XIX: El último asedio

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Yennefer corría con su bebé en brazos; le cubría los ojos con un paño para que no viera lo que pasaba, para que no llorara al ver tanta gente alterada; llegó al limite de la ciudad en donde la gente se estaba refugiando bajo tierra.

"¡Un momento! Señora Yennefer venga aun hay espacio...¡Muévete Zarkesh haz espacio a la dama! Por aquí" Un soldado con sólo su pistola en mano estaba coordinando a los refugiados
"Juan necesito que me hagas un favor, esconde a mi hijo por favor. Si algo me pasa allá afuera por favor esconde su tierno cuerpo en tus brazos y cuídalo" Yennefer levantó a su hijo y le arreglo el pelo, besándolo entre lágrimas
"Yenn no tenemos tiempo para idioteces ¡Ven ahora mismo! Tu hijo te necesita tanto como tú necesitas de él" Juan le devolvió una mirada de negación
"No, yo tengo que ayudar, hay muy poca gente para defender las murallas y si entran incluso por un momento estaremos todos perdidos" Yennefer movió la cabeza con seguridad, volviéndose al soldado "Donde están reclutando gente"
"Señora-" El soldado titubeo a darle una respuesta
"¡Dígame!"
"A la otra punta de la ciudad, pase la pileta del centro hacia las murallas ilustradas"
"Que el Emperador los tenga a salvo" Yenn hizo un gesto con la mano y le dio una última mirada a su hijo antes de empezar a correr al lugar que le habían indicado.

Mephistas se pasea una última vez por la línea de la muralla Oeste, revisando que todos estuvieran atentos y apuntando al frente; no le preocupa cuando vengan sino la resistencia que le darán al invasor.
Las puertas estaban barricadas con todo lo que pudieron encontrar, sacaron muebles, sillas, incluso trozos de las casas cercanas con el fin de hacer la entrada más lenta. Los muros estaban defendidos tanto por los que estaban en la punta de la muralla como por la segunda línea que estaba a pocos metros de la misma, por si el enemigo lograba derribar los muros la segunda línea podría responder sin perder tiempo.

"Ahrel dime algo" Mephistas levantó sus binoculares y vio a la lejanía una nube de polvo negro acercándose lentamente
"Mephis detecto una gran cantidad de puntos enemigos viniendo por tu dirección ¿que ves?" Ahrel respondió secamente
"Es muy lejana pero si la he avistado, ¿crees que los élites estarán listos para cuando logren llegar a la plaza?"
"No tengas malos pensamientos mi amigo, ustedes serán lo suficiente para evitar que penetren"
"No soy yo quien se preocupa de mi puesto, me preocupe por el lado norte y Este. No tienen tantos efectivos como hubiera querido"
"Hubo muchos muertos en la guerra y tú lo sabes mejor que nadie, la poca población que no se escondió en los refugios se alistó para defender este último bastión. Son inexpertos pero harán su trabajo"
"¿Nunca subestimar a un hombre acorralado? No creí que leyeras panfletos"
"Cuando estas a punto de morir te aferras a lo que puedes"

Mephistas soltó una pequeña risita mientras suspiraba, el miedo le helaba la sangre pero trataba de disimular por sus hombres y mujeres a cargo; dependían de él para sobrevivir, dependían de él para saber que hacer, no quería decepcionarlos.

Eran los astartes con marcas de lágrimas en los cascos, se podían reconocer desde esta distancia y en la forma de marchar. Mephis se apuró a llegar junto la línea de tiro, alzó ña mano en espera del ataque. Los Lágrimas se pararon a pocos kilómetros en una colina cercana, inmóviles y ninguno con la cara descubierta.

El que Mephistas supusó era el Señor de esos Marines estaba parado con la espalda hacia la línea, dio un discurso en un idioma que ningún humano pudo comprender. Se dio media vuelta y miró directamente a los defensores de la muralla, parecía estar mirando directamente a cada uno de ellos; los defensores nerviosos tocaban los gatillos con expectación.
Reinó la calma por unos minutos más, Mephistas seguía con la mano levantada y lentamente la fue bajando hacia adelante con los dedos formando un puño excepto el dedo índice.

Mephistas apuntó al Señor con el dedo y tres disparos dados del frente, lado izquierdo y lado derecho respectivamente fueron dirigidos a la cabeza del Astartes. No tardó en caer muerto por el tercer disparo en el hueco que los dos disparos anteriores habían hecho.

Acepta tu historia (RLFV Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora