XIV

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Un sonar de huesos fue lo que despertó  a Adrael de su corto desvanecimiento. Se miró rápidamente el cuerpo y lanzó un pequeño alarido de dolor - "Mierda....al menos dos costillas rotas" - Adrael se dijo en un susurro, levantó la vista para ver cuántos metros había caído desde el puente a donde sea que se encontrara. Había un buen trecho, lo bastante como para no poder escalar, lo bastante para que un hermano con propulsores de salto gaste un tiempo considerable y bastante notorio con lo cual las probabilidades que tendrían los dos de sobrevivir se vería muy reducida.

"¿Alguien me escucha? Repito ¿Alguna escuadra puede hacer contacto?" - Ocultó su preocupación - "¡Contesten!"
"Señor A*#&^" - el intercomunicador se entrecortaba y producía estática en casi todas las palabras - "¡Señor! ¡Localización rápido!" Reconocía la voz, era el capitán del quinto escuadrón
"Debajo del puente, no hay heridas graves, salga de ahí ¡No se preocupe por mi solo ponga a salvo a todos los que pueda!"
"Adrael ¡Por el amor del Emperador regresa aquí! ¡Como puedas!" El segundo al mando de la compañía gritó en un tono que no esperaba una negación por respuesta
"Trataré Liejar, tú aguanta" Adrael se descolgó la combiarma, bolter con cuchilla, y avanzó por las piedras, tratando de subir

Los gritos junto con las espadas, hachas y cuchillos sonaban de una forma atronadora en la cabeza del Maestre, las advertencias que le había dicho a los demás Maestres antes de empezar la guerra se habían transformado en el presagio más amargo que podía pensar. Todos esos recuerdos, todas esas prácticas, ese tiempo perdido invirtiendo en relaciones con los aspirantes. Le llenaban la cabeza con una furia ciega que llegaría a todos los que viera en su camino.

Logró finalmente escalar hasta el terreno del cual había caído, habían pequeños combates personales aquí y allá pero en su mayoría era una pequeña batalla en que los tiros eran más frecuentes y letales que los propios marines. Desde una posición elevada la tercera compañía de los Palabras estaba barriendo la zona debajo suyo a balazos, pocos eran los que queriendo más sangre se tiraban en picada sobre los aspirantes recién salidos de sus mundos natales.
Adrael se puso a cubierto en un montículo de chatarra que había cerca de él y le dio un vistazo rápido a sus fuerzas: la situación le heló la sangre, de las nueve escuadras que aún quedaban antes de la emboscada tan solo quedaban un puñado (tres escuadras completas y dos capitanes más, Adrael los contó) de astartes que se aferraban a sus vidas, negándose a darle tan siquiera un milímetro más de espacio a sus atacantes, que parecían no menguar nunca en su fuerza de ataque.

"¡Maldita sea! Por el Emperador ¡Aguanten! Las glorias que recibirán si sobreviven serán suficientes para llenar sus corazones ¡esto será recordado hasta el final de los días del capítulo!" Adrael gritaba inspirado
"No puedo, no puedo, no puedo, voy a morir ¡voy a morir!" Escuchó el Maestre a un hermano, estaba sangrando de dos heridas que tenía en su estómago
"¡Fuego de cobertura! ¡Compren cinco segundos!" Adrael se abalanzó sobre el Marine y lo tiró a una roca, sus manos no hallaban la forma de atender al herido
"Señor...señor por favor ayúdeme" a pesar que los astartes estaban entrenados para no tener miedo, hay emociones que aún en sus vidas los marines no pueden reprimir: el miedo que mantiene con vida a un hombre
"Resiste hijo, resiste. Solo un poco más ¡mírame a la cara, mírame! Te voy a sacar de aquí y te mejorarás" - Adrael le puso las manos en la cara, sin querer se la manchó con su propia sangre - "Heh piensa en el lado positivo, no tendrás que luchar en un buen tiempo"
"¿Me puede prometer algo Maestre?" - su voz era cada vez más distante - "¿Me haría ese honor?"
"No te digas a ti mismo que vas a morir, no pienses en eso" Ahora estaba tratando de hacer presión en las heridas ignorando lo obvio
"Cuando salga de ésta...no se olvide de nosotros" el astarte lo miró a los ojos, su petición no tenía sentido
"Estas hablando locuras, concéntrate en el ahora" Alguien se le aproximó por la espalda a Adrael sin que él se percatara
"Eso hago....Señor" Levantó el bolter y disparó una sola vez, el cuerpo de un Palabras cayó al suelo

Los siguientes segundos se le hicieron eternos a el Maestre mientras veía, sin poder actuar de alguna manera, como lentamente la vida del astarte se desvanecía ante sus ojos. Su vista bajo a sus manos, llenas de sangre, una que silenciosamente lo culpaba, lo hacía responsable de lo que le había pasado a su cuerpo, a su alma; esas manos bajaron a el suelo, donde encontraron el arma que había caído de su joven hermano.
Las piernas de Adrael se movieron solas hacia el primer enemigo que vieron, cargando con toda la furia contenida de un general, de alguien que ha visto demasiada masacre, que ha visto por mucho tiempo lo peor que la humanidad podía dar. El físico de Adrael no reaccionó a las primeras salvas que cayeron sobre él, buscaron arrancar la vida del ingrato enemigo que tenía delante suyo, y esas manos ancianas, cansadas de guerra, pusieron todas sus fuerzas en el cuello de su contrincante; los dientes del Maestre se cerraron al contacto de unos dedos que no eran suyos, se rieron cuando un grito comprobó que habían arrancado cuatro dedos.

"¡HIJOS DE PUTA! ¡LOS ODIO MALDITOS HEREJES DE MIERDA! ¡MALDIGO EL DÍA EN QUE VINIERON A ESTA GALAXIA! ¡NO TIENEN ALMA HIJOS DE UN DEMONIO!" - Adrael se hizo daño en la garganta con eo grito de guerra que dio - "¡QUE ESPERAN MALDITOS! ¡AQUÍ ESTOY! ¡NUNCA RECLAMARAN SU TROFEO! ¡MI CABEZA NUNCA COLGARA DE UNOS DESALMADOS BUENOS PARA NADA! ¡NO ME PRESENTO BAJO NINGUNA MÁSCARA DE SANTIDAD! ¡VENGAN POR MI!" Se movió poseído por toda la rabia y el dolor que su corazón pudo tener, sus ojos estaban rojos y con las venas resaltando en su cuello. Toda la practica y el sentido de orden se habían desvanecido bajo ese cuerpo impulsado por odio y venganza, en una mano tenía una hacha de energía que había estado en las manos del primer maldito que se cruzó en su camino. La otra daba puñetazos a diestra y siniestra

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Ludovico estaba a pocos metros de la contienda cuando por el rabillo del ojo vio las marcas distintivas de un Maestre. Dejó a los demás ir por el resto de enemigos mientras conducía todo lo rápido que su moto se lo permitía. "Lion que tú todo lo vez y nos guardas, no permitas que esto pase, no permitas que pase"  desenganchó la espada de la motocicleta y saltó sobre el Palabras más cercano, mientras se hacía paso a una velocidad increíble donde Adrael.
¡Hermano! ¡Aquí estoy! ¡Ven hacia mi voz! ¡Consolador de lamentos por aquí!" Ludo se quedó sin palabras al ver la escena que sus ojos presenciaron

Adrael parecía una fiera sin control mientras su cuerpo soportaba un dolor inmenso desde todos los ángulos, sus enemigos lo habían rodeado y estaban atacando sin piedad. Ludovico disparó a dos marines y se puso espalda con espalda. Ludo trataba de hacer entrar en razón a Adrael mientras trataba de abrir una salida de ese círculo maldito.
"¡PODÍAMOS HABER MUERTO COMO HÉROES LUDOVICO, SIN EMBARGO NOS VERÁN COMO MONSTRUOS! ¡ACUÉRDATE DE LO QUE DIGO! ¡EL VERDADERO GANADOR SERÁ EL MUERTO!" Ludo vio de reojo como su compañero se ponía algo en la boca
"¡¿¡¿De qué estás hablando?!?! Saldremos de esta hombre ¡siempre lo hacemos!" Ludovico le disparó a tiros dos enemigos mientras escuchó como Adrael suspiraba
"Honra a los muertos y te convertirás en uno, honra a los vivos y te verás sangrando en el suelo...honra a los locos..." hablaba entre dientes, con algo en la boca
"¿Crees que este es un buen momento para recitar un dicho de Azarilorc?" Ludo soltó una risita
"No te olvides de nosotros amigo mío, y gracias por ser un estúpido de buen corazón" - Adrael sin voltearse le dio un golpe en la espalda a Ludo - "Corre y no mires atrás, por mucho que duela"

Una sensación obligó a Ludo a hacerle caso a su amigo, corrió unos pocos metros a su moto y le dio una última mirada a el Maestre de los neófitos. Adrael giró un poco la cabeza y asintió, despidiéndose de el universo y de su compañero de armas, se apuntó a la cara, a la altura de lo que tuviera en la boca, y apretó el gatillo. Una explosión hizo saltar a todos los que estaban alrededor de él y a él mismo por los aires.
Ludovico ya se encontraba acelerando a toda velocidad, no miró atrás, pero comprendió el plan de su hermano.

Los Lágrimas se retiraron del campo de batalla salvando a tan solo tres neófitos, ningún capitán abandonó la contienda, algo que se les quedó grabado a los capitanes de la segunda compañía por unos días fue ver el símbolo de una lágrima sobre las figuras de los capitanes de la décima en sus visores.

Nadie miró atrás.

Acepta tu historia (RLFV Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora