Kaede e Inuyasha iban ya camino a la casa del sobrino de la anciana; Inuyasha no dejaba de sorprenderse de todas las cosas que habían en el mundo de los mortales, desde las extrañas cosas que traían consigo hasta esos monstruos de metal en las cuales viajaban.
-¿Kaede?-dijo Inuyasha para captar la atención de la anciana-¿Falta mucho?-pregunto casi en un bostezo-Estoy cansado y tengo sueño-dijo caminando con mucha pesadez.
-Eso te pasa por no hacer ejercicio y solo flotar o transportarte mentalmente-le reprocho la idea sin verlo-Ya casi llegamos, aquí dando la vuelta en la siguiente esquina-dijo viendo el papel donde tenía anotada la dirección-.
Dieron de vuelta en la esquina y vieron una gran casa blanca, con una reja color negro, era demasiado grande, Kaede sonrió y se acerco al timbre.
-¿Aquí…es?-pregunto Inuyasha impresionado por el gran tamaño de la casa-¡Wow!-exclamo mirando la casa de arriba abajo y de izquierda a derecha-.
Escucho un sonidito muy raro, volteo a ver a Kaede que tenía un dedo puesto en un pequeño botón blanco en la pared, iba a preguntar que era, pero la puerta de la casa se abrió.
-¿Abuela?-pregunto un joven de unos 18 años, cabellos negro, recogido en una coleta baja, ojos azules, vestía unos jeans azul marino con una camisa polo color blanco con rayas azules.
-Hola Miroku, cuánto tiempo hijo-dijo la anciana mientras se acercaba al chico-¿Cómo va la escuela?-pregunto alegre mientras le daba su bolsa y las maletas donde traía la ropa de ambos-.
-Pe…pe…pero-intento decir le joven mientras veía como su abuela entraba sin ninguna pena a la casa-¿Qué haces aquí?-pregunto intentando encontrar la razón de su visita y entonces volteó tras el y vio al joven-¿Y quién es él?-pregunto a su abuela aún más impaciente-.
-Ah…tranquilo, te lo explico adentro… ¿Y tu madre, tiene tiempo que no la veo-dijo la anciana tranquilamente mientras entraba dejando a ambos jóvenes fuera de la casa-.
-No ha cambiado nada-dijo el joven de la coleta, mientras igualmente entraba a la casa-Ven pasa no piensas quedarte acá afuera ¿o sí?-le dijo Miroku con una sonrisa-.
Ambos entraron, Inuyasha miro asombrado la casa en la cual se encontraban, era enorme, y tan solo había visto la sala, buscó con la mirada a Kaede, estaba sentada en el sillón principal, hablando con una mujer de unos 40 años.
-Que bueno verte mamá-dijo la mujer mientras se servía una tasa de té-¿Quieres un poco?-le pregunto ofreciéndole un poco de té-Me encantaría-respondió la anciana-.
-¡Abuela!-le reclamo Miroku que ya quería saber la razón de su visita tan inesperada-¿¡Que haces aquí?-le volvió a preguntar un poco más enfadado-.
-Vine a inscribir a Inuyasha a tu escuela-respondió la anciana como si nada, sorbiendo un poco de té-Y vine a pedirles, que si nos podríamos quedar aquí lo que resta del año escolar-dijo la anciana con una gran sonrisa-.
-Que… ¿¡QUÉ?-exclamó el joven viendo a su abuela algo sorprendido-.
-¡CLARO MAMÁ!-dijo la mujer con una gran sonrisa-Con gusto se pueden quedar aquí, Inuyasha puede dormir en la habitación que esta al lado de la de Miroku y tú junto a la mía-argumento la mujer muy feliz-.
-Entonces está arreglado, gracias hija-dijo Kaede con una sonrisa y mirando a su hija-.
Ambos jóvenes se miraron sin entender aún bien la situación; iban a vivir juntos de ahora en adelante, y eso se había decidido en tan solo unos cuántos minutos, de verdad, no entendían como las mujeres arreglaban las cosas tan rápido…y sin preguntar la opinión de nadie.