Parte nueve

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25 Abril, 2005.


AQUELLA MAÑANA, Draco había vuelto al trabajo después de una semana y media. Además, creyó que le vendría bien despejarse un poco, no quedarse encerrado en casa como había estado haciendo hasta ahora. Ahora más que nunca esas cuatro paredes que llamaba hogar le hacían pensar en Annelisse y en su regreso.

Estaba en su oficina poniéndose al día con todo el trabajo que tenía algo atrasado. Habían colocado a un sustituto tras lo sucedido con su padre para que él pudiera tomarse unos días, pero resultó ser un completo desastre.  Por lo que tenía un montón de trabajo pero lo agradecía, ya que eso lo mantenía distraído.

Tras terminar con una pila de papeles, observó el reloj y vió que ya casi era la hora de comer. Terminó de firmar unos documentos más y dejó todo tal y como estaba sobre su escritorio. Tan sólo le quedarían unas horas más de trabajo tras comer. Luego había quedado para verse con Daphne y pasar la tarde juntos.

Se levantó de su asiento, decidido para hacer un descanso y salió de su oficina. A paso firme, se dirigió hacia la salida del Ministerio para ir a algún bar de la zona a pedir algo de comida. Nunca usaba la cafetería que había allí.  Cuando dobló la esquina, chocó contra alguien.

—Perdón —Dijo él pero su rostro cambió por completo al ver contra quien había chocado, tornándose pálido. Su corazón se aceleró una vez más a causa su presencia.

—Draco —Dijo con sorpresa. Ninguno esperaba encontrarse aquél día en realidad, Annelisse creyó que seguiría en su descanso del trabajo.

—Tú —Dijo intentando parecer serio. Su mandíbula se tensó cuando sus miradas se cruzaron. Habían entrado en un pequeño trance, no dándose él cuenta de que no venía sola. Tras un carraspeo que hizo Albert, Draco desvió la mirada hacia él y lo miró con recelo.

Albert, que miraba con cierta diversión a Draco, dado que notaba su recelo y entendía que aquél hombre era de quien tanto había oído hablar, habló mirando a Annelisse.

—Nelli, os dejaré a solas. Te veo luego —Le sonrió. Ella asintió con una pequeña sonrisa.

Draco nada más oír aquél apodo, no pudo evitar poner una cara de confusión y de desagrado a la vez. Observó cómo se despedían con una sonrisa, la forma en la que se miraban.

Sintió algo que no había sentido en mucho tiemp. Su sangre hervir, sintiendo aquél calor invadiendo su cuerpo. Aquella presión en el pecho a causa de aquél sentimiento que tanto había no sentido estos años: los celos.

Siguió a Albert con la mirada, viéndolo alejarse de ellos todavía desconfiado de él. Segundos más tarde, volvió la vista hacia Annelisse, quien ya estaba mirándole, expectante.

—Así que... ¿Ya has vuelto al trabajo? —Dijo ella nerviosa, sin saber muy bien de qué hablar.

—¿En serio? ¿Nelli? —Se le escapó, sin darse cuenta que no lo había dicho en su mente, lo había dicho en voz alta. Al instante se dió cuenta y trató de ponerse serio— ¿Qué haces aquí?

—Te dije que había aceptado el trabajo —Se encogió levemente de hombros.

—Hoy no debían empezar las nuevas incorporaciones —Respondió de mala gana.

Trataba de hablar a la defensiva porque quería evitar volver a caer por ella. Intentaba mantenerse firme con su decisión y no dejar que Annelisse le afectara, algo que por mucho que lo negara, sí lo hacía.

—Albert tenía una cita con Kingsley y yo unos asuntos personales —Explicó ella, lo cuál era cierto. Anoche, Albert pensó que ella podía intentar hablar con Kingsley sobre los Juramentos Inquebrantables para entender mejor en qué punto estaba el suyo antes de hacer cualquier cosa y salir malherida.

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora