XII

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Los Palabras tenían la tradición de enterrar a sus muertos en el lugar en el que nacieron, solo los primeros, los que fundaron el capítulo, estaban exentos de esta regla pues su mundo natal hace tiempo ya no existía. Los servicios fueron cortos, solo dos cánticos se pudieron alzar en la oscuridad de la noche por la muerte de un comandante.
Era absurdo, el máximo honor que se le pudo dar a uno de los más grandes luchadores de el capítulo había sido simplemente una ceremonia sin más, ningún honor ni ninguna forma de enterrarlo en el planeta que lo vio nacer y crecer.

Nadie, entonces, le cuestionó nada a Mofek cuando terminada la ceremonia se marchó a un monte cercano a pensar; mirando el horizonte se preguntó otra vez por qué les había pasado esta desgracia a ellos. No era solo que aún tuviera los pecados de su legión, a la que trato de salvar tan inocentemente de la tragedia de la herejía. Fue un estúpido al ver a sus antiguos hermanos regresar de un viaje al que no se le permitió ir y aún creer firmemente en que los podía volver a hacerlos creer en el Emperador, su creador. Ya era anciano, más anciano que la mayoría de los astartes, pero aún así se ofreció a hacerse el tratamiento primaris costase lo que costase. La operación fue extremadamente dolorosa y larga pero finalmente pudo seguir viviendo a través de un cuerpo mucho más robusto.
Y ahora estaba en la cima de un monte listo para dar el último paso adelante; ya no era una cuestión de seguir viviendo o de morir, era de si el CAPÍTULO sobreviviría o no. En la cima de ese monte hizo un trato con su primarca en secreto: se uniría a los Gal Vorbak pero con una sola condición, que no fuera desfigurado por el demonio antes de la batalla final. La que le mostraría cual sería el futuro.

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Tan solo una señal, un débil latido de un corazón o lo más parecido a uno, un movimiento de extremidades, algo que le dijera que aún estaba vivo. Talrifel paseaba su vista de una cámara a la otra cada vez más nervioso, su mano se volvió un puño al ver que no había nada, que su vigilancia no había servido de nada. Justo cuando se estaba marchando un débil latido fue captado por la máquina conectada a las cámaras de vigilancia: ahí estaba, un Señor de la Forja entraba muy despacio a la estancia con servidores siguiéndole de cerca. Talrifel hizo una mueca de satisfacción, tras todos esos años por fin lo había encontrado. En muy poco tiempo le haría pagar por todo lo que este Señor le había hecho.

Mjlanir en el centro del puente de mando no estaba del mismo humor, estaba discutiendo acaloradamente con un Capellán Interrogador sobre el campamento que ayer había atacado con su manada, estaba furioso demandando saber la razón por la que el Señor de los Lágrimas se había demorado tanto en unirse, además de exigir una explicación de la razón por la que no se le especificó quienes estaban en dicho campamento. El capellán era Hellblessed y por la nula expresión en su rostro se veía que no le tenía ni el menor miedo al Lobo que tenía enfrente suyo. Cuando Corazón vio a su amigo no perdió ni un segundo en gritarle mientras repetía sus exigencias y sus demandas, el capellán se acercó a Talri y le susurró unas palabras al oído, el Maestre dirigió su mirada en Mjlanir y se quedaron mirándose a los ojos un largo e incómodo rato.

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Al escuchar gritos fuera de mi habitación me pare de mi cama de un salto, por un momento me vi de nuevo en las escaleras de mi casa envuelta en sangre, pero un vistazo rápido a la habitación me recordó donde estaba. Tímidamente abrí la puerta mientras veía a muchos de esos guerreros corriendo de un lado para otro, la mayoría tenían los rostros desnudos sin casco, podría jurar que nunca pensé que tuvieran una cara humana debajo de todo ese metal frio y hambriento de sangre. Por el poco gótico que pude entender dos comandantes estaban teniendo una discusión que había acabado en una pelea, más allá de eso no entendí nada. Caminé despacio y con miedo que me fueran a ordenar que volviera a mi habitación, pero estaban distraídos en otra cosa más allá de mi persona; otros humanos normales como yo también estaban curiosos de lo que estaba pasando y pronto llegué a la superficie, la luz de los dos soles me llegó de pleno en la cara y tuve que cubrirme los ojos con una mano para distinguir algo, en un charco de lodo a pocos metros de distancia las palabras ya no fueron suficiente y estaban usando ya armas, gritando en un idioma que no reconozco;
"Disculpe ¿me puede explicar que...?" Le tiré de la ropa a un hombre joven que estaba a mi derecha
"¡Cállate! No los había visto pelear así en años..." el hombre miraba boquiabierto a la pelea
"¿Alguna razón por la cual están haciendo eso?"
"Mira...te podría explicar con todo detalle lo que pasa ¡pero me perdiera de todos los detalles!"

Volví a mirar a los dos comandantes esperando que acabaran rápido y que no hubiera heridos, se movían bastante alrededor del lodo mientras los espectadores se alejaban para no intervenir o que les llegara un puñetazo o hachazo en la cara.
Ni siquiera pude reaccionar cuando se movieron hasta donde estaba, los dientes de una hacha pasaron peligrosamente cerca mío, el pánico que sentí en ese momento me dejó inmóvil donde estaba parada; estaba tan aterrada que ese fue la única cosa que pude hacer en ese momento.

La otra hacha ya venía hacia mi cuando el hombre con el que había estado conversando me agarró por detrás y me tiró bien fuerte hacia atrás. Lo último que vi fue la punta del arma y todo se sumió en la más grande oscuridad.

Trate de abrir los ojos pero por alguna razón aún seguía viendo esa oscuridad, el mundo se volvió una negrura total, no pude reprimir el grito de dolor cuando sentí sangre en mis manos.

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El grito de una mujer paró en seco la pelea, las armas de Mjlanir dejaron de dar vueltas por sobre su cabeza y caían al suelo mientras caminaba hacia donde había escuchado el grito; Talrifel se le había adelantado y ya estaba en el lugar donde se había producido el grito de dolor.

"¿Pero qué sucedió?" Talri preguntó calmandose muy despacio
"Perdón mi Señor....ella no vio el hacha cuando pasó cerca de nosotros" el hombre que estaba a centímetros de la mujer se tiró al suelo haciendo una reverencia
"Pero si yo no...sentí el golpe...hubiera sentido si mi hacha hubiera golpeado algo"
"Con todo respeto...el hacha no la tocó...solo la rozó"
"¿¡¿Me estás diciendo que ese tajo de lado a lado por sus ojos....fue hecho por el roce?!?!" Mjlanir se lo tomó como una ofensa
"Tal vez deberías saber cuán pulida es tu hacha...¿nunca te has preguntado cómo puedes matar a enemigos cuando la mueves por encima de tu cabeza como un látigo?" Talrifel tocó suavemente los ojos de la herida
"Me duele...." repetía una y otra vez la mujer
"Tranquila, tranquila, nada te puede herir ahora" Le habló suavemente
"¿Por qué no puedo ver?"
"Como te llamas" ignoró la pregunta por ahora
"Marilyan" se le escapó un quejido de dolor
"Mira...no quiero alterarte ni darte falsas noticias...pero...tus ojos..." Talrifel trataba de encontrar las palabras adecuadas
"Al no apartarte a tiempo, mi hacha te hizo un tajo de lado a lado de la cara a la altura de tus ojos Marilyan, no podrás ver nunca más" Mjlanir interrumpió a su amigo

Marilyan se llevó las manos a los párpados en un intento de levantarlos y ver algo con sus ojos, no podía creer lo que escuchó. Con los párpados arriba la vista se le llenó de sangre y no podía ver nada con claridad, solo veía sombras cortadas en dos mitades: la parte superior del ojo y en la parte inferior del ojo. Otro alarido de dolor salió de su boca mientras más sangre le caía de sus párpados. No paraba de decir oraciones inconexas, las que más se repetían eran "Me duele", "Esto es una pesadilla" y "Quiero irme a casa".

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Unos minutos más tarde Marilyan yacía en una cama en el apothecarion siendo operada por un apotecario llamado Daniel y el servidor a su disposición. Sus manos y herramientas se movían con mucha lentitud y precisión alrededor de el rostro de la operada; unas gotas de sudor le rodaron por su frente al llegar a los ojos, los cuales estaban en un estado muy precario y tenían que ser sustituidos casi en su totalidad por implantes cibernéticos. La buena noticia es que como todo apotecario que haya sido distinguido en el campo de la guerra tenía memorizado la anatomía de un humano promedio por lo que la transferencia cibernética no debería durar tanto tiempo ni tendría que distraerse mucho con las holocapturas que su servidor tenía sujetadas en frente de él.
Ya llevaba unos veinte minutos en la transferencia cuando entró alguien en la sala muy despacio, de hecho Daniel casi no lo sintió en absoluto, el apotecario despegó los labios para hablar cuando el extraño que seguía detrás suyo habló primero

"¿Estatus?" Daniel podía jurar que reconocía esa voz
"Vivirá por supuesto, pero tendré que remplazar los ojos por implantes cibernéticos" Daniel volvió a concentrarse en la cirugía
"Quieres decir que podría volver a ver de nuevo"
"Exacto, no con la misma fidelidad que cuando tenía ojos de verdad pero...al menos podría dejar de ver sombras o total oscuridad, según lo que ella me contó antes de caer inconsciente"
"En el caso que no pudiera volver a recobrar la vista....¿Hay alguna posibilidad que aprenda a ubicarse por si sola sin algún implante?"
"¿Está insinuando que no haga mi trabajo como médico?" Daniel levantó las manos y lentamente se fue girando
"No. Le estoy pidiendo que no vea lo que haremos con su planeta"
"Podría enseñarle a como ubicarse espacialmente pero así nunca podrá retomar su vida anterior" - Al volverse la figura ya se había ido - "Aunque al parecer a él no le importa..."

Acepta tu historia (RLFV Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora