La voz del guardián

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Irien caminó con paso seguro, disimulando su terror.
Podía oler la furia y el miedo en su padre, así que intuyó que después de todo, la serpiente Ferguein como le llamaba a su primo, sí había dicho la verdad.
-Viva el rey, saludó Irien mientras su padre caminaba de un lado a otro haciendo retumbar sus botas con el pulido mármol.
-¡Larga vida para mí!, sonrió de lado el desagradable rey. Irien sin mostrar su repudio sonrió con toda la indiferencia posible.
-¿Qué quieres de mí?, preguntó Irien, Gideon miró a su hijo, y meneó la cabeza con una seguridad que rayaba en lo ridículo, -estamos condenados a muerte gracias a ti, Irien tragó en seco, una cosa era desear matar a su padre y otra ser el causante de la muerte de todo su reino.
-¿De qué hablas?, el rey caminó despacio, rodeando a Irien, como sopesando el valor de un objeto.
-Estuvo aquí el heraldo de Devasting, Gibrain el rey desolador quien envió a su pendejo para advertir que si no le gusta lo que ve, nos matará.
Irien una vez más lamentó no ser hermoso como Ferguein, pero no bajó la mirada.
-Entonces tu estrategia resultó tan mala que más bien quien nos condenó a muerte fuiste tú, el rostro de Irien se estrelló en el suelo a causa de la inesperada bofetada. Gideon viéndolo tirado lo tomó del cabello, forzándolo a mirarlo, -escúchame muy bien Iriender, si te he tenido con vida es porque eres conveniente, pero nada más. A mí me importa quien te coja o a quien te folles, eres solo una pieza en el tablero y solo yo podré sacar provecho de esto.
Ahora levántate y piensa cómo vas a encandilar a Devasting. El maldito es un bastardo que ha destruido reinos y matado a reyes por menos que esto, además de que él tiene una parvada de dragones que se creían extintos, y eso es muy valioso para el reino.
Iriender se levantó, su mirada no se desvío manteniendo sus fríos ojos sobre su padre.
-Como diga, majestad.
Irien hizo una media inclinación y salió del salón, tenía tantas ganas de frotarse el lado del rostro que había golpeado el suelo y que ahora le palpitaba, pero no perdió el ritmo.

Sus pasos desesperados lo llevaron de nuevo hasta los jardines, aunque esta vez iría más lejos, hasta una construcción derruida. Amaba estar ahí rodeado de las flores, del trino de los pájaros.
Las mejores epifanías las había tenido en ese idílico lugar. Emocionalmente estaba atado ahí, donde escuchó por primera vez la voz de un ser que se presentó ante él como un guardián, Irien tenía solo diez años, cuando después de una golpiza de su padre había corrido sin rumbo, hasta que sin planearlo, llegó a la antigua construcción.
Las ruinas de lo que alguna vez fue un altar aún mostraban la gloria que se escondían en las erosionadas piedras.
Dragones, caballeros, lobos, leones y fuertes caballos narraban historias que Irien tuvo que investigar por sí mismo en la biblioteca.
Muy pocos en el castillo se arriesgaban por él, solo su amigo y mentor, el general experto en armas Víctor Calmes le había enseñado el uso de las armas y las técnicas de combate cuerpo a cuerpo y en las justas a caballo, pues en el castillo nadie era tan tonto para desafiar al rey poniéndose de lado de su inexplicablemente repudiado hijo.
Irien no los culpaba pues conocía de primera mano la dureza y crueldad del rey.

-Hola Irien, hijo de las hadas, la voz lo saludó.
Irien sonrió, esa voz lo mantuvo cuerdo por muchos años.
Nunca hubo contacto físico y nunca había visto al dueño de aquella voz, las palabras dichas con honestidad, los regaños y consejos, todo eso hablaba de que ese ser se preocupaba por el bienestar de Irien.
-Hola Tine, Irien mantuvo su voz lo más neutra posible, -¿Qué te ha sucedido en el rostro?, Irien se tocó la mejilla que minutos antes se había estrellado en el suelo, -mi padre me golpeó, un bufido humeante se escuchó claramente para Irien, -¿valió la pena?, Irin sonrió de lado recordando el rostro molesto de su padre, -lo valió respondió contundente, la voz solo resopló.
-Tu espíritu es inmarcesible Irien, es por eso que me manifesté a ti, Irien sonrió con nostalgia, -¿me marchitaré algún día?, preguntó con tristeza el joven hombre, -ciertamente lo harás, pero será porque tu vida cronológica llegó a su fin. Irien sonrió con tristeza, esa voz amiga tenía la extraña capacidad de ver a futuro, pero hablaba en formas que el príncipe no entendía y su guardián nunca hablaba más de lo estrictamente necesario, por lo tanto eso solo quería decir que Irien no moriría pronto, alargando su suplicio seguiría vivo.
-Has recibido una noticia, Irien suspiró, -así es, Gibrain Devasting vendrá a conocerme, y de no gustarle mi apariencia... Irien bajó la mirada, -no sé qué hacer, la voz derrotada sonó en aquel lugar oculto.
-Un pájaro no puede cambiar sus plumas o su trino, y todos tenemos algo que nos hace bellos y fuertes, algunos pocos. como tú, tienen más de lo que otros siquiera sueñan, solo usa tus cualidades cuando llegue el momento y toma lo que por derecho es tuyo... Y que la sangre corra por tu espada.
Irien quiso preguntar más, pero Tine ya se había ido.
Con renovadas fuerzas empezó como cada tarde a practicar su técnica de combate.
Era increíble que él solo a base de prueba y error, ahora ya supiera hacer muchas cosas.
Cosas que aún le asustaban y que por el momento no podía controlar. Por eso practicaba para no ser un estúpido y terminar o muriendo o matando innecesariamente a alguien.
Tine era su guardián y este le había dicho que en su debido momento se presentaría ante él, pues Irien era su jinete y su lazo se reforzaría cada que Irien se hiciera más poderoso.
Al cabo de unas horas y más calmado Irien regresó al castillo, el alboroto seguía pero ahora el motivo era diferente, todos se preparaban para la llegada de la comitiva de Devasting, y por supuesto su padre no perdería semejante oportunidad para restregar al líder del clan su poder y riqueza.
Irien sonrió de lado, pero tanto como lo ignoraron también ignoró a los demás.

-Ferguein, el rey dejó de leer las listas que le hicieron llegar cuando vio a su lascivo sobrino caminar hasta él, el muchacho con la gracia de una meretriz bien cotizada se sentó en las piernas del rey, -su majestad no me gusta verle tan preocupado, la engañosa boca del muchacho recorría el rasposo cuello del rey quien ya estaba duro por el ofrecimiento implícito, -mi dulce tesoro, las hambrientas manos vagaron hasta posarse en las redondas nalgas las cuales masajeo duramente, -solo tú te preocupas por mí, Ferguein dio un ávido y demandante beso en el cuello del rey, este suspiró sabiendo que daría la mitad de su reino al deseable muchacho.

Cuando las hadas digan mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora