Parte veinte

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LUNES UNA VEZ MÁS. Aquella mañana tanto Draco como Annelisse se prepararon para lo mismo con igual estado de nervios en su cuerpo. Quedaba tan sólo una hora para la lectura del testamento y ninguno había hablado con el otro desde aquella charla en el coche; cuando casi se besan.

Mientras Draco y Narcissa habían llegado al fin al Ministerio, Annelisse tuvo que parar para tomarse una Tila. Estaba realmente nerviosa. Las manos le sudaban, temblorosas. Incluso ella. Inquieta por saber qué quería Lucius y por ver a Narcissa; con quien era cercana en el pasado a pesar de la mala relación con su difunto marido.

Tras inhalar y exhalar varias veces intentando relajarse, avanzó por los pasillos del Ministerio hacia donde habían quedado en leer el testamento: la oficina del Ministro. Justo al girar la esquina, divisó a Narcissa y Draco en la distancia, sintiendo los nervios apoderarse de ella de nuevo. Sus pies continuaron andando hacia ellos a pesar de desear dar la vuelta e irse en ese mismo momento.

Cuando ambos escucharon sus pasos, se giraron y pudieron verla. Su expresión cambió completamente, tornándose en una sonrisa nerviosa y algo tímida. Así como llegó, sin previo aviso, Narcissa se abalanzó sobre ella para abrazarla con fuerza.

Ella, en vista de la situación, no supo qué hacer. Miró a Draco de reojo y pudo ver que él parecía aguantar una risa. Seguramente por la cara que ella tenía en ese momento, pensó.

Cuando se separaron, Narcissa tomó el rostro de ella entre sus manos, observándola. Maravillada incluso.

—No puedo creer que estés viva. Cuando Draco me contó por lo que tuviste que pa...

—Madre.

—Estoy muy enfadada contigo, pero estoy tan feliz de verte que...

—Madre —dijo más alto, causando que ella dejara de hablar y lo mirara—. Por favor, ¿Podemos hacer esto luego? El Ministro nos está esperando.

—Es cierto, lo siento. Lo siento cariño por abalanzarme así. Es sólo que... —suspiró sin poder acabar—. Vamos a acabar con esto cuanto antes. Quiero entender por qué Lucius te puso en el testamento.

Los otros dos pensaron igual, sobre todo Annelisse. Quien en ese punto sentía que en cualquier momento iba a desmayarse.

Sin más, llamaron a la puerta del Ministro y tras recibir orden, entraron en su oficina. Tras una pequeña bienvenida dándose los buenos días, los cuatro tomaron asiento y Kingsley presidió.

Preparó los papeles que traía y de un sobre sacó lo que era el testamento de Lucius, posándolo sobre la mesa frente a él. Miró a todos.

—Debo preguntar si queréis que la lectura sea pública, ya que la señorita Haunt no forma parte de la familia.

—Por supuesto que puede ser pública —respondió Narcissa con una educada sonrisa.

—Bien. Empecemos entonces —leyó el testamento—. La primera parte es puramente monetaria: Yo, Lucius Malfoy, cedo toda la herencia perteneciente a los Malfoy a un único heredero, Draco Lucius Malfoy, mi único y legítimo hijo. Quien heredará a su vez la Mansión cuando la usufructuaria Narcissa Malfoy, mi legítima esposa, termine de hacer uso.

Ante aquellas palabras, Narcissa y Draco se miraron, completamente sorprendidos. Eran conscientes de que en algún momento él heredaría la casa, pero no que su padre fuera a dejarle todo, incluida la casa donde su madre todavía vivía.

—¿Padre me lo ha dejado todo? —preguntó apenas sin voz, a lo que su madre se encogió de hombros como respuesta. Ninguno entendía cómo había decidido dejarlo todo, absolutamente, a Draco.

—Bueno, ese es el oficial. Ahora, hay el que escribió de su puño y letra. ¿Quieren que continúe? —preguntó el Ministro antes de proseguir, a lo que todos asintieron estando de acuerdo.


"Yo, Lucius Malfoy, en pleno uso de mis facultades físicas y mentales, hoy 10 de Abril de 2005 declaro como última voluntad lo siguiente:

A Narcissa Malfoy, mi amada y legítima esposa, beneficiaria de todo lo que obtuvimos juntos, todos esos bienes que, cuando ella desee, pasarán a nuestro hijo, Draco Lucius Malfoy.

A Draco Lucius Malfoy, mi único y legítimo hijo, toda la herencia familiar, mis efectos personales y todo lo que alguna vez me perteneció.

A Annelisse Marie Haunt, como última voluntad, le entrego una carta adjuntada al testamento con la esperanza de enmendar errores que cometí en el pasado. Esperando que así pueda encontrar de nuevo la felicidad.


Lucius Malfoy."


Nada más oír aquello último, la sala quedó completamente en silencio. Tanto Draco como Narcissa miraron a Annelisse, no entendiendo en absoluto a lo que se refería el testamento.

—¿Aceptan legalmente todo lo previamente descrito? Todos deben aceptar lo de todos los presentes, no sólo lo suyo, ¿Aceptan? —preguntó el Ministro juntando sus manos sobre la mesa, mirándolos a todos expectante.

Cada uno de ellos asintió. Entonces, Kingsley hizo firmar a todos, uno por uno, el testamento de Lucius Malfoy aquella mañana. Aceptando todo lo que el testamento conllevaba, admitiéndolo al completo. Una vez estampadas todas sus firmas, el Ministro sacó un sobre y se lo tendió a Annelisse.

—Es la carta que dejó Lucius para ti. Personalmente me dijo que si no querías que nadie la leyera, podías apelar a ello, que la decisión era tuya. Está añadido al testamento.

—¿Puedo leerla primero?

—Lo siento, Annelisse, primero debes decidirlo —torció los labios el ministro.

Ella, indecisa, observó durante unos segundos a Narcissa y a Draco, quienes todavía no entendían en absoluto de qué iba todo aquello. Tras respirar hondo y cerrar los ojos por un segundo, habló.

—Lo siento —miró un instante a ellos—. Apelo, que sea privado.

—¡¿Qué?! Estarás de broma, Annelisse —saltó Draco incrédulo, alzando su voz así como le lanzó una mirada desafiante.

—¿Por qué, Annelisse? —preguntó Narcissa sin comprender por qué decidiría algo así.

Ella se levantó y se dirigió hacia el Ministro, este señalándole donde debía firmar para la apelación. Tras hacerlo, volvió a mirarlos a ellos.

—Draco, necesito que lo entiendas, por favor.

—¡No tienes derecho a pedirme absolutamente nada, Annelisse! —le espetó, apuntándola con el dedo.

Annelisse, dolida, no dijo nada y simplemente se dio media vuelta.

—Lo siento, Narcissa —dijo justo antes de desaparecer por la puerta del despacho del Ministro y con ello, del Ministerio. Desapareciendo por completo de allí.

Justo cuando volvió a aparecer en su apartamento, anduvo hacia la cocina y rápidamente se sirvió una copa de vino. Se sentó en la mesa de la cocina y sobre ella estaba la carta que Lucius había dejado para ella.

Si había decidido hacer esto sola, era por su propia seguridad y la de los demás. No sabía qué podía haber en la carta. Y sobre todo no sabía qué querría ahora Lucius Malfoy.

Tras un par de copas y un montón de pensamientos, Annelisse se decidió a abrir la carta. Tomó esta nerviosa entre sus manos y rompió la apertura del sobre. Sacó la carta que había dentro y la desplegó, comenzando a leerla.

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora