Conociendo al aliado

584 78 2
                                    

Gibrain sintió la mano de Iriender moverse.
Sus ojos se abrieron de golpe, a pesar de estar aturdido y somnoliento estuvo alerta, -tengo mucha sed y hambre, dijo Irien tragando saliva, sus labios estaban resecos a causa de la fiebre, Gibrain sonrió mientras su mano apartaba los cortos mechones de cabello de la frente de Iriender, -estas vivo, Iriender sonrió ante el amable trato del rey dragón.
-Vi el abismo, estuve al borde, Iriender tosió y su mano tocó las vendas, estaban secas, -pero no salté, Gibrain sonrió agradecido, -eres fuerte Iriender Marts, eres un guerrero.
Irien suspiró, su cabeza reposaba en la almohada dura, -gracias Gibrain, Irien miraba el cielo, el amanecer más hermoso después de un desolado panorama gris, Gibrain observó con arrobo a Iriender, -no agradezcas, ningún buen guerrero debe convalecer solo.
Irien volteó con cuidado el rostro para ver a Gibrain, -aún así no me conoces pero sé que hubieras vengado mi muerte, la voz ahogada y una lágrima salió de aquellos cansados y ojerosos ojos.
Gibrain no era capaz de dar consuelo, así que estaba fuera de su zona de confort.
-Te traeré agua.
Irien vio a Gibrain alejarse, estaba vivo y ahora sabía que debía cumplir con una misión la cual desconocía.

-Así que el príncipe sobrevivió, Angus llenaba la jarra de barro con vino.
-Sobrevivió el pequeño bastardo, Gibrain sonó orgulloso.
Angus miró a su rey, mientras éste cortaba un pedazo de queso y tomaba un pedazo de pan para llevarle al joven convaleciente, -te agrada el muchacho, Angus sonaba satisfecho, aunque sus ojos estaban sobre cierto chiquillo que limpiaba la cara de su hermanito sermoneándole, la tonta sonrisa en el soldado provocó a Gibrain, -te atrae el niño ese, Gibrain señaló con la cabeza a Vander, -me agrada, sí, Angus mordió un pedazo de pan, -sabes que es riesgoso tomarlo mientras estés comprometido con Elaine pero, si lo deseas yo te apoyaré, Angus solo sonrió con tristeza, -primero debemos llegar a casa y después hablaremos el chico y yo, total, tenemos unos días para que yo lo conozca más y decida qué carajo voy a hacer con esta situación.

Gibrain caminó hasta la improvisada cama, Irien seguía recostado con un brazo cubriendo su rostro.
-¡Hey!, traje vino, pan y queso. Irien se levantó acomodándose para quedar sentado, y con cuidado remojó sus resecos labios con la punta de su lengua.
Gibrain casi babeo por ese gesto. Desde otra perspectiva, el joven príncipe era una persona con demasiados buenos atributos.
-Come, ordenó Gibrain sonando algo un poco brusco. Irien ni siquiera notó la incomodidad de Gibrain, solo se dedicó a comer y a beber, -tus dragones, están felices, dijo Iriender con seguridad mientras observaba como los dragones desplegaban sus enormes alas y movían con suavidad sus cabezas y colas, Gibrain recogía algunos utensilios que estaban desperdigados, -eso espero, porque esos seres sino son felices se ponen temperamentales, respondió Gibrain distraídamente.
Iriender bebió un poco más de vino, -nada de eso, negó Irien con un suave movimiento de cabeza, tus dragones son muy felices porque les das un buen trato.
Gibrain por fin prestó atención, -¿entiendes lo que ellos sienten?, Irien observó algo temeroso a Gibrain quien lo miraba con interés, Irien tragó en seco, no conocía la postura del rey dragón con respecto a los canales de magia y a los jinetes enlazados.
Pues a pesar de que Gibrain Devasting era un jinete, este solamente montaba al dragón como quien monta un caballo, pero no existía un lazo y una lealtad del dragón a su señor.
Lo hacían porque de alguna forma estaban agradecidos de ser protegidos por el rey.
Un jinete enlazado solamente se unía a su dragón cuando este se encontraba al borde de la muerte, como Iriender. Era ahí que el dragón aparte de presentarse ante él, le manifestaba su lealtad y su obediencia.

Gibrain suspiró al ver el temor y la desconfianza en el rostro del joven hombre, -no temas príncipe, yo no soy un jinete enlazado, de esos ya no quedan, los hombres celosos de la unión del dragón con sus canales de magia exterminaron a los magos, en mi reino no sucedió pero tampoco les di asilo, el pesar en el rostro de Gibrain era notorio.
-Supongo que soy un idiota y un cobarde porque fue hasta que me di cuenta del alcance y magnitud del daño, que decidí intervenir, Irien aflojó el agarre de su vaso de barro y negó con la cabeza, -no te culpes por tus acciones, las cosas estaban destinadas a suceder de esa forma, Gibrain sonrió con tristeza, el joven convaleciente era mas amable y compasivo de lo que siquiera imaginó.

-Eres un canal de magia, tu padre no lo vio, no fue una pregunta lo que hizo Gibrain.
Irien volvió a tensarse, -mi padre mató a mi madre cuando otros reinos decretaron el exterminio de sus canales de magia, de sus jinetes enlazados y de los dragones, mi madre estuvo en una mazmorra encerrada varios años antes de morir, y yo fui encerrado con ella.
Pero en ese tiempo mi madre descubrió que soy un canal y me enseñó en secreto.
Poco a poco la apasionada voz de Iriender tomó un matiz triste, -tu madre fue una mujer astuta, Gibrain una vez más se sintió incómodo por no ser bueno consolando al triste muchacho.
Irien sintió nuevamente la confusión y el miedo de Gibrain ante esta situación.
-A veces una palmada ayuda, Irien sonrió mientras bebía otra vez de su vaso tratando inútilmente de disimular su diversión por la confusión del rey, Gibrain frunció el ceño, ante este joven se sentía desnudo emocionalmente.
-Apurate a comer y cuando te sientas mejor te llevaré para que conozcas a los dragones, Gibrain decidió cambiar de tema, pues verse expuesto era mortalmente incómodo para él.
A diferencia del joven príncipe que era educado, considerado y con muchos buenos atributos, Gibrain era tosco, de pocas palabras e imperante.


Angus observaba a todos los rehenes bañarse en el río, pero sus ojos no se despegaban de cierto muchacho que refunfuñaba mientras llamaba la atención de sus hermanitos.
Angus sonrió con anhelo, una familia, una familia grande en donde él pudiera dejar su legado militar.
Mientras muchos de estos hombres soñaban con riquezas y gloria, Angus solo soñaba con tener una familia.
Estaba cansado de una vida de soledad, follando cuerpos sin más sentimiento que el deseo.
Pero Angus también estaba consciente de que quería que el muchacho se enamore de él, no de que lo vea como un salvoconducto para ser libre.
Quería ser amado, conquistar sin necesidad de levantar una espada. No quería tener que ser aceptado como pasaba con su impuesta prometida, Elaine. No había amor entre ellos, solo un conveniente compromiso político.
Las risas y los chapoteos de todos los muchachitos sonaba como un campo de trigo mecido por el viento, hasta que sonó la trompeta anunciando un ataque que se avecinaba.
Angus alertó con gritos a los muchachitos que asustados corrieron a vestirse.

Cuando las hadas digan mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora