Parte veintiséis

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AQUELLA MAÑANA Albert y Annelisse habían sido enviados a revisar ciertos casos. Tras eso, tan sólo debían hacer guardia por Londres, cubriendo a sus otros dos compañeros. Apenas habían hablado todavía dado el trabajo pero en un momento en el que Albert la vio sonriendo, no dudó en sacar conversación.

—Estás sonriendo —comentó de la nada mientras ambos deambulaban por las calles de Londres.

Ella giró su rostro hacia él.

—¿Y que pasa con ello?

—Nada. Estoy feliz de que tú lo estés y por la forma en que lo haces es porque algo bueno ha pasado.

—Albert, no me siento cómoda hablando de esto contigo —apretó ligeramente sus dientes, haciendo una mueca con sus labios.

—Estoy bien, si eso es lo que te preocupa. Te dije que conocía los riesgos y estoy realmente feliz por ti —suspiró—. Plus, quería hablar contigo sobre algo. Sabes que no puedo mentirte y/o ocultarte nada.

—¿Sobre qué? —se detuvo, provocando que Albert también lo hiciera.

Suspiró antes de hablar.

—Tengo una cita el sábado. Con Mittie.

Annelisse abrió los ojos, atónita un poco incluso ante tal información. No que le molestara pero se le hacía extraño.

—¿Tú y... Mittie? —preguntó en un hilo de voz.

—Bueno, es muy buena, me gusta cómo es y tengo que seguir adelante. No puedo atascarme contigo —se encogió de hombros y volvieron a andar mientras observaron las calles, supervisando.

—No me malinterpretes, no me molesta. Es sólo que no me lo esperaba en absoluto, pero gracias por decírmelo —le sonrió sincera—. Trato de hacerme a la idea, supongo.

—Y qué hay de ti, ¿Qué pasó al final? —preguntó el—. No me contaste cómo fue la lectura del testamento.

Ante eso, Annelisse de su bolsa sacó la carta. La llevaba desde ayer con ella, pensando en la remota idea de mostrársela a Draco. Algo que al final no hizo. Se la tendió a Albert, quien la abrió y comenzó a leer.

Mientras Albert leía, alzaba una ceja, luego la otra y hacía alguna que otra mueca. Ella tan sólo lo observó, repasando mentalmente la carta una vez mas, leyéndola ella en su mente. Para Annelisse era complicado, ya que odiaba a Lucius por lo que hizo, pero el hecho de que le dejara aquella carta y diera su vida por darle una oportunidad a ella y a Draco, hacía que una parte de ella quisiera incluso a esa persona que tanto dolor le había provocado.

Porque, ¿Cómo odias a alguien que da su vida de esta forma? Sabía que Draco odiaba a su padre tras saber lo que hizo y deseaba mostrarle la carta, pero una vez más no quería que él supiera la verdad de aquella noche. Que él mismo, Draco, fue quien les ayudó a hacer aquél Juramento Inquebrantable.

Albert bufó tras leer la carta y se la devolvió a Annelisse, quien la guardó de nuevo.

—Realmente no sé qué decir, Ann —sus ojos se agrandaron, sorprendido.

—Lo sé, estoy igual. Quiero decir, el arruinó mi vida, pero después... dio la suya para que yo pudiera regresar —fruncía el ceño ante sus propias palabras con cierta confusión.

—¿Esto quiere decir que ya no hay peligro de muerte?

—Eso creo, pero el libro decía que perdía su mortalidad, no que no fuera dolorosa o peligrosa. No sé qué puede pasar ¿Estoy preparada para ello? Porque yo no lo sé.

—Annelisse, le das demasiadas vueltas. Cuéntaselo de una vez —le dijo Albert serio—. Él también merece saber la verdad.

—Lo sé, ¿Vale? —alzó ligeramente su voz—. Es sólo que tengo miedo, intento proteg..."

Cinco horas con draco malfoy, pt.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora