. Ninguno podíamos saberlo, así que deja de culparte.

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora