No pudo dormir en toda la noche, hasta en sus sueños su conciencia la estuvo molestando,a pesar de que había jurado que le diría todo al muchacho, pero como era de esperar, su conciencia no le creyo nada y por consecuente, no la dejo dormir.
-¡Ya levántate Ahome!-le gritó su madre desde la cocina.
La chica solo miro hacia atrás y dejo el cepillo sobre el buró, estaba ya lista para irse, desde las 12:30 de la noche lo estuvo, así que, no fue necesario el griterio de todas las mañanas. Debía de admitir que se veía fatal, con ojeras, sus ojos un poco rojos y su cara un poco inchada, pero no lo podía evitar.
-¿Qué hago en 1 hora?-
Dio una vuelta por su habitación, reacomodó unos libros que estaban fuera de lugar; y luego de 15 minutos, se sentó en su cama y se dedicó a admirar la rosa que estaba cerca de la ventana para que le entrara luz.
-¿Por qué no se ha secado?-
Se acerco y se sorprendió al ver que el florero en el cual la tenían, no tenía agua, y al parecer desde hace mucho. Rápidamente lo tomo y lo llevó al baño, para ponerle un poco de agua.
-Eres una planta muy especial.
La dejo donde estaba y la volvió a mirar, por más cosas que pudieran pasar, la rosa no mostraba signos de secarse, si no al contrario, se ponía cada vez más bella.
-¿Que relación tienes con InuYasha?-
Lo analizó un momento, los nombres eran iguales, pero los chicos no, bueno, en sí, a uno no lo conocía muy bien que digamos el "Hijo de la Luna" sólo se le había aparecido una noche y "extrañamente" ella quedo flechada. Recordaba su cabello platinado, sus bellos ojos claros, con un destello dorado; en cambio, el Inuyasha que conocía, tenía el cabello color castaño oscuro y los ojos cafés, aunque en más de una ocasión, había visto en ellos un leve destello dorado.
-Aunque no lo quiera admitir, ellos dos se parecen demasiado.
Miro el reloj, las 7:05 de la mañana, aún era muy temprano para irse a la escuela, por lo menos unos 10 minutos más para seguir meditando el parentesco de los dos jóvenes que le habían cautivado el corazón.
-"¡Hey, no es verdad!"-se regaño al analizar lo antes pensado-"No estoy enamorada de ambos...bueno, en sí, no lo sé"-murmuró pensando bien.
No quería admitir lo que sentía por InuYasha Ariwa, pues sabía que su corazón le pertenecía a un personaje imaginario, hecho por pobladores cerca del Fuji, y que sólo aparecía en noches de Luna ¿tenía buen gusto para enamorarse, no? Frunció el ceño, debía de admitir que el InuYasha que conocía, también tenía lo suyo.
-Colmo, no sé ni lo que siento
-"Ja, voy ganando"-
Suspiró, estaba harta de escucharse a sí misma, y lo peor es que no se podía deshacer de ella misma.
-Me detesto.
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Sesshoumaru estaba sentado en la ventana principal del palacio, se encontraba en la ciudad, y eso era suficiente, pues no le iba a tomar mucho rastrear su energía.
-Con un error…serás mío.
Sonrió, cuando lo atrapara, la regañada, y castigo que le iba a imponer le caería bien, pues al parecer, aún no llegaba la "madre" del chico, por que cuando se enterara que lo había perdido, lo iba a destrozar.
-Espero que mi señora este de buenas.
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Inuyasha miraba la pequeña bolsa, aún tenía galletas, quería mantenerlas como un dulce recuerdo de Ahome.